Los Juegos Olímpicos de Tokio reavivaron un debate de género: la inclusión de deportistas que no se acogen a las definiciones tradicionales de lo que significa ser hombre y mujer, representa una desventaja deportiva.
Se estima que este año hay alrededor de 181 atletas Lgbtiq+, más del triple de los que hubo en Río 2016. Esto de acuerdo con datos publicados por Outsports, un portal web especializado en noticias deportivas Lgbtiq+. Aunque estas cifras sean un avance en términos de inclusión, abren la discusión sobre la superioridad en el rendimiento, específicamente en el caso de los atletas transgénero.
La participación de Laurel Hubbard, en la categoría de halterofilia, generó todo tipo de reacciones, pues la neozelandesa, de 43 años, entrenó durante la mayor parte de su vida en esta disciplina, solo que como hombre. En 2012, a sus 34 años comenzó sus terapias de transición, dejó de ser Gavin, quien en su juventud alcanzó reconocimientos en el mundo de las pesas, por ejemplo, en 1998 batió el récord junior en la categoría de +105 kilos.
En 2015, el Comité Olímpico Internacional (COI) estableció que no es necesaria la cirugía de reasignación de sexo para que los atletas trans puedan competir. Sin embargo, en el caso de las mujeres trans, se requiere que sus niveles de testosterona estén por debajo de los 10 nanomoles por cada litro de sangre durante mínimo 12 meses antes de competir. Para el caso de los hombres trans no existe requisito similar.
La pesista belga Anna Vanbellinghen, le dijo al sitio web de noticias de los Juegos Olímpicos, Insidethegames, que “para las autoridades deportivas nada es tan simple como seguir su sentido común, entiendo que hay muchas impracticalidades al estudiar un fenómeno como este, pero para los atletas todo parece una broma de mal gusto. Algunos atletas pierden oportunidades que cambian la vida (medallas y calificaciones olímpicas) y nosotros somos impotentes, yo creo que todo el mundo debería tener acceso a los deportes, pero no a expensas de otros. Cualquiera que haya entrenado levantamiento de pesas a un alto nivel sabe que esto es cierto: esta situación en particular es injusta para el deporte y para los atletas”.
No existen cuerpos iguales ni un prototipo ideal de los mismos, sin embargo, hay algunas diferencias biológicas que son propias de hombres y mujeres. Además de tener órganos sexuales diferentes, los hombres suelen tener proporcionalmente más masa muscular, más masa ósea y un porcentaje más bajo de grasa corporal que las mujeres, según explica en un artículo la Asociación Americana de Fisiología. Asimismo, el sexo determina la producción de ciertas hormonas: testosterona y estrógenos. Tanto hombres como mujeres tienen presencia de ambas, pero los niveles de la primera son mayores en los hombres y de la segunda en las mujeres.
Jaime Albarracín, doctor especialista en medicina deportiva, explica que la testosterona es una hormona que producen más los hombres que las mujeres, y está ligada al desarrollo muscular, la fuerza, aporta energía y permite realizar actividades físicas de manera efectiva. “Si se produce en cantidades exageradas puede tener consecuencias para el desempeño deportivo: hay más fuerza, más potencia y mejor rendimiento. Por eso, estas hormonas están dentro de las sustancias consideradas como dopantes”.
Albarracín manifiesta que “esto tiene relevancia en las personas trans”, pues para la transición, específicamente, de hombre a mujer, se recetan algunos medicamentos para suprimir la producción de testosterona, aunque todo depende de cada organismo y caso en particular, explica el Centro de cuidado Transgénero de la Universidad de California, en Estados Unidos. Generalmente, el tratamiento incluye administración de estrógenos, una hormona que en las mujeres regula el ciclo menstrual, pero también tiene efectos en el corazón, vasos sanguíneos, huesos, senos, piel, cabello, membranas mucosas, músculos pélvicos y cerebro.
