Su visión del urbanismo, enmarca una tendencia que se viene imponiendo con paso firme: la de la renovación de los territorios basada en usos mixtos del suelo.
Francisco García no solo es el reconocido arquitecto español que ha plasmado grandes obras en Dubai o China. Es director de Planeación de Miami, Estados Unidos, y ha liderado procesos de transformación en esa ciudad —como desarrollar el Distrito de la Creación, Wynwood— hoy modelo en todo el mundo.
Recientemente estuvo en Medellín para conocer, de primera mano, eso que tanto hablan del milagro urbanístico de esta capital. Invitado por Comfama, además, propició la conversación sobre el proyecto de renovación del Perpetuo Socorro, un ejercicio que emula al que lideró en el país norteamericano.
¿Qué ha pasado en Miami, urbanísticamente, en los últimos años?
“Miami se funda en 1896 y hasta 1975 no puede ser considerada como de envergadura. En los 80 empieza a desarrollarse la industria de la moda, la imagen. Miami se pone de moda. Las palmeras, los edificios nuevos. Había poco, pero lo suficiente para generar un turismo más vanguardista y se despertó una industria inmobiliaria”.
¿Cómo surgió Wynwood?
“Tuvimos suerte de retener una gran parte de la clase creadora, que si bien en un momento empezó en Miami Beach, luego se fue a otras zonas de la ciudad. Esta gente escogió quedarse, le gustaba la ciudad. Y así llegaron a Wynwood, que los recibió sin imposiciones. Era un lienzo en blanco. Había naves industriales abandonadas (bodegas). Si alguien quería pintar en aerosol no había a quién le molestara. Si uno más hacía una fiesta por la noche, no tenía lío por la música.
Ahí se empezaron a ocupar las paredes en blanco de las bodegas, con su arte urbano y ciertos inversionistas neoyorquinos y de otros países vieron la posibilidad de crear un distrito diseñado, mejorado para ser el vecindario que pertenezca a la clase creativa”.
Hoy todos los turistas visitan el distrito y uno no se alcanza a imaginar lo que había ahí antes...
“Empezamos haciendo una recalificación del terreno. Wynwood comienza como una zona de expansión industrial con prestaciones para que entren camiones, cargue y descargue, bodegas de material. Entonces, se hizo un replanteamiento de las normativas de desarrollo para promover usos mixtos: oficinas, industria, vivienda, comercio.
No había parques, colegios, calles. Lo que se hizo es lo que en Medellín se conoce como planes parciales y los hicimos con inversionistas, que tenían una visión de qué es lo que querían lograr, y conocían a quienes ocuparían la zona”.
¿Cuánto tiempo duró la transformación?
“Fue vertiginoso. Si hace 10 años ibas a Wynwood salías corriendo. Tu vida peligraba. Era una zona desierta, sin luces, alambres de púa, bodegas abandonadas”.
¿Qué tan difícil fue que esos inversionistas cumplieran los lineamientos?
“Creamos un plan de desarrollo con equilibrio entre condiciones para inversiones firmes que permitieran beneficios económicos y al arquitecto normativas que le permitieran la creatividad sin usos excesivos de altura. También equilibrio entre el trabajo de creadores y se respetó a los ocupantes de, por ejemplo, un taller antiguo de autos para que pudieran permanecer hasta que les diera la gana”.
En Medellín, planes parciales como Naranjal y Chagualo han tenido dificultades. ¿Por qué pasa esto?
“La dificultad es cómo encontrar un consenso entre los actores que hay en una zona. Eso es más difícil en ciudades antiguas, establecidas, con mayor trayectoria histórica, porque si lo que se pretende es generar cambio se encontrará gente muy arraigada a la zona y que les resulta difícil ver una realidad que no sea la que vive en el momento.
En Wynwood estaba claro que la realidad que fue se había ido para no volver. La industria que había respondía a factores que ya no se daban y había que inventarse una cosa nueva.
De Medellín sé que hay una mancha urbana que se expande a los límites y se busca poblar el Centro, lo que es positivo”.