Un golpe seco cercenó su hombro. Otro más su cintura. Le dejaron una gran cicatriz. En su cuello sintió el frío metal de un cuchillo que se deslizó sin misericordia sobre su tosca piel morena. Vio cómo se diluía su vida. Vio la sevicia en los ojos de su hermano, el victimario.
-Mi hermano me quería matar-, dice en tono bajo, y continúa, -mi padre tenía dos mujeres. Era un hombre muy rico, pero murió. El hijo de su otra esposa me mandó matar para quedarse con su fortuna-. Un inglés desarticulado llena su boca sedienta.
La escena la narra recostado sobre una banca en el municipio de Turbo, a las 2:39 de la tarde, bajo 32 grados de temperatura.
Este hombre tiene los pies grandes como su fe. Con sus manos prominentes interpreta “griot”, cantos africanos que salieron de juglares de su tierra. Él, con sus rastas a medio organizar, es uno de los 703 migrantes irregulares (a fecha del 30 de abril) que han sido detectados por la oficina de Migración en Antioquia durante este 2015. En Colombia la cifra se eleva a más de 1.000.
Hedil Mohamed creyó que había conoció la maldad de la humanidad a los 28 años. Hoy con 29 reconstruye esos crudos momentos lejos de su natal Ghana, luego de un viaje en el que ha soportado los peores tratos por su condición de migrante.
Con sol y sombra
Dominado por un calor abrazador, rodeado de agua, y con calles a medio hacer, el municipio de Turbo es vigilado por ojos que esconden intereses personales en efímeros pasajeros que están llegando en desbandada, solo en este 2015 han llegado a Turbo 445 extranjeros irregulares, un 103 por ciento de crecimiento porcentual con respecto al año anterior, según datos de Migración Colombia.
El olor fétido de las aguas inunda todo el alrededor de El Waffe (embarcadero). Huele a pescado, se ve la amabilidad de su gente, su alegría, pero también las sombras de los traficantes de migrantes. Se percibe la ilegalidad, y el miedo está representado en cada uno de los “campaneros” -personas al servicio de la red de traficantes- apostados en bancas y que pasan continuamente en sus motos vigilando cada movimiento. Los ojos de esos guardianes están atentos en cada esquina de parroquianos y extraños.
El Clan Úsuga que opera en la zona y organizaciones delictivas de traficantes ven como una fuente de ingresos a los extranjeros que llegan de manera irregular hasta su alejado municipio. Por una noche en una habitación, en la que duermen hacinados, pueden cobrar hasta 20 mil pesos. Son casas familiares que contratan en barrios marginales para esconderlos. Conseguir el contacto del “coyote” -persona a la que se le paga por transportar a escondidas a los migrantes- otros 50 mil. Regularmente los migrantes llegan a Turbo con el contacto de quien los llevará a su siguiente estación: Capurganá y Sapzurro.
De acuerdo con cifras de Migración Colombia, solo entre los meses de marzo y abril de este año, fueron procesados en la dependencia de Turbo cerca de 280 migrantes irregulares, que salieron de sus países por problemas de orden público, sociales, motivos políticos y/o económicos. A esta dramática cifra se le suman 165 casos de los tres primeros meses del 2015. En total, 445 migrantes han sido reportados en la oficina de Turbo hasta el primer fin de semana de mayo.
“Toda la crisis migratoria se está descargando en Turbo y, al parecer, los filtros anteriores, en carreteras y aguas, se rompieron, le dijo a ELCOLOMBIANO.COM una autoridad de control ubicada en el municipio.
Deshidratados, hambrientos y con el padecimiento a cuestas por los abusos de algunas autoridades, de acuerdo con sus relatos, los migrantes pagan cerca de cuatro millones de pesos por su viaje hasta Colombia.
La travesía
Ha pasado más de un año desde aquella tragedia familiar para Hedil en Ghana (África). Todo cambió con la muerte de su padre y tras sufrir los vejámenes de manos de su hermano migró a Colombia con la esperanza de encontrar su futuro en otro lado. No obstante, todo ha sido un infierno para él. Estuvo cerca de tres meses en Brasil donde recolectó algo de dinero para seguir la ruta a Colombia, zona de paso que utilizan los traficantes para llevar los extranjeros hasta Panamá.
