A orillas del Sena, en la empedrada París del siglo XVI, los libreros empezaron la primera revolución francesa. No se trató de un conflicto para abolir la monarquía, en absoluto. Fue una revuelta para conquistar el espacio público y, por supuesto, para vender más. Quizás fue también, según algunos estudiosos, la primera manifestación del urbanismo táctico (UT), que viajó en el tiempo para instalarse en 31 zonas de Medellín.
Les bouquinistes, como se les dice en francés, invadieron una calle por donde pasaban las carretas arrastradas por caballos. Hubo protestas en contra de los vendedores, parte de la ciudad los rechazó, pero al final, por su persistencia, la autoridad les permitió quedarse allí, al punto que en 2007, con mobiliarios adecuados especialmente para ellos, la Unesco declaró su actividad como patrimonio de la humanidad.
Volviendo a la capital antioqueña, en tiempos donde las carrozas hace más de un siglo fueron desplazadas por los automotores, el UT fue tomado como bandera por la administración pasada como estrategia de seguridad vial. La premisa: proteger a los peatones y evitar su muerte en las vías.
Así ha sido durante cuatro años con las intervenciones que se pueden apreciar en el mapa. Por eso, cuando el actual secretario de Movilidad, Carlos Cadena Gaitán, expresó que la ciudad tenía que despedirse del UT, surge la pregunta: ¿Entonces para qué se invirtieron $1.316’676.000 en ello, entre 2016 y 2019?
En el origen está el por qué
La estrategia en Medellín quedó representada en sectores como Laureles, Carlos E. Restrepo, Parque Lleras, Avenida La Playa, entre otros. En total la alcaldía instaló 1.129 materas, símbolo de la medida y elemento segregador para aislar a los vehículos particulares del nuevo espacio público.
Como característica universal, el UT contemporáneo incluye colores llamativos o dibujos sobre el pavimento y, en ocasiones, también se disponen algunas bancas para el encuentro de la gente.
Algunas pistas sobre por qué invertir en este tipo de obras quedaron consignadas en la tesis “Urbanismo Táctico: propuesta de pautas metodológicas para la construcción colectiva del espacio público”, publicado en 2017 por Laura Bibiana Sánchez Gómez, de la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga.
La investigadora muestra, además del origen con los libreros franceses, que en Estados Unidos en los años sesenta inició en Seattle el proyecto Open Streets, mientras que en San Francisco, en 1970, con arquitectura portable comenzaron a instalar parques en algunas zonas de la ciudad.
¿Para qué? Sánchez Gómez concluyó que el UT sirve como una práctica experimental, de bajo costo, que es el paso previo al urbanismo convencional y definitivo. Es la transformación creativa para volver más habitable un área sin que sea permanente. “Se evalúa su impacto y pertinencia de aplicación”, explicó, porque a veces las obras civiles que no son concertadas, “pueden resultar contradictorias a las necesidades manifiestas de los habitantes”.
Con esta tesis coincide Darío Hidalgo, consultor internacional en materia de movilidad, quien puso como ejemplo la peatonalización de Times Square en New York, a la cual comparó con lo que se hizo en Medellín en la Avenida La Playa, que ahora es un lugar más amable para las personas que caminan la ciudad.
El experto agregó que, para el caso de la capital antioqueña, aunque el costo total de las intervenciones pueda parecer grande, no lo es y estima que representa la décima parte de lo que hubiera costado si de partida se construían obras civiles permanentes.
Eso sí, subrayó Hidalgo, la evaluación de la pertinencia del UT debe tener un lapso entre dos a cuatro años; es decir, debe ser temporal. Pasado ese tiempo se debe definir si la estrategia funcionó e intervenir, o no, de manera definitiva.
En ese sentido fue la declaración del secretario Cadena, cuando le dijo a EL COLOMBIANO que, para el caso local, se llegó a un punto “en el cual debemos llevar el UT mucho más allá”. Incluso, dijo, porque hay parte de la comunidad que está en contra de esta iniciativa y es importante que también puedan “sentirse cómodos e incluidos en el debate”.