Los controles médicos deportivos miden rigurosamente este tipo de sustancias en el organismo, pues “cuando una persona se aplica testosterona, también se considera dopaje”, dice el especialista. Sin embargo, comenta que en muchas ocasiones su producción excesiva se relaciona con alguna condición biológica, alguna enfermedad o algún tumor. “Hay personas que producen demasiada, esto también hay que tratarlo”.
A partir de la maduración biológica, es decir, la pubertad, comienzan a hacerse notorias las diferencias físicas entre niños y niñas. “En los niños el rendimiento deportivo puede ser muy similar, pero cuando viene la pubertad, los varones tienen una mayor producción de testosterona que las mujeres”, lo que indiscutiblemente marca una diferencia en el desarrollo deportivo, ya que se favorece el crecimiento de los músculos, mejora su rendimiento y fuerza.
Un estudio publicado en la revista Sports Medicine, en 2020, concuerda con los planteamientos de Albarracín, y asegura que la brecha de rendimiento deportivo entre hombres y mujeres se vuelve significativa en la pubertad, pues las ventajas para los hombres, dependiendo del deporte, pueden ir desde el 10 % hasta el 50 %. Se detalla que los hombres tienen masa muscular más grande y densa, lo que les permite ejercer más fuerza “de manera más rápida y eficiente”; tienen masa grasa reducida y masa muscular magra, lo que favorece la relación “potencia / peso” y la fuerza de las extremidades; poseen una estructura esquelética más larga; condición que da ventaja en deportes “en los que las palancas influyen en la aplicación de la fuerza”; su función cardiovascular y respiratoria es mayor, esto significa que “mayor concentración de hemoglobina, mayor área transversal de la tráquea y menor costo de oxígeno de la respiración”. Dependiendo de la disciplina, habrá rasgos físicos que representen una ventaja y en otras una desventaja, no obstante, los investigadores aseveran que “hay pocos deportes donde los hombres no poseen ventaja de rendimiento sobre las mujeres como resultado de las características fisiológicas afectadas por la testosterona”.
Para evaluar el efecto de la supresión de esta hormona, los investigadores revisaron las diferencias biológicas entre hombres y mujeres y cómo estas afectan el rendimiento deportivo y, posteriormente, hicieron una revisión de varios estudios y casos que midieron el rendimiento y capacidad física de mujeres transgénero.
La investigación concluye que cuando se suprime la testosterona en mujeres transgénero la ventaja muscular solo se reduce mínimamente. “Las organizaciones deportivas deben considerar esta evidencia al reevaluar las políticas actuales con respecto a la participación de mujeres transgénero en la categoría femenina de deporte”, dice la publicación.
En la competencia Hubbard no pudo levantar 120 kilos, por lo que fue descalificada. El oro fue para la china Li Wenwen, quien rompió récord olímpico al levantar 320 kilos; la plata se la llevó la británica Emily Campbell, con 283 kilos; y el bronce fue para la estadounidense Sarah Robles, con 282 kilogramos. Luego de su participación, Hubbard anunció su retiro del deporte profesional.
“No soy del todo ajena a la controversia que rodea mi participación en estos Juegos. Por ello me gustaría agradecer especialmente al COI por ratificar su compromiso con los principios del olimpismo y establecer que el deporte es algo para todas las personas, que es inclusivo y accesible”, dijo Hubbard luego de su participación.
¿Hasta qué punto debe ir la inclusión?
Para Selina Soule, una adolescente estadounidense, el reconocimiento de las personas trans ha representado un obstáculo en su carrera como deportista. En un video compartido desde el canal de YouTube de la organización Prager U, enfocada en realizar contenido digital sobre diversos temas desde una perspectiva conservadora, la joven contó su historia.
Soule se destaca por su excelente rendimiento en el atletismo. Ella cuenta que durante mucho tiempo fue líder en varias competencias de esta disciplina. Sin embargo, en 2019, en el Campeonato estatal de pista bajo techo de Connecticut, el primero y segundo lugar de la carrera se lo llevaron dos mujeres trans.