Acompañado por otros 10 africanos y soportando 31 grados de temperatura que pegan sobre el Urabá antioqueño al mediodía de un martes, este hombre aguarda con fiebre, cansado y hambriento tirado sobre una banca, un destino impredecible.
-No quiero estar más acá. Quiero regresar a Brasil-, dice luego del maltrato que ha recibido por parte de algunos policías en carreteras, quienes además de intimidarlos le han quitado el dinero a modo de peaje para dejarlos pasar sin ser detenidos.
Al igual que algunos de sus compañeros de odisea, emprendieron el viaje en el que estuvieron cinco meses en buques desde Europa para llegar a Suramérica. Las rutas salen desde Kenia hacia Etiopia, Kuwait, Emiratos Árabes y de Rusia viajan a Cuba. De allí pasan a los países fronterizos de Colombia que no les exigen visa: Venezuela y Brasil. Otros, lo han hecho en avión.
-Salimos con el sueño de buscar dinero para nuestras familias, pero esto es una mala experiencia aquí en Colombia. La Policía y otras personas nos han quitado todo el dinero-, Hedil quiere llorar.
En los últimos tres días solo ha comido dos veces y la última noche la pasó a la intemperie en la misma banca del parque Gonzalo Mejía a unos pocos metros de El Waffe de Turbo, lugar en el que abordan y descargan pasajeros continuamente las pangas. Hedil repite una y otra vez que tiene fiebre y que la cabeza se le quiere estallar.
Una de las preocupaciones que han tenido las autoridades con el arribo de estas personas a su municipio es la llegada de pandemias o el mismo virus del ébola, que activaron las alertas por posibles brotes en esta región y que ha sido tema continuo de los consejos de seguridad de la Armada Nacional, la Alcaldía de Turbo, la Policía Nacional y Migración Colombia, pero que hasta el momento no ha presentado casos alarmantes.
No obstante, en el caso del mortal virus, que ha dejado más de 11 mil muertos en África, sería casi impensable que llegara a esta zona porque el virus incubaría durante el largo camino, lo que no le permitiría ni llegar a la mitad de su destino, de acuerdo a Migración Colombia.
-Cuando viajan en avión tienen que ir hasta España, Italia o algunos países en los que existe conexión con Colombia y cuando se detecta allá o acá que estas personas han estado en los últimos tres meses en países con peligros de salubridad, lo que se hacemos de inmediato es hacer la revisión física en los aeropuertos-, comenta una de las autoridades que regula el ingreso al país.
Los migrantes llegan a Colombia a través de una de las 128 rutas ilegales por trocha ubicadas en la extensa frontera entre Colombia y Ecuador, por Ipiales y luego se mueven en vehículos particulares para evadir los controles de las autoridades en carretera.
Turbo y la tensión
La vida en Turbo nace a las 5:00 de la mañana. Desde esta hora ya se ve movimiento en sus calles, en El Waffe se inicia la carga y descarga de personas que van y viene con destino a Capurganá, Acandí, Triganá, Playón y Sapzurro. El afán del día día activa la economía del puerto, mujeres turbeñas despliegan en sus negocios los pescados para la venta en improvisadas mesas. Los hombres zarpan en sus lanchas mar adentro con sus redes para la pesca. Es un puerto que tiene vida hasta la 1:00 de la tarde.
Sin embargo, en los alrededores del parque Gonzalo Mejía, el movimiento empieza unas horas antes cuando los madrugadores ven como de carros, buses o motos decenas de migrantes llegan a Turbo de Medellín o de pueblos vecinos como Apartadó, Necoclí o Carepa para entablar el contacto con los coyotes.
Nepalíes, ghaneses, cameruneses y cubanos llegan a este lugar y de inmediato inician la búsqueda de hostales o viviendas familiares para esconderse mientras pueden lograr el contacto con los coyotes. Dicen algunos residentes que han visto a algunos oficiales cobrando a los migrantes la cuota por pisar suelo turbeño y no detenerlos. Versión sobre la que el comando de Policía de Urabá abrió una investigación.
