En la vía que conduce de Medellín a Girardota se ven cientos de peregrinos. Van a pie. No importa desde donde, ellos caminan hacia el norte del Valle de Aburrá a orarle, agradecerle y pagarle la promesa al Señor Caído de Girardota. Esa imagen tallada en Quito, Ecuador, que llegó a dicho municipio gracias a el presbítero Manuel Londoño y Molina por allá en el siglo XVIII.
El peregrinaje
Todos avanzan con paso firme. Hombres, mujeres, niños y hasta mascotas se ven en el cadencioso viaje que por momentos se frena para tomar agua, para reponer la fuerza, para descansar.
John Jairo Fabra Giraldoagradece que el día está fresco, no le importa que caigan gotas desde el cielo. Prefiere la llovizna a tener que caminar bajo el inclemente sol que quema no solo la piel sino que también calienta el asfalto y ampolla los pies.
Cuatro horas y media caminó desde Acevedo hasta Girardota. No podía fallarle al Señor Caído, “vine a cumplir mi promesa”, por ese favor que se guarda para sí mismo y lo hizo entrar de rodillas desde la puerta del templo hasta el monumento.
Andrés Felipe Gómez caminó desde la entrada del municipio en muletas. Hace seis años tuvo un accidente. Venía a dar las gracias con toda su familia. Andrés Restrepo también le prometió al Señor Caído caminar hasta su iglesia. Lo hizo desde Manrique. Fueron 22,7 kilómetros. Cinco horas y media duró el recorrido. No encontró silla, el templo estaba lleno. Se recostó en una columna. Allí, en silencio, oró, dio gracias. Escuchó a uno de los sacerdotes quienes sin interrupción y en el transcurso de la mañana, aproximadamente cada 15 minutos, hacían una oración y consagraban las velas y el agua bendita envasada en botellas de gaseosa de dos litros, “que este peregrinar que han hecho sea un verdadero encuentro con el señor”.
El sacristán José Hurtado explicó que las puertas se abrieron desde las 3:30 de la mañana y desde esa hora comenzaron a llegar feligreses. “Toda la vida he venido los Viernes Santo”, dice Faber Franco, “y lo seguiré haciendohasta que pueda, así tenga las patas mochas, vendré”, sentenció.
Visitar al Señor Caído es una costumbre que no muere, a pesar de que muchos aseguren que no se ven hoy los ríos de gente de otras épocas