Entre tractores y cultivos de papa y fresa de La Unión, cada miércoles santo aparece la particular figura de un hombre que, encorvado pero firme en su propósito, carga una pesada cruz de madera hasta Girardota emulando la gesta que Cristo realizó hace más de 2.000 años. Lo que podría parecer toda una novedad para un foráneo, es una tradición sostenida desde hace 30 años por un hombre con una historia digna de tiempos bíblicos.
Quien lleva la pesada cruz es Albeiro de Jesús Cardona, más conocido en el Oriente como Nereo. Tiene 66 años y justo este miércoles ajustó tres décadas de peregrinar sin sentirse fatigado, según él, gracias a un don que Dios le concedió.
“La gente me dice que yo tan ‘patriota’ que voy hasta Girardota, si los que van hasta San Antonio de Pereira quedan de cama. Pero yo sigo aliviado gracias a Dios, porque la bendición de Él me da energías para llegar”, dijo el hombre que tiene pinta de apóstol.
El jardinero fiel
Nereo es una especie de asceta, un jardinero de aspecto frágil, ojos entre grises y verdes que a veces parecen tristes, y voz calmada a la que a veces cuesta seguirle el ritmo de la conversación pues su hablar campesino se exalta o se conmueve de la nada. Es impensable no asociar su imagen con las estampas del Cristo coronado de espinas que pululan en la pesebrera donde vive y comparte con gallinas, gallos, un gato y su perra.
La vida de Nereo, como la de tantos personajes bíblicos, ha estado marcada por el sino de la desdicha. Con apenas seis meses de nacido en Circasia, Quindío, el pequeño Albeiro quedó huérfano. Fue entonces cuando quedó al cuidado de sus tíos quienes le volvieron la vida un infierno a punta de maltratos y golpizas. La enconada violencia contra el pequeño siguió luego de que la familia se mudara a La Unión hace “ya tantos” años.
“Desde pequeño tuve que superar tres pruebas que Dios me puso: que mi familia me maltratara y tirara a la calle, que terminara durmiendo en una pesebrera, y que aprendiera a vivir con los animales. De la última prueba aprendí que si viviéramos como los animales este mundo sería mucho mejor”, comentó Nereo mientras le daba un pedazo de pan a Candy, su perra fiel, justo antes de iniciar el viaje que marcará tres décadas de tradición.
Mensaje entre sueños y visiones
Cerca de las 9:00 a.m, Nereo inició su peregrinaje desde el parque de La Unión. Su recorrido cargando una cruz de 15 kilos de peso comenzó entre la burla y la indiferencia de muchos de los que se lo toparon en el camino. Incluso personas de otras religiones miraban con desaprobación su actuar.
A su lado iba Mauricio, otro peregrino que acompaña a Nereo desde el año pasado. Mientras la urbe se volvía monte, los dos hombres se refugiaron en el silencio, solo el infinito ruido del roce del retablo contra el pavimento les acompañaba. Mas adelante otro compañero, Raúl, se les unió. Los hombres apuntan que van al viaje a darle gracias a Dios y a pagar promesas. A estas alturas, es imposible que la estampa ofrecida por los tres no se asocie con la de Jesús, Dimas y Gestas.
Nereo cuenta que su vida sufrió un cambio total justamente cuando rondaba los 33 años, la edad de Cristo. Para esas fechas comenzó a tener visiones y sueños místicos.
“Yo estaba durmiendo, cuando en un momento me levanté porque me sentía mojado todo el cuerpo. Cuando prendí la luz me vi fue bañado en sangre”, narró.
Posterior a esa visión, Nereo sufrió un accidente que le afectó sus costillas gravemente. Sin embargo, unos allegados por esas fechas lo invitaron a peregrinar a Guarne, petición a la que no se pudo resistir.
“Una señora me dijo que no fuera porque todavía estaba muy enfermo, pero yo le dije que tranquila, que yo ponía todo en manos de Dios. Cuando iba por Rionegro ya no sentía ni dolor ni malestar. Pero ese no fue el único ‘milagro’ de ese día. Llegando a Guarne tenía sed, pero no había donde encontrar agua. En una parada hice una cuevita en la tierra y de ahí brotó un montón de agua”, apuntó el hombre.
Días después otro sueño perturbó a Albeiro de forma tal que hasta hoy dice que es una de sus mayores revelaciones.
“Soñé que estaba en un desierto, pero luego pasé a unas mangas llenas de plata y al paraíso. Allí había dos casitas: la del pobre y la del rico. Dios le dijo al pobre que estuviera preparado porque ‘los días son cortos’, mientras que al rico no le dijo nada porque este se sentía rey del mundo y vivía humillando y maltratando al pobre. Entonces llegó el día de las tribulaciones y el rico aguantando hambre. Entonces se metió a la casa del pobre y con grosería le dijo que le daba $1 millón por un bulto de papas. Pero el pobre se negó y le dijo ‘si usted cree que los ‘días cortos’ que quedan yo voy a sobrevivir comiendo papeles, usted está muy equivocado’. Ahí me desperté”, narró Nereo.