Los extranjeros que no tienen dinero buscan donde esconderse en barrios marginales, otros son ubicados por los traficantes en viviendas familiares previamente destinadas para su llegada. Hay barrios en Turbo a los que no se puede ingresar, el miedo está en sus interiores escondidos en forma de migrantes. Afuera, los “campaneros” vigilan con sigilo su “mercancía”. Lo mismo pasa en sus calles, acercarse a los migrantes es invitar a uno de los ojos a que increpe a los implicados. Hay tensión.
El olor fuerte que expelen los migrantes después de estar tantos días de tránsito por Colombia se siente a metros y son de fácil identificación para los habitantes de Turbo. Cuentan algunos residentes del municipio que hay viviendas en las que pueden esconder de 10 a 15 personas hacinadas en precarias condiciones de salud. Todos en habitaciones sin posibilidades de bañarse o comer algo.
Las autoridades saben que como Hedil, más de 15 migrantes pueden llegar a las oficinas de Migración de Turbo por día. Luego de ser sorprendidos por las autoridades obtienen el salvoconducto de cinco días, que les da esta dependencia para que abandonen de nuevo el país. Utilizan a Colombia por su ubicación geográfica como tránsito obligado para poder llegar a Estados Unidos.
En todo el 2014, en Colombia fueron descubiertos 2.111 extranjeros víctimas del negocio transnacional del tráfico de migrantes, el tercer delito con mayores ingresos en el mundo, señala Christian Krüger Sarmiento, director General de Migración Colombia.
-Son varias mafias a nivel mundial que se dedican a esta clase de delitos, claramente ellos ya tienen organizaciones a nivel interno en cada país, que se encargan de llevar a estas víctimas del tráfico a su destino final, que en este caso es Estados Unidos- agrega Krüger Sarmiento.
El corazón y el problema
Hedil no sabe nada sobre su futuro. Al igual que Mumuni, un contador profesional ghanés que habla tres idiomas y que partió de su casa dejando atrás a sus dos hijos (9 y 5 años), su esposa y sus padres. La situación en Ghana es grave, dice, -allá no hay trabajo para los profesionales, en uno de los mejores cargos se pueden ganar 500 dólares al mes- agrega, mientras observa a Hedil recostado sobre la banca del parque. Es un moreno corpulento, que estuvo tres meses en Brasil trabajando como albañil.
Las guerras civiles, la pobreza y las dificultades de empleo los obliga a partir de su lugar de origen. Una situación similar viven en Cuba, según los relatos de los ciudadanos de la isla que llegan a migración, la opresión los obliga al viaje sin regreso. Se comenta en el bajo mundo que existen cartillas con instrucciones para los migrantes con las rutas y los pasos que deben seguir para llegar a su destino.
Los africanos optan por pasar de Asia o Europa a Brasil y de allí a Colombia, el desarrollo de la política internacional en Ecuador les ha impedido hacer tránsito por la exigencia de visas que tiene ese país para ciudadanos de Afganistán, Bangladesh, China, Eritrea, Etiopía, Kenia, Nepal, Nigeria, Pakistán y Somalia. Contrario a la situación de los cubanos que sí lo pueden hacer porque están exentos de este documento, inclusive pueden tramitar licencias de trabajo en Ecuador y Venezuela donde se les permite estar cerca de un año trabajando legalmente. Migración Colombia señala que el desgaste grande lo está haciendo Colombia, porque es el que le exige visa a estos países para hacer cumplir la normatividad migratoria.
Una de las rutas que utilizan los migrantes y que han sido identificadas por las autoridades es la que sale de Nigeria y pasa a Liberia, Argelia y Túnez por tierra, luego en barco hasta el cuerno africano en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). De ahí pasan a Brasil, llegan Belo Horizonte de allí a Boa Vista y ellos deciden si pasan a Perú, Ecuador o Bolivia para alcanzar Colombia. También suben por Santa Helena (Brasil) hasta Venezuela y entran por la Costa Atlántica y luego a Urabá.
De ahí el destino es llegar hasta La Miel o Puerto Obaldía en Panamá donde ingresan y pueden obtener asilo o permisos especiales para quedarse, según sea el caso de la persona.
Las redes de traficantes tiene contactos en los países de Centroamérica que se contactan con los de nuestro país. Ellos les dan un número telefónico a los migrantes para que se comuniquen con esta personas. Muchas veces, les quitan sus papeles para que pasen como indocumentados por Colombia y acá les tienen que resolver la situación en 36 horas.