Desde entonces la joven ha comenzado una campaña para regular la participación de mujeres trans en competencias femeninas, pues asegura que las diferencias biológicas de los cuerpos masculinos suponen una ventaja en el deporte cuando compiten con mujeres con características biológicas femeninas. Soule alega que los títulos en el deporte se los están llevando los hombres que se identifican como mujeres, arrebatándoles a jóvenes como ella oportunidades deportivas y educativas, por ejemplo, becas universitarias. Casos como el de Selina abren el debate de hasta qué punto se debe legitimar la inclusión de las diferentes identidades de género.
Danne Aro Belmont, directora ejecutiva de la Fundación Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans (GAAT), manifiesta que “más allá de la concepción de hombre y mujer, de lo masculino y femenino, existen muchas otras posibilidades. Para ella, el ser mujer es una concepción que surge a partir de distintos aspectos, por ejemplo, “tu rol social como mujer, tu visión, lo que te gusta hacer, lo que no, cómo te expresas, la manera en la que llevas el cabello, lo que te gusta usar, el tono de tu voz”, pero Belmont, hace claridad en que para cada quien, esa identidad de género puede ser diferente. “Incluso en hombres y mujeres que se identifican con sus géneros de nacimiento, no todos esos hombres ni todas esas mujeres son iguales”.
En marzo de 2020, el estado de Idaho, en Estados Unidos, prohibió que mujeres y niñas trans compitan en ligas deportivas femeninas. El acuerdo titulado como Justicia en los actos deportivos de las mujeres fue blanco de críticas, pues jóvenes trans como Lindsay Hecox, quien practicó ciclismo desde que era pequeña, no lo consideran justo.
“Sienten que una mujer trans va a ser una superestrella enorme, alta y musculosa. Ni siquiera creo que la mayoría de mis compañeros de equipo piensen en mí como trans, solo me veo como una chica normal”, relató Hecox a ABC News, en una entrevista, en 2020.
La situación va más allá del ámbito deportivo, por ejemplo, desde el feminismo radical transexcluyente (TERF) se considera que con los nuevos significados que se atribuyen a la palabra mujer contribuyen a la desigualdad de género e incluso la violencia contra las mujeres.
Uno de los casos más polémicos fue el de Karen White, una mujer trans británica que estuvo en prisión preventiva por violar a tres mujeres cuando se identificaba como hombre. Al hacer el cambio de sexo en sus documentos fue trasladada a una cárcel de mujeres, en la que abusó sexualmente de otras reclusas, informó la BBC, en 2018.
Esther Díaz Pedroche, profesora de filosofía en La Mancha, España y feminista radical, asegura que “si ser mujer depende de identificarse como tal, todas las políticas públicas destinadas a compensar la desigualdad estructural que sufrimos las mujeres, desaparecen. El feminismo lucha para que las diferencias biológicas no se traduzcan en desigualdades sociales y políticas”.
Las TERF alegan que los espacios destinados exclusivamente para las mujeres dejan de ser seguros, tomando como ejemplo las cárceles, en el caso de White. A su vez, Díaz señala que ese cambio de sexo también puede ser una vía para eludir condenas en casos de violencia de género o beneficiarse de ayudas diseñadas exclusivamente para mujeres.
Díaz asevera que “ser trans implica creer que existen esencias, almas, formas de ser preexistentes al cuerpo. Es una falacia mantener eso. Somos biología y biografía y la identidad se va construyendo con las vivencias y circunstancias personales, nunca es algo terminado ni fijo. Si se quiere proteger al sujeto trans, habría que definirlo e identificarlo, pues no hacerlo implica que no se le proteja”. Para Díaz, la mejor manera de reconocer los derechos de las personas trans es designando una categoría exclusiva para ello, más no ampliando la categoría de mujer.
