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La Tierra es un planeta grande, enorme, si pensamos en la cantidad de recursos, especies de fauna y flora y personas que alberga. Aún así, no es infinito, ni resistente a todo, ni mucho menos ajeno al daño y a la enfermedad.
Los nueve límites planetarios, definidos en 2009 por el equipo liderado por Johan Rockström del Centro de Resiliencia de Estocolmo, recuerdan aquellas fronteras que no se pueden sobrepasar si se quiere mantener ese equilibrio que, por 11.000 millones de años, la Tierra ha mantenido.
El cambio climático, el agotamiento de la capa de ozono, el consumo de agua dulce, la contaminación química, la pérdida de biodiversidad, los cambios en el ciclo del nitrógeno y del fósforo, la acidificación de los océanos y los aerosoles o partículas contaminantes presentes en la atmósfera, son los que potencialmente pueden influir en todas las especies vivas sobre la Tierra.
De cruzarlos, los más afectados serán, además del planeta en sí, todas las especies vivas y eso ya es evidente hoy, porque los límites no son solo biológicos, geológicos o físicos, son también sociales y económicos.
Ya de los nueve umbrales identificados, cuatro de ellos se sabía que se habían superado. Hoy, sin embargo, se conoció de una investigación que revela que otro más también se superó. Ahora son cinco.
Al cambio climático, el cambio en los usos de suelo, el ciclo del nitrógeno y del fósforo y la pérdida de biodiversidad se sumó este martes el de la contaminación química, según un trabajo de la Universidad de Estocolmo en Suecia y publicado en la revista Environmental Science & Technology.
El quinto límite en rojo
La investigación, liderada por Linn Persson del Instituto Medioambiental de Estocolmo, da un paso adelante en el análisis de nuevas entidades y contaminación química, y ha permitido evaluar por primera vez el efecto del cóctel de productos químicos sintéticos que inundan el medio ambiente. Los resultados revelan que la humanidad ha sobrepasado un límite planetario relacionado con los contaminantes ambientales, incluidos los plásticos.
“Nos centramos en documentar la preocupación por la seguridad planetaria como consecuencia de la sobreproducción y liberación de sustancias sintéticas como plásticos, pesticidas, retardantes de llamas y otros químicos industriales; así como de materiales naturales que son movilizados como consecuencia de las actividades humanas”, apunta Villarrubia Gómez.
A ellos también se suman antibióticos y otros productos farmacéuticos. Se calcula que hay unos 350.000 tipos diferentes de productos químicos manufacturados en el mercado mundial, creados por los humanos con efectos en gran medida desconocidos sobre el sistema terrestre. Cada año entran en el medio ambiente volúmenes significativos de estas nuevas entidades.
Compuestos persistentes en el medio ambiente
“La producción de sustancias químicas se ha multiplicado por 50 desde 1950. Se prevé que se triplique de nuevo para 2050”, comenta la coautora. Solo la producción de plástico aumentó un 79 % entre 2000 y 2015, destaca además el equipo.
En la actualidad, dado que algunos de estos contaminantes pueden ser extremadamente persistentes, pueden encontrarse por todo el planeta, desde el Ártico hasta la Antártida. Su presencia provoca impactos negativos en los sistemas de la Tierra, incluyendo la biodiversidad y los ciclos biogeoquímicos.
“El ritmo de aparición de estos contaminantes en el medio ambiente supera con creces la capacidad de los gobiernos para evaluar los riesgos globales y regionales, y mucho menos para controlar los posibles problemas”, destaca la coautora Bethanie Carney Almroth, de la Universidad de Gotemburgo.
Plásticos, los mayores contaminantes
Los científicos se centraron en parte en el estudio de la contaminación por plásticos por varias razones. “La cantidad de la masa total de plásticos que se ha producido ya excede a la cantidad total en masa de todos los mamíferos existentes”, indica Villarrubia Gómez. Además, los edificios e infraestructuras creados (los cuales contienen plásticos y miles y miles de químicos sintéticos) exceden la masa de todos los árboles y arbustos existentes, según un estudio reciente.
“Cada vez hay más evidencias científicas que apuntan a una gran preocupación. A día de hoy, sabemos que existen múltiples razones por las que los químicos y los plásticos producen impactos negativos en la salud de nuestro planeta, y que mayoritariamente se debe a la manera en la que los utilizamos en el día a día”, recalca la científica.
Los impactos negativos de estas sustancias químicas se producen en todas las fases de su ciclo de vida, causando problemas en cada uno de los procesos —desde la extracción de las materias primas, su transformación e industrialización, pasando por el uso mismo de los productos— hasta que estos son desechados como basura.
Además, en el caso de los plásticos, “sabemos que hay una conexión directa con el cambio climático, pues al menos el 98 % de los plásticos vírgenes son un producto derivado de la producción de combustibles fósiles como la gasolina o el gas natural, lo que tiene asociado grandes emisiones de CO2 a la atmósfera, así como la contaminación de cuerpos de agua y suelos”, subraya.
Afectaciones de los límites
Son consecuencias alarmantes. Basta con analizar algunas cifras: Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, alrededor de 26,4 % de la población mundial, unos 2.000 millones de personas, han experimentado niveles moderados y graves de inseguridad alimentaria y solo en 2020, según el Banco Mundial, fueron 233 millones de personas.
Los eventos climáticos extremos, que debido al cambio climático entre otras razones, han aumentado en intensidad y frecuencia, como lluvias y sequías fuertes y prolongadas, desertificación, movimientos de masa, incendios forestales o aumento del nivel del mar, son causales de migraciones y refugiados.
Según la Agencia de la ONU para los refugiados, Acnur, cada año son más de 20 millones de personas las que deben abandonar sus hogares y trasladarse a otras regiones del país o de otros países a causa de estos eventos.
Además, según datos del Instituto de Recursos Mundiales, más de 1.000 millones de personas viven hoy en regiones con escasez de agua y es posible que, para 2025, ese número ascienda a 3.500.
Esto indica que no solo basta con entender cuáles son los nueve límites planetarios, ni cómo funcionan, sino que se deben tomar acciones concretas, transformadoras, que de verdad impidan que el ser humano siga caminando al borde del abismo que, una vez cruzado, no tendrá marcha atrás, explica Alejandro Álvarez Vanegas, profesor del pregrado en Diseño Urbano y Gestión del Hábitat y del área de Cultura Ambiental en la Universidad EAFIT.