-Los extranjeros que estén en el país deben tener una situación migratoria clara, al detectar estos migrantes irregulares les tenemos que solucionar temporalmente su situación, el salvoconducto es una permanencia temporal hasta que se le defina su situación de si se deporta o se expulsa, o quizá si solicita alguna medida de refugio se le da respuesta a esa solicitud-, precisa el Director de Migración Colombia.
Este salvoconducto de cinco días los obliga a salir por la frontera donde ingresaron. Solo en la frontera con Nariño se han identificado más de 128 rutas clandestinas o trochas por las que ingresan a nuestro país estas personas desde Ecuador. Es una frontera porosa por su larga extensión y abre paso para continuar con destino a Turbo pasando por el Valle del Cauca. Hay casos detectados por Migración en los que se encuentran a ciudadanos cubanos con cédulas colombianas y que transitan sin problema por el país.
La llegada a Turbo es una de las situaciones más complejas. No solo por los controles legales, sino por lo que mueve en el mercado negro de este comercio ilegal. Migración señala que el tránsito por Colombia les puede costar aproximadamente 2.000 dólares a estas personas. Para salir de Turbo con rumbo a Capurganá o Sapzurro, en el Golfo de Urabá, los migrantes deben pagar cerca de 700 dólares que se dividen en 400 para la red de coyotes y los otros 300 para el dueño de la embarcación, un lucrativo negocio que se suman a los cerca de 300 dólares que dejan en “peajes” cobrados por algunas autoridades para evitar su detención cuando viajan por carretera.
Luego que llegan a Capurganá, Acandí o Sapzurro emprenden uno de los viajes más peligroso de la travesía: el ascenso a La Miel (territorio panameño), donde nuevamente respiran con tranquilidad por las posibilidades de estadía durante un año. Otros han muerto en el intento. Al parecer, un médico cubano habría fallecido en ese camino por un infarto. También algunos son asesinados por los coyotes o grupos armados como las Farc o las bandas criminales que tras robarles el dinero los entierra en fosas comunes en el Tapón del Darién. Otros han perecido también en aguas del Golfo, como el caso de los 13 migrantes en el 2013, según versiones que rondan en Turbo lanzados por los coyotes al agua tras robarles el dinero.
Migrante que entierra migrantes
-Yo también soy un migrante-, dice Evelio Antonio Cortés. -Yo era arriero, y pasar a sepulturero fue un cambio duro- agrega a la conversación en medio del insoportable clima de Turbo. Evelio ha pasado los últimos 21 años de su vida entre los muertos. Nació y se crió en el municipio de San Roque, Nordeste de Antioquia, desde donde partió buscando una mejor estabilidad económica para criar a sus cuatro hijos.
-Llegué en plena época de la violencia, cuando entraron los grupos de autodefensas acá a Urabá en el año 94- mientras sus ojos verdes se abren al rememorar aquellas dolorosas imágenes. Por aquellos días realizaba entre 8 y 10 inhumaciones al día de personas que eran asesinadas en este municipio duramente golpeado por el accionar de la guerrilla y luego de las Auc.
Evelio no se ha acostumbrado a los 30 grados de temperatura promedio que hacen en este pueblo costero. Él, salió de San Roque como lo hacen los migrantes, a una tierra desconocida. Una camisa desaliñada, adherida a su cuerpo por el sudor, un pantalón corto y unas botas son el traje de presentación del “Panteonero”, como le dicen sus amigos.
-Me vine y dejé a mi familia dos meses. Cuando me instalé acá me los traje, inclusive a mi mujer que estaba de dieta. Tenía una niña de 60 días de nacida- narra. El silencio del cementerio se volvió su mejor cómplice para trabajar.
Esa misma violencia que enterró en cada uno de esos cuerpos en la década de los 90, la vivió en carne propia. El 15 de agosto de 2003, su hijo mayor fue asesinado en Padua, Boyacá. -Estaba recién salido del Ejército. No sé por qué, ni quién me lo mató-, hace una pausa. -Yo hice toda la gestión para traer el cuerpo y yo mismo lo enterré acá en Turbo-. El padre enterrando a un hijo, una ley que dice, no se debería cumplir.