En 2017, en una entrevista para Channel 4, un medio británico, Chimamanda Adichie, escritora y dramaturga feminista, quien ha sido reconocida por sus discursos polémicos sobre la concepción de lo que significa ser mujer, expresó que las experiencias de las mujeres y de las mujeres trans no son comparables, pues estas últimas, antes de su transición “han vivido en un mundo siendo hombres, con los privilegios de ser hombre, mientras que una mujer ha vivido desde el principio sin esos privilegios”.
Sus declaraciones fueron tildadas de discriminatorias en redes sociales, pues también manifestó que las mujeres trans no eran mujeres. Posterior a la entrevista, Adichie aclaró en una publicación en Facebook que no pretendía minimizar el dolor y las dificultades de las personas que crecen en cuerpos que no sienten suyos, sin embargo, “debemos insistir en que no son iguales a las mujeres. Reconocer que son experiencias diferentes es comenzar a avanzar hacia concepciones de género más fluidas, y por lo tanto más honestas y fieles al mundo real”.
La visión religiosa
En 2019, la Congregación para la Educación Católica del Vaticano publicó el documento “Varón y mujer los creó”, en el que se asevera que “los esfuerzos para ir más allá de la diferencia sexual constitutiva hombre-mujer, como las ideas de ‘intersexual’ o ‘transgénero’, conducen a una masculinidad o feminidad que es ambigua”, lo que genera una “crisis educativa”.
La congregación estipula que la decisión del género no es una decisión de hombres y mujeres, pues “ la sagrada escritura revela la sabiduría del diseño del Creador, que ha asignado al ser humano su cuerpo, su masculinidad y feminidad”. No obstante, el texto hace énfasis en enseñar a los niños a no discriminar y respetar a todas las personas, aunque lo que se sugiere es que los maestros deberían utilizar esa guía para enseñar todo lo relacionado con el género. Cabe aclarar que el documento no está ratificado por el Papa Francisco. De hecho, en 2017, en una conferencia de prensa, el sumo pontífice expresó que hay que acompañar a las personas transexuales y homosexuales “como lo haría Jesús”. No obstante, hizo la aclaración: “No digan que el Papa canoniza a los transexuales. Quiero ser claro. Es un problema moral. Se deben tratar con la misericordia de Dios y con el corazón abierto”.
La otra cara
Rocío Suárez, representante del Centro de Apoyo a las Identidades Trans A.C, radicado en Ciudad de México, manifiesta que “no hay un estereotipo de ser mujer, no solamente tiene que ver con la vagina o el embarazo. Hay muchas mujeres con diferentes circunstancias, muchas no pueden tener hijos, muchas son infértiles y hay muchas que no pueden menstruar, sin embargo, a todas se les tiene que reconocer su identidad, pues es un derecho”.
Por su parte, Belmont explica que “muchas personas nos referimos a nosotras mismas como personas transfeministas, porque ese movimiento ha sido parte de una lucha que ha sido construida también en colectivo. Creemos que hay un ruido mediático que ha llevado a pensar que las personas trans y el feminismo no se la llevan, pero siempre hemos estado en los mismos espacios, pensando en cómo el patriarcado ha afectado a las personas cisgénero pero también a las personas trans”.
“Cuando se reconoce a la mujer trans no se trata de minimizar los derechos de las mujeres, ni sus luchas, sino de ampliar esa concepción de mujer para que también se amplíen los derechos”, agrega Suárez.
