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La plaza cincuentona que cotiza por lo verde

En La América sobrevive uno de los mercados que nacieron luego del incendio de la plaza de Cisneros.

  • En La América sobrevive uno de los mercados que nacieron luego del incendio de la plaza de Cisneros. FOTOS ARCHIVO / JULIO CÉSAR HERRERA
    En La América sobrevive uno de los mercados que nacieron luego del incendio de la plaza de Cisneros. FOTOS ARCHIVO / JULIO CÉSAR HERRERA
  • La plaza cincuentona que cotiza por lo verde
  • La plaza de La América se reinventó con el foco puesto en el medio ambiente y la disposición óptima de residuos. FOTOS ARCHIVO Y JULIO CÉSAR HERRERA
    La plaza de La América se reinventó con el foco puesto en el medio ambiente y la disposición óptima de residuos. FOTOS ARCHIVO Y JULIO CÉSAR HERRERA
La plaza cincuentona que cotiza por lo verde
18 de enero de 2020
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Quien lo creyera, pero la huella primigenia de la plaza de mercado de La América fue una chispa que se desató a 3,3 kilómetros y que significó el comienzo del fin de la plaza de Cisneros.

Corría el domingo 7 de abril de 1968 y el mercado central de la capital antioqueña, con sus frutas, hortalizas, flores y gallinas, ardió otra vez en fuego y calcinó lo que se conocía como El Pedrero.

Fruto de esa emergencia, la administración municipal de la época planeó descentralizar el mercado y propuso cinco puntos neurálgicos (ver Paréntesis) donde serían reubicados los cientos de comerciantes que dieron vida a la plaza de mercado de Cisneros.

Uno de ellos fue Jaime Correa, quien para ese entonces era un adolescente y llegó con su familia al nuevo espacio que otrora era un potrero ubicado en un lote contiguo al Zacatín de la Fábrica de Licores de Antioquia.

“Mi mamita tuvo un puesto en Cisneros desde 1935 y cuando nos sacaron de allá nos repartieron a las plazas satélites. Nosotros llegamos un miércoles de octubre del año 1969 y desde ahí nos hemos sostenido por 50 años. La plaza ha tenido momentos difíciles, pero hemos salido adelante”, cuenta el comerciante que tiene un puesto de frutas y verduras que en la actualidad emplea a seis personas.

Sombras y viejas deudas

Esos altibajos y avatares de los que habla el comerciante los conoce en detalle César Augusto Simbaqueba, gerente de Coplaza, y quien ajusta 19 años trabajando por este oasis de pequeña central de abastos en medio de grandes cadenas de supermercados.

“En sus inicios eran 5.000 metros cuadrados de espacio, pero a finales de los 70 y principios de los 80 hubo una decadencia, en parte por la llegada de nuevos formatos a la ciudad como Tía, El Ley o el Éxito y en parte por los problemas propios que históricamente se asocian a las plazas de mercado: insalubridad, inseguridad e informalidad. Además, no tenía un modelo de administración sostenible y era una especie de apéndice de Empresas Varias que tenía su negocio en la recolección de basura”, contó el actual gerente.

Muchos locales quedaron vacíos porque el flujo de gente no era el esperado y la crisis llegó a tal punto que Empresas Varias decidió vender la mitad del área de la plaza para pagar una vieja deuda que tenía con la caja de compensación Comfama. Los comerciantes que resistían fueron reubicados en un área de 2.500 metros cuadrados, que aún existe, y ofrecen desde pescados y quesos frescos hasta hierbas aromáticas y desayunos con torta de pescado seco o calentado.

La apuesta por lo verde

Si el incendio de El Pedrero fue la chispa, el cambio del modelo de administración a cooperativa en los 90 y la apuesta por el cuidado del medio ambiente años después fueron los dos combustibles que aún mantienen la plaza activa y como uno de los lugares patrimoniales del occidente de la ciudad.

“A partir de 1997, Coplaza asume la administración y de a poco el índice de ocupación de los locales aumentó, que para esa época era del 50 %. Comenzamos a trabajar en mejorar el aseo, resolver problemas de convivencia y pensar en manejos de residuos sólidos porque incursionamos en programas ambientales”, cuenta el gerente, quien busca que la plaza se conciba como un lugar seguro donde pueden ir las familias enteras.

Ese trabajo de responsabilidad ambiental, con estrategias como recolectar aguas lluvias para hacer el aseo de los áreas comunes o la utilización del residuos orgánicos como material de compostaje, hizo que la plaza se ganara varios premios en Colombia como un caso modelo.

De allí surgió el aula ambiental, según cuenta el técnico Germán Tobón, que es un espacio ubicado en el segundo piso de la plaza en el que se desarrollan proyectos amigables con el medio ambiente y se capacita a vecinos y grupos de estudiantes. Los recursos van desde máquinas sencillas para compactar plástico hasta camas de lombrices o unidades de compostaje que convierten los residuos orgánicos en abono para nutrir el vivero.

Ideas que parecen sencillas, pero que llevan 20 años de maduración y que ganan vigencia cuando hoy se habla de temas tan importantes como el cambio climático .

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negocios hay en La América. Se destacan venta de frutas, vegetales, flores y carnes.
La plaza cincuentona que cotiza por lo verde
La plaza de La América se reinventó con el foco puesto en el medio ambiente y la disposición óptima de residuos. FOTOS ARCHIVO Y JULIO CÉSAR HERRERA
La plaza de La América se reinventó con el foco puesto en el medio ambiente y la disposición óptima de residuos. FOTOS ARCHIVO Y JULIO CÉSAR HERRERA
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