Amores y odios
Uno de los barrios donde causa mayor controversia el UT en Medellín es Laureles, específicamente el sector de La Consolata. Según la alcaldía, antes de instalar las materas en esta área se registraban hasta 11 incidentes viales con peatones, mientras que con la modificación bajaron a cero.
Fernando Arango, vecino que reside allí hace más de 40 años, es asiduo defensor de la estrategia. Reveló, ratificando lo dicho por la administración, que era común enterarse de casos de personas atropelladas.
Por eso teme que este punto desaparezca después de lo dicho por la nueva administración. “Nuestra comunidad está agradecida con el cambio que esto significa”, expresó.
No piensa lo mismo Jaqueline Sucerquia Cardona, edil de la comuna 11, quien calificó la iniciativa como fallida e improvisada. Según ella, es el motivo por el cual el nuevo secretario afirmó que había que despedirse del UT.
La líder comunitaria indicó que ni siquiera el mobiliario es cómodo para la gente, pues en invierno es impensable que las familias puedan estar allí por la lluvia y, cuando hace calor en la ciudad, las bancas de concreto se calientan tanto que sentarse no es una opción.
“Quizás pensaron en algo que era innovador, lo copiaron de otros países, pero nuestra comuna no tiene infraestructura para hacer pruebas piloto. Nos están saturando de intervenciones en espacios donde no caben (...) No nos parece que nos estrechen más las vías”, aseveró.
Lo cierto es que en 2017, 2018 y 2019 en varios momentos del año las áreas intervenidas, sobre todo en Laureles, se convirtieron en zonas de acopio de bolsas de basura y otros escombros que constantemente debían ser limpiados por la administración.
Las críticas al UT también fueron visibles en países donde los gobiernos le apostaron a esta alternativa. El diario La Segunda, en Chile, recogió en enero de 2018 el análisis de dos expertos sobre la inconveniencia de estas soluciones temporales.
Genaro Cuadros, director del Laboratorio Ciudad y Territorio de la Universidad Diego Portales de Santiago, opinó que era un error que este tipo de urbanismo se usara para suplir las políticas públicas que deben resolver problemas de acceso a zonas verdes o equipamento urbano. “Es una estrategia liviana de intervención que sirve para salvar el momento”, comentó en el medio chileno.
Mientras que en el mismo artículo, el director de Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Luis Fuentes, manifestó que el UT “es más visible, tiene más prensa, pero son parches”.
Término medio, el ideal
Darío Hidalgo sugirió no estigmatizar a la estrategia y señaló que muchos de los ciudadanos que la critican son conductores de vehículos particulares y sienten que las vías solo son para ellos.
Para el experto es mejor pensar en un término medio, porque tampoco se trata de que el UT sea la única posibilidad, ni que las obras civiles definitivas sean la solución para todo.
Una prueba de que este urbanismo temporal funciona, subrayó, es precisamente el daño que sufren muchas materas u otros elementos segregadores que las integran, pues significa que están cumpliendo una labor educativa en las vías de Medellín.
Sobre este asunto, la alcaldía informó que entre 2016 y 2019 desembolsó poco más de $53 millones para hacer mantenimiento del mobiliario afectado.
En la obra “Acupuntura Urbana”, el arquitecto y exalcalde de Curitiba (Brasil) Jaime Lerner, reflexionó sobre el urbanismo asemejándolo a la interacción entre un médico y su paciente. Con esto, da a entender que la ciudad a veces necesita intervenciones para reaccionar, para sanar algunas zonas. En todo caso, en ese proceso, el UT sería solo la “chispa” que inicia una acción.
Habrá que esperar hasta conocer el nuevo Plan de Desarrollo de Medellín para saber si esa chispa se despedirá para dar paso a obras permanentes, o si fue una intención fugaz .