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¿Símbolos de la memoria están condenados al olvido?

El derribo y ataque a dos monumentos en Antioquia atiza el debate sobre el objetivo de estos símbolos.

  • ¿Símbolos de la memoria están condenados al olvido?
  • 1. Fuente de la vida, escultura instalada en honor a las víctimas de los 12 apóstoles en Yarumal. 2. Monumento en memoria de los niños masacrados por el F2 en 1992. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
    1. Fuente de la vida, escultura instalada en honor a las víctimas de los 12 apóstoles en Yarumal. 2. Monumento en memoria de los niños masacrados por el F2 en 1992. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
27 de noviembre de 2021
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El busto que desde hace 11 años honraba en el parque de Ituango la memoria de Jesús María Valle, cuya defensa de los derechos humanos le costó la vida en 1998, fue desmontado hace dos semanas ante el desconcierto de pobladores y la promesa del alcalde Mauricio Mira de construir un nuevo monumento que sí represente la memoria del abogado pues, según dijo, el actual parecía más una ridiculización que un homenaje.

En medio de la indignación por el hecho, líderes sociales y activistas señalaron que el busto de Valle no era el único símbolo de memoria en problemas. En Yarumal, la escultura “Fuente de la vida” en honor a las víctimas del grupo paramilitar “los 12 apóstoles” que actuó en connivencia con fuerzas del Estado, ha sido vandalizado y convertido en basurero.

Ambos hechos reviven el debate sobre cuál es la pertinencia y finalidad de los símbolos de memoria, de la reparación símbólica en la búsqueda de verdad, justicia y reparación.

El caso en Yarumal arroja luces sobre el asunto. Según explica el abogado e investigador Sergio Mesa, en el municipio del Norte de Antioquia donde operó durante la década del 90 un aparato paramilitar, no se ha hecho una pedagogía de la memoria histórica del conflicto, una deuda que, sumada a la negación y resistencia de sectores involucrados, hizo inevitable el desenlace de la obra instalada en 2014 y a la que hoy vulgarmente llaman “la miona”.

La escultura la instaló la Policía Nacional y el Ministerio de Defensa para cumplir con una orden del Consejo de Estado de entregar un monumento alegórico a la vida como acto de reparación que, no obstante, no hace ninguna alusión concreta a las víctimas. Además –apunta Sergio– el acto que hizo la Fuerza Pública por cuatro asesinatos en los que la justicia determinó su participación, no fue recibida como un gesto de genuino de reconocimiento y perdón, sino como una imposición.

Pese a ser escenario del conflicto durante tantos años, Yarumal no hizo ningún ejercicio de memoria para integrarse al Informe de la Comisión de la Verdad. Ese es justamente el trabajo que decidió liderar Mesa y se materializará el próximo año con un libro que verá la luz el próximo año.

No obstante, la falta de movilización en torno a la memoria histórica del conflicto en Yarumal, según Mesa, ha privado a las víctimas de recibir una reparación integral, que va mucho más allá de lo material.

Es justamente esto lo que es necesario entender para hablar de una verdadera justicia restaurativa, según expone Alejandra Cardona, asesora de dirección de la Casa Museo de la Memoria.

Cardona explica que los casos de violencia sitemática contra los derechos humanos, por lo general causan un impacto irreparable que no se subsanan con compensaciones materiales. En estos casos, lo simbólico cumple un papel crucial para resignificar los hechos y ayudar a las víctimas a hacerle frente al dolor.

La reparación simbólica, apunta Alejandra, es cada vez más importante en el marco de la justicia transicional, en la medida en la que el país comprende que aunque muchos daños causados por los actores del conflicto no son tangilbles, calaron mucho más hondo en las víctimas.

En ese sentido, la experta recalca que es necesario entender que lo importante no es la placa o el monumento sino el proceso que se construye alrededor de estos. Y es la comunidad la que los dota de significado. Es decir, debe decidir qué tipo de objeto los representa, dónde y cómo lo ubican. Por eso fracasan –dice– los símbolos que se erigen de manera arbitraria.

Así ocurrió, precisa, con el monumento en memoria de los ocho niños masacrados en Villatina el 15 de noviembre de 1992 por agentes del F2 de la Policía.

La obra fue ordenada en 2004 por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como parte de la reparación por parte del Estado. Sin embargo, a las familias de los niños nunca se les hizo partícipes de la decisión de dónde ubicar el homenaje a los niños y hoy, apostado en el parque del Periodista sin ofrecer mayores pistas que expliquen su existencia, es considerado como una revictimización por parte de algunas madres.

Pero a pesar de estos casos fallidos, Mesa y Cardona recalcan que sí es posible alcanzar la eficacia restaurativa con estos símbolos.

La Casa Museo de la Memoria es uno de los ejemplos. El lugar nació cuando el conflicto armado latente (2006) y ha garantizado en sus 15 años de existencia un compromiso irrestricto en defensa de las víctimas, independiente de las administraciones que han dirigido la ciudad.

En Yarumal quieren emprender ese camino hacia la justicia restaurativa. Concretamente en el corregimiento de Ochalí, donde los paras perpetraron una masacre hace 21 años y justo el pasado miércoles la comunidad aprobó el plan de reparación colectiva.

Los campesinos decidieron incluir un componente de memoria que se juntarán a construir y del cual, cuenta Sergio que acompañó el proceso, decidirán qué símbolos son los adecuados para garantizar que lo que les pasó nunca se olvide y jamás se repita.

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