Todo lo que tiene se lo debe al cementerio, sus otros tres hijos son universitarios, dos de ellos viven por fuera de Turbo. Le gusta la cerveza, la música popular y tomar del pelo a su amigos contando historias.
Una de esas que recuerda muy bien Evelio es la del 28 de diciembre de 2013 cuando por orden del municipio enterró a siete inmigrantes que, según le contaron, se habían ahogado en el mar. Él cumplió con su deber, les rezó un padrenuestro y los introdujo en la bóveda. -Son personas como uno y demás que sus familias en el otro lado del mundo no saben qué pasó con ellos-, cuenta.
Ese 2013 no se olvida para este hombre porque fue el año en el que coincidencialmente murieron 13 migrantes irregulares en aguas del Golfo, el otro naufragio 12 meses atrás con el saldo de 6 víctimas. El rumor que siempre rondó fue que fueron ahogados por los mismos coyotes porque dentro de las víctimas no apareció ningún colombiano. Todos indocumentados.
Evelio, de 60 años hoy, dice que pasará sus últimos años en Turbo. Espera pronto su jubilación y hacer uso de buen retiro del cementerio cuando no le den más las fuerzas. -Me considero uno más de los migrantes que han llegado a Turbo, pero legales-, se ríe.
Operativos
Hedil regresa de la oración. Es musulmán y cumple con su ritual sagradamente. Vuelve a la banca del parque de Turbo. Desde el día anterior tiene el salvoconducto por cinco días para estar en Colombia. No lo dice, pero espera luz verde para seguir con su idea de llegar a los Estados Unidos. Se queda callado cuando se habla del tema sobre cuál es el paso a seguir. Esa es la ley que los obligan a cumplir los “coyotes”: no hablar de rutas y mucho menos de personas.
De Turbo salen las embarcaciones, son las mismas interceptadas por las Fuerza de Tarea Neptuno en el mar Pacífico, cuando los coyotes transportan a estas personas. En la última semana, este grupo de la Armada Nacional interceptó cinco lanchas con aproximadamente 100 migrantes que no reunían las condiciones legales para estar en el país.
Aunque no se sabe quién es el que maneja el negocio, las pesquisas de las investigaciones indican que el Clan Úsuga estaría detrás del tráfico de migrantes. No obstante, una fuente militar señala que las bandas criminales no les interesa meterse en el transporte de estas personas para “no calentar” las rutas utilizadas para el transporte de cocaína.
-Antes se encontraba una lancha a la semana o cada quince días, ahora estamos encontrando dos y tres cada noche-, afirma el comandante de la Fuerza de Tarea No. 73 Neptuno, contralmirante Ricardo Hurtado.
Y es que por las aguas del Golfo se mueven embarcaciones con migrantes con capacidad para 10-12 personas. Muchas de estas dispuestas de dos motores y otras más sencillas que ponen en riesgo la vida de las personas que allí se movilizan. Quizá ese es el mayor miedo que tienen las autoridades locales y regionales, otro naufragio como el de 2013 podría detonar una crisis, pero la problemática que se aumentó en este 2015 aún no tiene cabida como una política pública integral del Gobierno central.
Las lanchas salen de las playas que bordean el Golfo, en muchos casos parten con turistas desde los muelles autorizados y son intercambiados por Migrantes en el recorrido para seguir con destino a un nuevo transbordo. Las interceptaciones realizadas por las Fuerzas Armadas han dejado 151 migrantes procesados en aguas marítimas y otros 83 en ríos en los último días. Dos mujeres embarazadas han sido detectadas por la Naval en ese duro peregrinaje, por parte de Migración han sido registrados tres casos de niños, dos de ellos cubanos y uno somalí acompañados de sus padres.
Han pasado cuatro días desde que Hedil obtuvo su salvoconducto. Ya no se ve en las calles de Turbo, no hay rastro de sus pasos y mucho menos de cómo sigue su salud. Seguramente ya emprendió la otra parte de su viaje, el que lo acerca más al sueño de llegar a Estados Unidos, aunque quiso regresar a Brasil, sabía que era perder lo recorrido, ahora se le viene otra dura prueba: la llegada a Panamá.