La Organización OutRight Action International, enfocada en derechos humanos Lgbtiq+, Aquelarre Trans, coalición de organizaciones en pro de esta comunidad y el Programa Acción por la Igualdad y la Inclusión Social (Paiis), de la Universidad de Los Andes, publicaron un informe que asegura que “La Corte Constitucional ha protegido los intereses de las personas trans, en especial, mediante el desarrollo jurisprudencial de tres derechos: el derecho a la igualdad; el derecho al libre desarrollo de la personalidad; y el derecho a la salud”, no obstante, se aclara que en la práctica “existen muchos obstáculos para que las personas trans puedan gozar y ejercer sus derechos”. Uno de los decretos más significativos es el 1227 de 2015, en el que se establece que las personas que quieran corregir su sexo en sus documentos oficiales, pueden hacer el trámite en cualquier notaría.
Tanto Suárez como Belmont concuerdan en que en la actualidad se han visibilizado mucho más las problemáticas que enfrentan las personas trans y se han materializado algunos triunfos para la comunidad en términos de derechos. Por ejemplo, la posibilidad de realizar el cambio de sexo en documentos oficiales. Sin embargo, Belmont recalca que “esto no siempre representa la garantía del derecho a la identidad, pues para acceder a ello hay que pagar, muchas veces sumas muy altas, a las que no todos pueden acceder”.
“No estamos buscando ocupar o borrar el lugar de las mujeres, en últimas, a lo que estamos apuntando es a tener los mismos derechos y oportunidades que cualquier persona, concluyó Belmont”
Las opiniones siguen siendo divididas, no obstante, hay más visibilización de identidades de género no tradicionales en espacios internacionales como los Juegos Olímpicos, los cuales han incluido reglamentación especial para garantizar el disfrute del deporte y la sana competencia sin importar el género. Para muchos la participación de mujeres trans en el deporte representa una desventaja para las demás atletas, teniendo en cuenta que las condiciones biológicas de los hombres representan una ventaja en términos de fuerza , sin embargo, para los miembros de la comunidad Lgbtiq+ es un paso importante para alcanzar la igualdad de derechos.
EL espectro de la identidad de género, ¿más allá de ser hombre o mujer?
En el centro de la discusión sobre las identidades de género aparecen dos conceptos clave: el sexo y el género. De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española (RAE), el primero hace referencia a la “condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas”. También, desde Oxford Languages, editorial especializada en lexicografía (elaboración de diccionarios), se define como la “condición orgánica que distingue a los machos de las hembras”. Ese es el dato que aparece en documentos como el registro civil. Está relacionado con los órganos sexuales de los humanos: de hombres o mujeres.
Por otro lado, la RAE explica que el género es el “grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico”. Según Oxfam, una organización que lucha en contra de la desigualdad en el mundo, aquí entran las ideas, estereotipos y expectativas que se tienen para los hombres y mujeres. Un ejemplo que cita en su página web es “vincularlos a ellos con características como la valentía y a ellas con fragilidad”. Además plantean que también se relaciona con los roles que esas mujeres y hombres deberían cumplir en la sociedad, como que “las mujeres cuidan a los niños y se encargan de las labores del hogar”.
Daniela Vargas, socióloga de la Pontificia Universidad Javeriana, explica que “la idea del género es una construcción social que surge de un acuerdo que incluye características biológicas e imaginarios sociales que se crean en torno a esos rasgos biológicos”.En ese sentido, el sexo se ubica como un factor importante a la hora de definir el género, pues nacer con órganos masculinos o femeninos determina seguir cierto tipo de normas sociales desde la niñez: la vestimenta, los gustos, los hobbies, el comportamiento, entre otros.
Vargas añade que los roles de género, es decir, la manera en la que espera la sociedad que actúen las personas de acuerdo a si son hombres o mujeres, se ven influenciados por esa combinación biológica y cultural. “Ahí surge la idea de que, por ejemplo, los hombres son fuertes porque tienen una contextura más musculosa. Además, históricamente se encargaban de las labores de fuerza”.
Chimamanda Adichie, publicó en su cuenta de Facebook, en 2017, su propia definición de género: “El género es un problema no por cómo nos vemos o cómo nos identificamos o cómo nos sentimos, sino por cómo nos trata el mundo”.
