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¿Medellín es una ciudad anaranjada?

Las construcciones en ladrillo a la vista le han dado ese color. Arquitectos dan sus razones.

  • Unas imágenes de la urbe muestran la mezcla de anaranjado y verde y de la variedad en diseño. FOTOS Esteban Vanegas, Edwin Bustamante y Juan Antonio sánchez
    Unas imágenes de la urbe muestran la mezcla de anaranjado y verde y de la variedad en diseño. FOTOS Esteban Vanegas, Edwin Bustamante y Juan Antonio sánchez
  • ¿Medellín es una ciudad anaranjada?
  • ¿Medellín es una ciudad anaranjada?
08 de marzo de 2017
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M arion Tailliez, una turista francesa que estuvo en Medellín, se quedó mirando con atención el paisaje que ofrecía a su paso el metro de Medellín en su línea B desde la estación Estadio hasta San Antonio. Al llegar allí para hacer el transbordo a la línea A y continuar el camino hacia la estación Acevedo, recitó una frase en un español recién aprendido, “esta es una ciudad muy, muy ladrillo”.

Para el arquitecto Guillermo Molina, docente de la Facultad de Arquitectura de la UPB, Medellín sí fue una ciudad anaranjada alguna vez, pero hoy confluyen tantos colores en el paisaje urbano que es difícil considerar que este tono sea el predominante. “Medellín tiene muchos colores, pero no se puede decir cuál de ellos lo identifica”.

Luis Fernando González, profesor de la Facultad de Arquitectura de la U. Nacional, piensa, por el contrario, que a pesar de tantos cambios en una ciudad que va de la demolición a la sustitución permanente, conserva mucho de ese naranja que fuera un poco más notorio en décadas pasadas. “El anaranjado sigue siendo muy tradicional en el paisaje. Hubo una época de mucho ladrillo donde la arquitectura formal e informal se fundamentó en el uso de este y sus diferentes variables, desde el ladrillo grueso, macizo, el farol y el pequeño ladrillo bocadillo que fue muy característico en los años 70 e incluso en los 80”.

El verde, parte del paisaje

Para Pedro Pablo Lalinde, también arquitecto y docente de la Universidad de San Buenaventura y de la Santo Tomás, esta urbe muestra dos tonos predominantes, el naranja y el verde.

“Para mí, Medellín es una ciudad anaranjada con su contraste en el verde de las montañas muy bello. Nuestra arquitectura se hace particular por estar metida dentro del valle, dentro de las montañas. La arquitectura es muy sencilla”.

Lalinde destaca esos visos que da la luz del Sol en los atardeceres de Medellín, “cuando uno ve el paisaje de la ciudad y los grandes barrios pegados a las montañas: puede ver una arquitectura muy rica en ese contraste de colores como el naranja y el amarillo con el verde”.

Puntos en común

En lo que sí coinciden los arquitectos es en que las construcciones con ladrillo a la vista quedaron un poco relegadas en los 80 cuando llegaron las grandes construcciones en concreto. “Como la arquitectura formal no representa más allá del 30 % en la ciudad y la arquitectura informal sigue siendo predominante, seguimos viendo ladrillos en las laderas, casas que siguen basando su construcción en este material”, precisa González.

En esos ires y venires de la construcción en Antioquia, los arquitectos están de acuerdo en que Medellín no tiene una identidad definida en cuanto al diseño y que quizá ser tan anaranjados viene en gran medida de esa informalidad en la que gran parte de la sociedad construyó su hábitat.

El ladrillo se empezó a utilizar cuando había casas de tapia y bahareque, como una forma de no tener que gastar en el revoque. “Es un material económico, versátil, bonito y bioclimático”, anota Molina. Al ser barato y fácil de conseguir, muchas personas lo usaron para construir sus casas con ayuda de maestros de obra.

El arquitecto de la Universidad Nacional Juan David Martínez indicó que “la mayor parte de Medellín está hecha con una arquitectura autogestionada que surge de la necesidad y de los recursos disponibles”.

Por eso la gente, que con sus propias manos ha construido sus casas en las zonas de ladera, usa el ladrillo. “Yo veo a la ciudad más terracota”, ese color naranja rojizo propio de la arcilla endurecida en el horno.

René Uribe López, profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Pontificia Bolivariana, anotó que en Medellín la gente mejoraba su vivienda construyendo en ladrillo, en otro momento las casas eran blancas. “En esas migraciones que se hicieron del campo a la ciudad, la mayoría de esas personas venían de casas blancas. Las casitas campesinas con zócalo de color, usualmente café, y siempre con muchas flores en los balcones”.

Lo particular de la tonalidad que daban los ladrillos en esas primeras construcciones era que estos salían del horno con tonos distintos. “Para que el ladrillo pueda ser autónomo tiene que cocerse a una temperatura de quemado por arriba de los 800 grados centígrados. Por debajo de eso era el ladrillo sucio y como las ladrilleras eran artesanales, trabajaban con carbón y hasta con leña, pues no daban esas temperaturas. Por eso, el color de los ladrillos era variable”, comenta Uribe.

Otro referente naranja en algún momento de la historia de Medellín fue el primer piso que tuvo Junín cuando se convirtió en bulevar y que le dio ese toque azafranado a la ciudad, “era una tableta vitrificada de color rojo naranja en donde todo el mundo se resbalaba cuando llovía”, cuenta Molina. Por eso la llamaban la calle del resbalón.

Muchas personas usaron ese estilo para construir sus antejardínes y hasta forraron los andenes con esas tabletas que le daban ese tono característico, “mezclaron adoquines, placas de concreto, arenón y cuando uno ve eso no tiene unidad, simplemente destacan la casa de un color pero uno no ve una unidad de conjunto sino un retazo”, concluyó Molina.

Los colores se dividen

El hecho de que no haya una arquitectura definida hace que el paisaje que se ve en cada zona sea muy distinto. Basta pararse en uno de los tantos miradores de la ciudad y tratar de definir un color por cada espacio, aunque el anaranjado prevalece hay toques de grises por las grandes construcciones en concreto.

“Es una saturación visual por la sobrepoblación, donde el espacio se lo disputan todos, incluso ni siquiera pueden lucirse las edificaciones porque compiten con el paisaje de una manera tan densa que es difícil apreciar en su verdadera magnitud”.

La arquitectura es muy simple, algo muy definido no se ve. Interesante es que El Poblado, por ejemplo, es una ciudad completamente distinta al Centro de la ciudad en cuanto a construcción y colores. “Del centro comercial Premium Plaza hacia el Centro es una ciudad totalmente diferente, y lo más curioso es que si miran hacia el barrio El Salvador se puede ver cómo se está llenando, como una muralla de edificios que va limitando la zona verde”, comenta Lalinde.

Juan David Martínez piensa lo mismo: “Medellín es muy sectorizada. Hay un mundo de la 33 hacia el sur, otro de ahí hasta Barranquilla y de ahí al norte otro muy diferente”.

Para muchos arquitectos hay un desorden incontrolable, para otros, algo “muy extraño”, que tiene también su belleza.

Esos matices coloridos que se dan en la ciudad hacen que para muchos el anaranjado de otras épocas se haya perdido. Unos más, en cambio, ven los tonos terracota con toques de gris mezclado con el verde de las montañas.

Mire por su ventana, vaya a un mirador para ver la ciudad de lejos, párese en cualquier edificio alto. Obsérvela, analícela, y saque su propia conclusión: ¿De qué color es para usted Medellín?.

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