Hay para quienes los últimos 60 días han parecido 120. Los que tachan otro día en el calendario y haciendo cuentas les parece como si el tiempo se hubiese ralentizado o como si ahora, durante la pandemia, sobraran los segundos.
Para otros, el paso de esos 60 días, a pesar de los desafíos que ha traído la cuarentena, ha sido más ligero. Sienten que los días se les pasan más rápido o que tienen tantas cosas por hacer, que las horas no les alcanzan.
¿De qué depende que el tiempo parezca variar, más aún en una situación de encierro como la que se está viviendo? Según el profesor Johnny Orejuela, jefe del departamento de Psicología en la Universidad Eafit, el tiempo es una experiencia objetiva que estudia la física, pero también es un recurso social y además una experiencia subjetiva. “Frente a la variable objetiva, hay una subjetivación por parte de los seres humanos”.
Existen dos coordenadas que aprendemos en nuestro proceso de construir consciencia: tiempo y espacio, explica el psicólogo Lisimaco Henao. Dice que así fue como surgieron orientaciones espaciales como el Norte o el Sur, y temporales, como las horas, minutos y segundos. “Estas coordenadas están íntimamente ligadas en nuestro cerebro y la física misma ha demostrado que probablemente no pueda explicarse la existencia física sin esa imbricación constante entre ambas”.
En este periodo, explica, ambos elementos se ven alterados. La persona debe acostumbrarse a un único espacio y los horarios se trastocan. “Todo ello da como resultado que probablemente a nivel cerebral se tengan que hacer una serie de adaptaciones que no para todo el mundo son fáciles o rápidamente implementables y que, en el nivel simbólico, la representación de uno mismo en el espacio y en el tiempo sufren una serie de influjos”.
Dice que incluso la experiencia del confinamiento puede asemejarse a situaciones difíciles pasadas, relacionadas con la pérdida de libertad o con la necesidad de rebelarse frente a la coacción de otros.
¿Cómo se invierte?
La psicóloga Natalia Castaño coincide en que el tiempo “tiene que ver con la percepción de lo que estamos haciendo”. El tiempo no cambia y un segundo siempre tiene la misma medida, pero “somos los seres humanos los que pasamos por él y por eso tenemos idea del pasado y del futuro”.
Dice que en cuanto a la cuarentena, un poco como sucedía en el colegio, el paso del tiempo puede parecer lento o rápido de acuerdo a como se viva cada experiencia: si es placentera o no tanto. A usted de pronto se le hacía lenta la clase de Física o Sociales, pero se le pasaba volando la de Música o Educación Física, todo depende de sus gustos.
Para quienes los minutos se han pasado volando, explica, tienen más herramientas emocionales para pasar el tiempo (ver radiografía). Para quienes este ha sido mucho más largo, es posible que estén en una zona incómoda, difícil de manejar.
El profesor Orjuela precisa que la realidad es subjetiva y empieza en algo básico: la vida social parte de rutinas y “el trabajo es un organizador social, que tiene entre otras funciones, organizar la estructura temporal y el espacio social”, pero ese tiempo ha se ha visto huérfano sin los límites laborales o de educación.
“Hay un rompimiento de la vida íntima de la casa y la vida pública del trabajo”, y como ambas comparten el mismo espacio, el tiempo parece distorsionarse, porque no hay claros límites que los dividan. “El trabajo ha sobrepasado la línea personal”, añade, y eso produce un efecto en la persona en la que un mismo espacio se dedica para casi todas las esferas sociales y el tiempo parece extenderse.
Lo incierto
Otro de los factores que más incomoda a ciertas personas y hace que piensen que los días de estar en casa son eternos es no tener certeza frente a cuando se acabará, añade Castaño. El tedio de no tener un plazo establecido para que este periodo termine.
“Eso genera malestar en las personas que quieren que esto pase. Para el ser humano es importante prever el futuro, eso da una sensación de seguridad”. Destaca que por eso a mucha gente le cuesta aventurarse a hacer cosas nuevas, por el temor a lo desconocido. Por ahora, sepa que es normal sentir esa distorsión del tiempo. No es el único. No está en sus manos adelantar o atrasar el tic tac del reloj pero sí manejar sus emociones.