Aunque pueda parecerle extraño en su cuerpo hay más microorganismos (bacterias, virus y levaduras) que células formando sus órganos. Así lo expone la especialista en Microbiología y Parasitología, María de los Ángeles Calvo Torras, en el artículo Nutrición y salud: implicaciones de la microbiota intestinal, publicado en la revista Anales de la Real Academia de Doctores de España (2018): “El cuerpo humano posee diez veces más microbiota que células eucariotas constitutivas (de sus propios tejidos), por eso los microorganismos de cada individuo se consideran parte del cuerpo humano”, dice.
La microbiota es la comunidad de microorganismos que habitan en ciertos lugares del cuerpo, sobre todo y en concentraciones muy elevadas, en la piel, la cavidad oral, el tracto intestinal y urogenital. Sus funciones, continúa Calvo, son principalmente la bioconversión de alimentos, servir de barrera o protección, e interactuar con el organismo a través del sistema inmunitario. “La microbiota más grande, sin lugar a dudas, está en el tracto digestivo (la microbiota intestinal) y tiene múltiples funciones, de hecho es algo que viene creciendo en investigación, algunos autores la llaman ‘el órgano oculto’”, complementa Diana Patricia Aranzazu, médica internista de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.
¿Por qué prestarle atención?
La microbiota intestinal ha sido vinculada a la salud de distintas partes del cuerpo humano, ideas y conceptos que aún hoy continúan siendo objeto de estudio. “Se ha observado, por ejemplo, que tiene relación con la salud cardiovascular y mental. Se han encontrado ciertos tipos de microbiotas vinculadas a trastornos depresivos, esquizofrenia y enfermedades autoinmunes. Realmente es muy complejo y todavía se siguen estudiando estas ideas”, afirma Aranzazu y enuncia que además que estos microorganismo tienen conexiones a nivel del sistema nervioso central, endocrino e inmunológico.
El ser humano está en una interacción constante con la comunidad de microorganismos que habitan su intestino, así lo explica Sandra Santos, microbióloga candidata a PhD en Biotecnología, directora de Investigación, Desarrollo y Calidad de la empresa Bionutrec: “Los microorganismo están ahí de manera simbiótica (para beneficio mutuo): nosotros les estamos dando un aporte de nutrientes para que puedan vivir y habitar en nuestro intestino, y todas estas bacterias contribuyen a nuestra salud, a la síntesis de sustancias antimicrobianas que combaten microorganismos patógenos (que pueden causar enfermedad)”, además según continúa Santos, el intestino alberga casi el 70 % del sistema inmune, “por eso es tan importante tener una microbiota saludable, porque a través de ella podemos asegurar un bienestar general y un sistema inmune fortalecido que nos ayudará a prevenir enfermedades”. Finalmente, allí se producen sustancias que promueven la síntesis de algunos componentes celulares antiinflamatorios que ayudan en algunos procesos de enfermedad.
Además, con los microorganismos que habitan en su cuerpo comparte también ADN. “Es una red muy compleja, no tenemos un material genético del ser humano, también tenemos material genético de las bacterias con las que convivimos, ese es el gran metagenoma”, narra Aranzazu.
Formación y alteraciones
La microbiota intestinal comienza a formarse desde muy temprano, al momento del nacimiento, y sigue haciéndolo durante toda la vida, “es cambiante, la podemos modificar, pero va a depender mucho de diversos factores, por ejemplo, del lugar geográfico en que vivas o si tienes o no contacto con la naturaleza”, comenta Aranzazu y añade que cada persona tiene una microbiota con unas particularidades individuales, en ese sentido no puede hablarse de que una microbiota es buena o mala, “lo que se sabe es que debe ser diversa y abundante, porque si tenemos una microbiota escasa podrían predominar ciertos tipos de bacterias sobre otras”, puntualiza.
El equilibrio de la microbiota podría verse afectado por una mala nutrición (dietas altas en grasas, azúcares, sodio, proteína animal, ultraprocesados, enuncia Aranzazu), una mala calidad del sueño, el no realizar actividad física, sufrir de estrés y el uso de ciertos medicamentos (sobre todo antibióticos). “Los antibióticos combaten a los microorganismos patógenos, pero ellos no discriminan entre los buenos (que nos favorecen) y los malos (que causan enfermedad)”, explica Salas, por eso es importante no automedicarse y en caso de haber sido recetado por un médico, tomar las dosis en los tiempos indicados. “Todos estos factores generan desequilibrio, y es algo que podríamos ver reflejado en condiciones metabólicas, síndrome de colón irritable o algunas un poco más graves como enfermedad intestinal crónica o cáncer”, agrega.
¿Cómo cuidarla?
La clave del cuidado de la microbiota intestinal está en la alimentación, coinciden las expertas. “Lo dicho anteriormente ya da algunas pistas”, dice Aranzazu y explica que la alimentación deberá ser ante todo variada: rica en fibra o Carbohidratos Accesibles a la Microbiota (MAC: frutas y verduras, papa, plátano, arroz), “que es como la comidita de estas bacterias”; los ayunos intermitentes que limpian el intestino y ayudan a que se fortalezcan las bacterias buenas y no excederse en calorías, comer lo justo y en porciones adecuadas.
Así mismo, trate de controlar el estrés, realice ejercicios de respiración y procure un descanso oportuno. “Nosotros tenemos un ciclo circadiano, en la mañana nuestro cuerpo se prende y enciende un montón de procesos metabólicos muy importantes que al final de la tarde se apagan para que se enciendan otros”, afirma Aranzazu.
Así mismo, recuerde evitar el sedentarismo, es fundamental hacer ejercicio al menos tres veces por semana durante media hora.
Prebióticos y probióticos
Otro de los puntos importantes a tener en cuenta para el cuidado de la microbiota es el consumo de prebióticos y probióticos. Aquí la doctora Aranzazu explica la diferencia: “Los probióticos son microorganismos que pueden tomarse de forma natural (en alimentos fermentados) o a través de medicamentos. Por otro lado, los prebióticos son los nutrientes que favorecen el crecimiento de la microbiota (la fibra y los MAC ya mencionados)”.
Con respecto a los probióticos, según la doctora no es necesario consumir “cosas raras”, estos se encuentran, por ejemplo, en los lácteos fermentados como los yogures y algunos tipos de queso como el queso azul.
Salas añade que se trata de recuperar y mantener los microorganismos del tracto intestinal, “si yo consumo probióticos estoy regenerando permanentemente esa microbiota, asegurando su bienestar y el mío”, dice. Además, afirma que numerosos estudios clínicos han demostrado que los probióticos ayudan también a la salud cardiovascular, de la piel, la reducción del colesterol y el sobrepeso. “Es posible encontrarlos naturalmente, sin embargo, aquí no tenemos esa cultura. Por eso es posible encontrarlos en suplementos nutricionales, polvos, cápsulas, tabletas, etc, con diferentes tipos de microorganismos que son habitantes normales de nuestra microbiota”.
Tenga cuidado
Consumir probióticos de forma natural o sintética debe hacerlo de forma responsable, “porque finalmente son microorganismos que tu cuerpo va a recibir”, dice Aranzazu. Las personas con cáncer, con las defensas bajas, o que se encuentran en estado de postoperatorio deben tener especial cuidado y consultar con un médico. Además, tenga en cuenta que los prebióticos pueden ser muy pesados para las personas con problemas digestivos, enfermedad inflamatoria o tolerancia. “Hay que estar atento a los síntomas, si hay flatulencia, distensión abdominal... Siempre hay que guiarse por un médico profesional para la diversificación y el equilibrio de la microbiota”, concluye.