Los vellos no son bellos, no son higiénicos, son cosa de hombres, son vergonzosos, dan asco, y deberían darle pena a las mujeres que los tienen. Estos son algunos de los miles de comentarios que, en Instagram, acompañan la fotografía de la más reciente campaña de Adidas, True Purpose, en la que se ve, sonriente y orgullosa, a una joven con pelos en sus axilas.
Se trata de una nueva línea de ropa deportiva de la diseñadora británica Stella McCartney, la hija de Paul McCartney, que contó con la bailarina y coreógrafa de pole dance Leila Davis como modelo y que busca, según la marca, resaltar la inclusión de todos los tipos de mujer y su autenticidad y utilizar el deporte como transformador social.
Las imágenes de la nueva colección fueron recibidas, por muchos, con comentarios positivos que celebraban la normalización de algo tan natural como el pelo. Sin embargo, también hubo quienes rechazaron y la criticaron.
Al respecto, la modelo Davis dijo en su Twitter que “esto no se lo harían a un hombre, los niveles de desprecio que tienen hacia mí definitivamente se deben a que soy negra. Les enferma que una gran marca nos dé, a mí y a mis axilas peludas, una plataforma”.
EL COLOMBIANO consultó con expertos en historia, antropología y ginecología para analizar por qué los vellos son concebidos, sobre todo en el caso de las mujeres, como algo desagradable y para confirmar o negar si son antihigiénicos y sucios.
De animales y hombres
Los seres humanos son los únicos primates que carecen de una capa de pelo cubriente, dice el profesor de Antropología Cultura de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana, Gustavo Adolfo Muñoz Marín.
Los biológicamente hombres, por su parte, poseen más vello corporal, conocido como pelo androgénico, porque tienen más hormonas masculinas (andrógenos) que las mujeres.
Así, con los siglos y a partir de la normalización de esta condición genética, las culturas han asociado el vello con masculinidad, hombría, porque era lo que más veían, explica Muñoz. Por eso, cuando una mujer sufría de lo que se conoce como hirsutismo (exceso de andrógenos, sobre todo testosterona que ocasiona ese crecimiento adicional), se consideraba anormal y masculina.
Muñoz agrega que esto, que aún ocurre en las sociedades actuales, es común en los distintos fenotipos que hay alrededor del mundo: “Hay unos, como los asiáticos o latinoamericanos, que tienen menos pelo que otros grupos como los caucásicos pero, aún así, son biológicamente los hombres los que tienen más densidad en todos los casos”.
Hoy se sabe que, si una mujer tiene más vellos, se debe a un desajuste hormonal, aunque aún está rechazado por algunos grupos culturales.
Las mujeres llevan el peso
Además de esta explicación biológica, que ya pone parte del peso sobre las mujeres, se suman otras razones culturales e históricas que han hecho que, por lo menos hasta la última década, sean ellas las más criticadas por el vello.
De acuerdo con Patricia Cardona, docente historiadora y coordinadora del Doctorado en Humanidades de la Universidad Eafit, son varios los factores. Uno es la idealización de la juventud que llega, en ocasiones, a la infantilización. “Pareciera una inclinación por los cuerpos que aún no están desarrollados, de niñas, pero también jóvenes, que no han sido afectados por los años”.
También por un constructo que fue reforzado por revistas como Playboy y por la pornografía de una mujer muñeca, de plástico, con modelos que eran preparadas para la fotografía, “que no son reales sino que tienen buenas luces, sombras y ambientación, pero que terminó por convertirse en el ideal. Uno no se imagina a una barbie con pelos en el pubis”.
Esta misma industria hizo que, continúa Cardona, el vello fuera un sinónimo de suciedad y la depilación de aseo e higiene, “sobre todo para mujeres, porque a los hombres no se les suele pedir estar depilados”.
Finalmente, es una obsesión reciente de los humanos con controlar su naturaleza, “ocultar, esconder, mutilar todo aquello que les recuerde sus rastros animales. Por eso se eliminan los pelos, o se controla el cabello, se hacen cirugías y demás”.
Tener o no tener: ayer y hoy
No siempre fue así. Evidencias fotográficas de principios del siglo XX, por ejemplo, mostraban el vello, sobre todo el púbico, como símbolo de sensualidad, de madurez, al tiempo que ocultaba e incitaba a la imaginación, explica Cardona.
Su connotación era la de un cuerpo fértil, que había desarrollado la feminidad o la masculinidad, que representaba el goce y que era erótico. Contrario a lo que representa hoy. “Por eso, tal vez, las pinturas de mujeres carecían de él, para menguar la sensualidad desbordada”.
Así, explica Muñoz, es apenas en el último siglo cuando las mujeres sobre todo y, recientemente algunos hombres, han optado por ocultar o erradicar el pelo. Pero desde hace una década, con mayor frecuencia en los últimos cinco años, se ha volteado el significado para convertirlo en sinónimo de libertad y empoderamiento.
“La mujer, por muchos años, ha sufrido al tener esa función material, cargada de erotismo, vista como objeto y trofeo que se exhibía y que simbolizaba el poder masculino y ya están cansadas”, añade Cardona.
Por eso, han tomado su naturaleza como aliada y no como enemiga para ser contestatarias y reclamar la igualdad y el derecho a la diversidad corporal. Y no se trata de exigir a todas las mujeres a conservar sus vellos sino a que cada una pueda tomar la decisión, libre y sin miedo al prejuicio, de depilarse o no.
“Hay una sanción social fuerte para aquellas con axilas o pubis peludos. Incluso las mismas mujeres aún luchamos con el prejuicio al ver a otra así. Por eso me parece importante educar a esos niños y niñas que están creciendo para que vean natural lo que es natural, porque la depilación es agotadora, dolorosa”.
Esto, a su vez, ha ayudado a la construcción de nuevas masculinidades, explica Muñoz: “se ven hoy en día hombres que también deciden depilarse y personas que ya no perciben los pelos como algo solo masculino”.
¿Es necesario?
Los animales que tienen pelo, lo tienen por una razón. Estos cumplen un propósito: sea conservar calor, proteger de los factores externos o aislar polvo y partículas.
En el caso de los humanos, sin embargo y debido a la evolución y a las condiciones de vida actuales, dejaron de ser fundamentales y se puede vivir sin ellos sin mayores riesgos para la vida.
Aún así, en algunas zonas conservan funciones de protección. En la nariz evitan que el polvo y demás microorganismos entren a las vías respiratorias y en las pestañas y cejas retienen sudor y polvo para proteger los ojos.
Según la ginecóloga obstetra Alejandra Muriel, en los genitales hace las de barrera protectora que cuida de infecciones y depilarlos puede aumentar el riesgo de infecciones, incluyendo las de transmisión sexual, y otras condiciones como la foliculitis.
La Universidad de Columbia concuerda con que en esta área previene el desarrollo de bacterias y evita los cambios abruptos de temperatura que podrían afectar la producción de espermatozoides.
Al final, al no representar riesgo inminente, “debe ser una elección personal, y no social, el retirarlo o no”, indica Muriel. Si su decisión es eliminarlo, recuerde que hay formas temporales y definitivas y que, en todos casos, debe conservar higiene y procurar hacerlo de forma segura, evitando traumatismos en la piel. Vea el recuadro para algunos consejos