A un sujeto que pretendía viajar este fin de semana desde el aeropuerto José María Córdova a la isla de San Andrés se le olvidó que los perros, además de ser nobles amigos, tienen un olfato infalible si los entrenan para tales fines. Para su infortunio, lo recordó justamente minutos antes de subirse a un avión rumbo al archipiélago, cuando Molly, una imponente canino policía, se le acercó con firmeza y en un gesto inequívoco le mordió la pretina, señal que entendieron los policías que inmediatamente lo sometieron a una requisa.
El sujeto, o los responsables de cargarlo con droga, no pensaron demasiado bien el escondite. Bastó una breve requisa para sentir que el hombre tenía en la pretina de la pantaloneta tres bultos forrados. Ya descubierto, el hombre mismo se los sacó para entregárselo a las autoridades. Molly posó firme junto a su hallazgo y al hombre que ahora deberá responder por tráfico de estupefacientes.
Pero no fue el único perro policía que destacó en su trabajo esta semana. El grupo de guías caninos K9 de la policía Antioquia fueron conducidos en medio de un operativo de rutina en la autopista Medellín-Bogotá por su perro Rouse, quien los alertó sobre un hombre a quien, tras la requisa de rigor, le encontraron 15,5 kilogramos de marihuana tipo creepy, avaluada en más de $2.800.000. El hombre se movilizaba en un bus que tenía como ruta Medellín-Puerto Triunfo y la requisa se produjo a la altura del municipio de Guarne.
Aunque esta vez la droga estaba mucho mejor camuflada que la del sujeto en el aeropuerto, eso no fue impedimento para que Rouse olfateara los estupefacientes en una caja tremendamente forrada y envuelta herméticamente. La droga, según las autoridades, iba dirigida para abastecer el microtráfico del Magdalena Medio.
En Colombia, los perros entrenados para labores de operaciones policiales y militares, generalmente, son de la raza Pastor Belga, Labrador, Cocker Spaniel, Rottweiler, que cumplen misiones, entre otras, como detectar explosivos, narcóticos o divisas y seguridad en general en zonas con presencia de fuerza pública.
Estos perros empiezan su entrenamiento a los ocho meses de edad y están activos hasta aproximadamente los seis años, tiempo en el cual se evalúa con una junta médica y bioética que analiza si pueden permanecer un tiempo más en acción o entran al programa de retiro y posterior adopción para que pasen el resto de su vida disfrutando de un merecido descanso en compañía de una familia adoptante.
Los perros entrenados, generalmente, provienen de los propios criaderos que tiene la fuerza pública que son vigilados por las diferentes entidades ambientales y fitosanitarias para garantizar el bienestar de todos los perros que nacen para prestar durante sus años de mayor actividad un servicio activo y peligroso al país, pues en los últimos años se han conocido varios casos de perros antinarcóticos amenazados y asesinados por cumplir eficientemente su labor.