Pero las revelaciones místicas no pararon ahí. Nuevamente en sueños –como le ocurría a los profetas bíblicos– Nereo sintió que una voz le dijo que “que dicha fuera que llevara la cruz a cuestas”.
“Ahí fue que se me metió en la cabeza la idea de peregrinar a Girardota. Pero aún así yo primero me rebusqué para conseguirme plata para comprar telas con qué hacerme la túnica porque no justificaba yo cargar la cruz en ropa normal. Y así hace 30 años fue que cumplí esa promesa de ir a Girardota con esa primera cruz que pesaba como 60 kilos. Ya en Girardota todo el mundo me admiró y se llenó de dicha”, añadió.
El “mandadero” de Dios
El paso a la ruralidad también trae otros cambios: de las mofas se pasa a la admiración. Desde carros, bicicletas, tractores y cultivos a bordo de carretera se escuchan pitidos y gritos de aliento para Nereo y sus acompañantes. “¡Recen por mí!”, grita alguien.
Nereo no solo realiza el peregrinaje como una forma de ponerse en paz él mismo, sino que a su modo se ha vuelto en una especie de mensajero de Dios que lleva peticiones para el Altísimo y trae encargos desde Girardota a los feligreses de La Unión que no pueden ir o que prefieren confiar en él para que el trámite de su pedido celestial sea más expedito.
De fincas, negocios y portones salen personas que detienen a los viajeros para encargar las peticiones que Nereo guarda ceremonioso en una talega color zapote que cuida con recelo, pues alega que es la fuente de su don.
“Cuando paso con la cruz me encargan peticiones y me dan alguna ayuda económica, un ‘granito de mostaza’, así sea poco. Ya en Girardota yo dejo la cruz en el Monte del Calvario de allá y las peticiones las dejo en la iglesia para que allá las puedan encender en una hoguera porque me da pesar botarlas como si fueran basura. Luego compro los encargos que la gente me pide. Yo vivo agradecido porque la gente me colabora mucho”, explicó entre sollozos.
De vez en cuando el trío de hombres se detiene para tomar alientos y para conversar sobre aquellos otros que dijeron que iban a unírseles en la travesía pero que en la hora final, como Pedro, quedaron mal. Bien dice en la Biblia: muchos los llamados, pero pocos los elegidos.
Los riesgos del camino
Pese a su “misión divina”, las travesías de Nereo no han estado exentas de dificultades y obstáculos. El año pasado fue tal vez el más duro, pues una enfermedad lo tuvo en cama por 15 días y sintió que no iba a ser capaz de hacer el recorrido. “Pensé que ahí tenía que entregar los trapos. Pero Dios me dio la fortaleza para coger alas otra vez y salir a la carretera”, apuntó.
Aún así, el camino también tuvo sus dificultades, pues durante el trayecto Nereo fue atropellado por una moto.
“Yo quedé como cinco minutos ‘privado’, como en el más allá. Y sin embargo, al rato me recuperé y seguí. Yo sentía la pierna hinchada y me sonaba como ‘cascara de huevo’, pero bueno, me impuse las manos en la rodilla, puse todo en manos de Dios y seguí. Y vea, fue el año que mejor me fue, porque normalmente me demoro como 18 horas yendo hasta Girardota y esa vez fui en casi 14”, narró.
De hecho, en el recorrido de ayer, algo muy peculiar pasó. Mientras Nereo caminaba, un hombre malencarado salió a la vía a gritarle improperios. Pero inexplicablemente al sujeto lo agarró un ataque de tos tan violento que no le dejó musitar más palabras. La tos solo cesó cuando este se alejó de los peregrinos.
Con el paso de las horas la fragilidad de Nereo parece irse transfigurando en fortaleza. Cada vez cuesta más seguirle el ritmo que lleva aún con la pesada cruz a cuestas. Y el poco diálogo que sostiene con sus acompañantes lo hace con una voz fuerte que se antepone al ruido de los carros que pasan a su lado.
Entrando a La Ceja nos separamos del grupo que espera haber coronado esta nueva gesta cerca de la media noche de este jueves. Antes de irnos es imposible no preguntarle a Nereo si ha pensado retirarse y sobre quien tomará su manto cuando deje este mundo pese a que no tiene hijos.
“Desde que mi Dios me de las energías, yo seguiré caminando ante los ojos de todo el mundo”, musitó Nereo antes de sumirse en esa concentración que le exige recorrer los casi 66 kilómetros que separan ambos poblados donde tal vez residan dos milagrosos de Antioquia.