Este año, por primera vez desde su creación en 2019, más de 110 empresas de toda la jurisdicción de Corantioquia se postularon al Sello de Sostenibilidad, una de las iniciativas bandera de la directora general, la ingeniera ambiental Ana Ligia Mora Martínez, quien este año terminará su gestión en la entidad para asumir en 2024 un nuevo reto en la Alcaldía de Medellín, donde Federico Gutiérrez la nombró como su próxima secretaria de Medio Ambiente.
La iniciativa, cuenta Mora, surgió con la necesidad de mejorar la imagen y la relación que la Corporación tenía con los empresarios. Antes de su llegada, muchos veían a Corantioquia únicamente como una autoridad ambiental que los visitaba para ponerles multas y sanciones, pero, como bien lo explica la directora, la Corporación también tiene como misión implementar acciones de promoción, sensibilización y educación ambiental enfocadas al mejoramiento y la protección de los recursos naturales, así que bajo estos lineamientos se diseñó la estrategia de Sello de Sostenibilidad que permitió a su vez el acercamiento y la articulación con el sector productivo y empresarial.
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De allí fue que surgió la idea de crear un incentivo como el Sello de Sostenibilidad para motivar a los empresarios y gremios a que no solo se acercaran más a la Corporación y tuvieran una relación diferente con esta, sino que también hubiera una mayor sinergia entre ellos para que entre todos se iniciara un proceso de mejora continua. Aunque el crecimiento del Sello ha sido exponencial, al principio no fue fácil, pues dice Mora que las empresas dudaban en participar, puesto que temían que una evaluación de Corantioquia, en lugar de premiarlos y reconocerlos, resultara en un proceso sancionatorio.
“Lo bueno ha sido que con el tiempo ellos se han ido animando, porque les dijimos que si participaban los íbamos a retroalimentar para que mejoraran, pero que no íbamos como autoridad ambiental. Eso es un ejercicio de educación, una estrategia para trabajar con los sectores productivos, para generar confianza, conocimiento y mejorar sus prácticas”, explica Mora. Al Sello pueden aplicar empresas de cualquier sector económico, de cualquier tamaño y no tienen que pagar nada, el único requisito es la voluntad de mejorar la manera en que se relacionan con el medio ambiente. La acogida que ha recibido la iniciativa es innegable.
En el 2019, su primer año, se postularon 45 empresas; en el 2020, 61; en el 2021 fueron 51. El salto grande ocurrió en el 2022, cuando fueron 96 las participantes, mientras que, en la última edición, la de este año, fueron 115. Eso significa que en los 80 municipios de la jurisdicción de Corantioquia hay más de un centenar de empresas cuyo compromiso con el patrimonio ambiental y el desarrollo sostenible es tal que están dispuestas a implementar prácticas ambientales que superen con creces los mínimos exigidos por la ley.
Después de analizar cada una de las postulaciones, la Corporación entrega un sello que va desde A hasta AAA, siendo la AAA la mejor de las categorías. Desde la primera cohorte del Sello tres empresas han permanecido en esta posición, todas de industrias y mercados diferentes: Incolmotos Yamaha, Mineros Aluvial y la Constructora Conaltura. Este año, por ejemplo, ascendieron de categoría compañías como Cueros Vélez, Alpina y Colanta. Y es que el Sello, como bien dice Mora y los voceros de algunas de las empresas participantes, es un incentivo que los motiva a buscar mejorar las prácticas ambientales cada año.
Respecto a los beneficios que tiene para una empresa obtener el reconocimiento de Corantioquia, Mora explica que desde la concepción del programa siempre el principal beneficio ha sido la buena imagen y el impacto reputacional que puede tener para una empresa que una autoridad ambiental, de la exigencia de Corantioquia, le reconozca que hace bien las cosas en materia de sostenibilidad ambiental. “Nosotros fuimos generando estrategias de mercadeo, de visibilización, y se fue dando de manera natural, espontánea, que los que se iban ganando el sello iban mostrando ese plus ante su nicho. Por ejemplo, una empresa de lácteos nos decía que ya no podía perder el sello porque si lo perdían ya no iban a poder vender sus productos en determinada línea de tiendas, donde es importante que lo ambiental sea visible”, agrega la directora.
De manera que, en un mercado con consumidores cada vez más exigentes y mejor informados sobre el impacto ambiental de sus compras, el Sello de Sostenibilidad no es solo una oportunidad para mejorar los procesos internos en relación con la responsabilidad social ambiental sino para posicionarse mejor de cara a los clientes y aumentar las ventas.
“Ese sello ha sido una estrategia que yo no pensé que fuera a fortalecerse tanto, lo empecé como un proceso más de reconocimiento para decir que no somos solo la sanción, y cada vez vemos cómo toma más forma, cómo los empresarios se emocionan por estar el día de la premiación y recibir ese sello”, cuenta Ana Ligia Mora.
Juan Carlos González Callejas, presidente de Incolmotos Yamaha, dice que la empresa se ha identificado desde el primer momento con el Sello, pues siempre ha tenido una filosofía de prácticas armoniosas con el ambiente, buscando que sus procesos siempre tengan el menor impacto ambiental. En tres de las cinco versiones del programa, Incolmotos Yamaha ha recibido la máxima calificación, triple A, y de los atributos que encuentra más valiosos de esta iniciativa es poder darle a conocer a otras compañías, de otros tamaños, de otros sectores económicos, e incluso competidoras, la filosofía de su trabajo y las buenas prácticas que han desarrollado durante años. Dice González que sin duda estas iniciativas son muestra de que “es posible hacer negocios y hacer empresa, ser un motor de transformación, sin descuidar el aspecto medioambiental”. Insiste en que a pesar de que el Sello de Sostenibilidad es un buen incentivo, lo importante es hacer bien las cosas más por convicción que por tener algún reconocimiento, y remata diciendo que durante los años en que han participado de esta iniciativa han encontrado oportunidades para reducir su huella de carbono, para mejorar sus procesos de siembra y reforestación, así como el reciclaje de sus residuos.