Un día en el viñedo Cousiño Macul en Chile, Arturo Cousiño Lyon encontró a uno de sus trabajadores, el alemán, dándose un baño desnudo en un cuba de vino. El alemán dijo: “el vino hace muy bien para mantenerse joven”, y Arturo le respondió: “pero usted le hace muy mal al vino”. La historia la cuenta Carlos Cousiño, nieto de Arturo y actual presidente de la Viña. Él, junto a sus hermanos, Emilio y Arturo –la sexta generación– la manejan. Carlos habló con EL COLOMBIANO sobre una empresa familiar que tiene 162 años de historia.
¿Cómo han logrado tener el viñedo en la misma familia durante tantos años?
“Creo que es una historia bastante extraordinaria en Chile porque hay pocos emprendimientos que duran siete generaciones, ya mis hijos están trabajando en él. Como muchas cosas en la vida creo que se trata de suerte, somos una familia poco numerosa y la propiedad fue fácil de concentrarse. Mi abuelo era el único hombre en una familia de tres, y sus hermanas vivían fuera de Chile, mi padre fue hijo único. Esas cosas van ayudando. Ahora somos tres hermanos que tenemos 10 hijos entre todos. Nos ha ayudado un sentido de hermandad y sociedad. Se ha basado en un factor suerte que es indispensable y en una amistad filial”.
¿Qué incidió para que Chile se convirtiera en una potencia del vino en Latinoamérica?
“Hay dos cosas que nos favorecieron mucho, una de ellas las condiciones de producción del país. Chile comenzó a producir en el valle central, pero lentamente descubrió nuevas zonas productivas y aprovechó cada una de sus particularidades para producir vinos originales. Lo otro es que supo ver y valorar que el vino le daba una identidad como país que en cierta medida era único porque no tiene otro producto que se asocie a la marca Chile tanto como el vino. Si bien vino hay en muchas partes en el mundo, es distinto en cada país, y según la familia que lo produce. Chile supo explotar la particularidad del vino como la identidad de una nación”.