Que Medellín se ha convertido en la capital del turismo en el país y que año a año recibe más visitantes de todo el mundo se ha repetido ya hasta el cansancio. La ciudad y sus habitantes, especialmente tras la pandemia de covid-19, hemos tenido que ir adaptándonos, a veces a regañadientes, a las realidades que implica ser un destino turístico con sus luces y sus sombras.
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Se ha hablado mucho, por ejemplo, de cómo los turistas han cambiado los barrios y las dinámicas habitacionales de la ciudad. Cada vez son más las viviendas que se destinan para rentas cortas (14.000 según el registro nacional de turismo), mientras la gente de la ciudad se desplaza de a poco hacia la periferia porque no le alcanza para pagar por un arriendo que no para de subir.
Sin embargo, antes del colapso de los hoteles y sus variaciones, que todavía no ha llegado al 100%, ocurrió el colapso de un aeropuerto que lleva ya dos años al borde de la asfixia.
El aeropuerto José María Córdova tiene una capacidad para recibir a 11 millones de pasajeros y desde el 2022 esa cifra está desbordada. Ese año fueron 13,4 millones; al año siguiente, en el 2023, la cifra bajó a 12 millones a causa del cierre de Viva y de Ultra. En el primer semestre de este año fueron 6,5 millones y se espera que la suma al final del año sea de casi 14 millones. La proyección para el 2028 es que por el aeropuerto internacional pasen más de 18 millones de personas al año.
Este año se está realizando la actualización del plan maestro de la Aerocivil y de ahí que esté de moda el debate sobre la construcción de una segunda pista en Rionegro y de un nuevo aeropuerto que reemplace al Olaya Herrera en Santa Fe de Antioquia o en el Llano de Ovejas en San Pedro de los Milagros.
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Pero esos planes, aunque parezcan urgentes, no lo son tanto como destapar el cuello de botella que hay ahora en Rionegro y que está haciendo que la experiencia, tanto de los turistas internacionales como de los mismos nacionales a la llegada al país, sea un caos.
En este punto es importante una precisión: la operación de la pista del aeropuerto de Rionegro todavía no está desbordada, pues tiene una capacidad para 30 operaciones cada hora y está recibiendo 24, de manera que todavía tiene un margen de más del 20% para crecer. Lo que no da más abasto son el resto de operaciones: las filas para hacer el check in, en los puestos de migración, los parqueaderos, las bandas para recoger las maletas, las salas de espera, etc.
EL COLOMBIANO preguntó a Migración Colombia si tenía establecido algún plan de choque para agilizar las filas que todos los días son más largas y no obtuvimos respuestas. Sin embargo, una fuente no oficial que conoce bien el movimiento dentro de la entidad nos dice que una de las fallas es que se amplió exponencialmente los pasillos de Biomig, que es el proceso de migración automática con el iris del ojo, y cada vez hay menos personal de la entidad. Así que lo recomendable en este caso, si no quiere hacer filas, es que haga el trámite de registrarse en Biomig la próxima vez que vaya a salir del país.
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Claro que Biomig está disponible solo para colombianos mayores de 12 años, así que para los extranjeros no queda otra opción que las largas filas que solo podrían solucionarse con un equipo de funcionarios que vaya creciendo a la par de la llegada de visitantes.
De acuerdo con cifras de Migración Colombia, este año casi medio millón de extranjeros han entrado al José María Córdova. La cifra más alta se presentó en junio (77.751) y se espera que siga subiendo de aquí a final de año, teniendo en cuenta que en julio fue Colombiamoda y que en agosto es la Feria de las Flores. La mayor parte de esos turistas, casi el 90% viene por turismo. El segundo motivo es el de negocios, seguido de los miembros de tripulación, los residentes colombianos y la gente que viene para eventos, trabajo o a practicarse algún tratamiento médico.
Desde Airplan, el concesionario que opera el aeropuerto de Rionegro y el Olaya Herrera, tienen presupuestado un plan de choque mientras se define lo del nuevo aeropuerto y la segunda pista, que deberán estar listos para el 2028. Ese plan de choque cuesta unos $250.000 millones e incluye la ampliación de las áreas de Check in, salas de abordaje, adecuaciones en las áreas de conexiones, inmigración y emigración, así como un nuevo edificio de equipajes. Esto con el fin de aumentar la operación hasta 17 millones para el 2026.