Otro de los aspectos que entra al mapa cuando se habla de la concepción de hombre y mujer es la orientación sexual, la cual, según Amnistía Internacional, tiene que ver con “la capacidad de cada persona de sentir una atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente al suyo, de su mismo género, o de distintos géneros (orientación heterosexual, homosexual o bisexual)”.
Desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se recalca que no debe confundirse el término de orientación sexual con el de identidad de género, pues el primero tiene que ver con los gustos y atracciones, mientras que el segundo alude a cómo siente y expresa una persona su identidad. Aquí entran aspectos como las decisiones que se toman a la hora de vestirse, comportarse e incluso expresarse a través de la apariencia personal. La entidad agrega que “la identidad de género de una persona suele estar en consonancia con el sexo que se le asignó al nacer”. Pero hace claridad en que algunas personas se identifican con el género contrario a su sexo asignado y también hay quienes se identifican en un tercer género.
La inclusión de otros términos
Para clasificar las identidades de género que no contemplan que el género debe concordar con el sexo asignado al nacer han surgido términos como transgénero, travesti, transexual e intersexual. Aunque parezca que el uso de estas palabras sea relativamente moderno, en realidad, algunas llevan circulando por más de 100 años. En 1910, el sexólogo alemán Magnus Hirschfeld publicó un trabajo académico en el que acuñó el término travestismo, allí lo describió como hombres que se visten de mujeres, y mujeres que se visten de hombres.
Hirschfeld desarrolló la teoría de la intersexualidad, en la que explicó que aunque los hombres y mujeres tienen características que los diferencian, como sus órganos sexuales, las físicas y emocionales, también hay formas mixtas entre hombres y mujeres, principalmente, a causa de cambios en la anatomía, por ejemplo las personas que nacen con órganos reproductores indefinidos.
A lo que Hirschfeld hacía referencia en ese entonces, hoy la ONU lo reconoce como persona intersex o intersexual. De hecho, esta organización estima que el 1,7 % de los bebés en el mundo nacen con esta condición y en algunos países como Nueva Zelanda o Australia es posible registrar a esos bebés con sexo indefinido, intersexual o no determinado. En Colombia, la Circular 033 de 2015, emitida por la Dirección Nacional del Registro Civil, establece que en el Certificado de Nacido Vivo (documento que acredita que un bebé nació vivo) se puede registrar la condición de un recien nacido con ambigüedades sexuales, sin embargo, en el registro civil los padres deberán escoger un sexo (femenino o masculino), de manera provisional, hasta que se tenga un concepto médico para hacer una reasignación de sexo o el menor cumpla la mayoría de edad.
Con el paso del tiempo a la lista de conceptos asociados al género se fueron sumando palabras como transexual, que fue introducida por el médico estadounidense David Cauldwell, en 1949, y dos décadas más tarde, la activista Virginia Charles Prince hizo popular el término transgénero.
Actualmente diferentes organizaciones como la ONU, Amnistía Internacional, Human Rights Campaign, Oxfam y diferentes ONG alrededor del mundo reconocen que hay un espectro de la identidad de género en el que se admiten varios términos, que se separan de la idea inicial que establecía que las únicas opciones válidas eran femenino y masculino. El número de palabras varía de acuerdo con cada organización pero la mayoría coinciden en el reconocimiento de personas transgénero, transexuales, intersexuales, de género no binario y género fluido.
Ese grupo de conceptos hacen parte de lo que significa la diversidad de género. Cabe aclarar que no se debe confundir la diversidad de género con la diversidad sexual, pues esta última hace referencia a los gustos y agrupa todas las orientaciones sexuales (homosexuales, pansexuales, etc).
Belmont, afirma que “ las personas trans han existido todo el tiempo y el hecho de que no se reconozcan géneros diferentes al femenino y masculino vulnera nuestros derechos porque borra nuestra memoria histórica y no nos permite tener un lugar social”. Y esto abre un debate.