El matrimonio entre personas del mismo sexo ha estado relacionado con polémicas, aunque en los últimos años se ha visto un avance en cuanto a las leyes que ratifican la unión desde lo legal, explica Adriana Henao, magíster en Derecho de Familia de la Universidad Autónoma de Barcelona y docente en la Universidad de Medellín. Sin embargo, la religión católica, en cabeza del papa Francisco, ratificó el día de ayer su posición negativa al considerar un matrimonio por la Iglesia.
En una rueda de prensa, el papa respondió la pregunta de un periodista: “El matrimonio es un sacramento de la Iglesia y no se puede cambiar, pero hay leyes que intentan ayudar a la situación de tanta gente de orientación sexual diferente, y esto es importante. Que se les ayude, pero sin imponer cosas a la Iglesia que por su naturaleza no se pueden”.
Implicaciones positivas
Henao considera que esa postura del papa “es una declaración de apertura, como él ha venido haciendo desde la Iglesia católica”, y es bien recibido el reconocimiento que hizo el pontífice al esfuerzo de los estados por aceptar el matrimonio como un contrato, una regulación civil que respeta e iguala a sus individuos.
De forma similar opina Michael Restrepo Santamaría, miembro del Colectivo Irídice y del Consejo Consultivo Lgbtiq+ de Envigado: “Jorge Mario Bergoglio, más allá de ser la cabeza del cristianismo católico, ha mostrado humanidad y respeto hacia personas y grupos no cristianos”, y resalta que en su declaración hay dos conceptos que pueden confundirse: la unión civil homoparental y el matrimonio como vínculo religioso.
El primero, explica Restrepo, se refiere a la potestad legal de unión, una figura que desde el derecho ya se ha logrado conseguir en algunos países (ver antecedentes).
Para el segundo, en cambio, entran en juego los ritos de orden religioso que se basan en una tradición y fundamentos que no necesariamente afectan o vulneran a las personas Lgbtiq+, solo son de índice ceremonial.