En el Parque del Poblado, al lado de la emblemática iglesia de San José, entre un negocio donde venden buñuelos y tamales, una papelería y una tienda de artículos religiosos está Donde Chepe, un bar de rock que se ha convertido casi en un templo de la fiesta en Medellín, que es la casa del famoso 88, un cóctel que ya lleva una década ganando adeptos y fanáticos en la ciudad.
Chepe, el dueño del bar, se llama Jeison Castrillón y arrancó el negocio en compañía de Alejandra Gallo, que era su pareja en esa época. Chepe estudiaba Ciencias Políticas en la Universidad Nacional y montó el bar para tener un lugar donde escuchar el rock y el punk que le gustaba. Un rock alternativo, local, caleto, underground, que no sonaba casi en ningún bar del género en Medellín, donde toda la noche generalmente sonaban los clásicos americanos de los 80´s: Gun´s N Roses, Pink Floyd, Aerosmith, Kiss, AC/DC.
Con la excepción del párroco, el negocio tuvo buena acogida desde el comienzo. Tanta que Chepe, que ya había hecho hasta la práctica de la carrera, nunca se graduó de la Universidad a pesar de que solo le faltaba el trabajo de grado. Su bar se convirtió rápidamente en un lugar de culto para los rockeros criollos, donde el trago más popular era un cóctel a base de Jagermeister —un tradicional trago alemán que tiene 35% de alcohol, es como el guaro de allá— que tenía el mismo nombre del bar. Pero el cóctel Donde Chepe quedó relegado para siempre cualquier noche de comienzos del 2012 cuando un cliente fiel, El Negro, que además de punkero era hincha de Nacional, llegó a ver un partido del Verde en el bar.
Mientras veían el partido, El Negro bebía un Donde Chepe y Chepe, Whisky. El Verde tenía el partido enredado y los nervios subían. Para bajarlos, Al Negro se le ocurrió echarle un trago de Whisky al Donde Chepe. A esa mezcla la bautizó “Dorlan Mauricio”, como Dorlán Mauricio Pabón, un puntero derecho de 24 años que había llegado a Nacional desde Envigado, de pegada potentísima, como la mezcla del Jager con Whisky. El goleador del equipo, la esperanza para que el partido de esa noche del 2012 se resolviera a favor.
Chepe no se acuerda cómo quedó el partido ni si Dorlan anotó, pero sí sabe que toda la noche su amigo le pidió Dorlan Mauricios. Al otro día otros dos amigos fueron a pedir lo mismo. La siguiente semana fueron 10 o tal vez 15, y así en los siguientes tres meses el Dorlan Mauricio, que no estaba en ningún lugar de la carta, fue desplazando de a poco a su antecesor, el Donde Chepe. La mezcla del Donde Chepe con un trago de Whisky había sido un golazo.
No quedó otra que incluir al goleador del verde en la carta del bar; era el trago que todos querían. Pero ponerle Dorlan Mauricio Pabón no tenía presentación. Necesitaban un nombre más corto, más ganador, que pudieran pedirlo sin pudor los punkeros, los salseros y los reguetoneros, los del verde y los del rojo, los del norte y los del sur. Dorlan Mauricio nació el 24 de enero de 1988, y con el 88 en la espalda jugó sus mejores años en Nacional. Inspirados en la dorsal del jugador estrella que había dado origen al cóctel estrella, rebautizaron el 88.
El trago salió al mercado a finales de ese año. También ese año Pabón fue vendido al Parma de Italia por cuatro millones de euros.
Chepe le mandó a diseñar un logotipo y empezó a perfeccionar la receta. Aunque no revela su secreto, dice que el hielo abundante y el pitillo son casi tan indispensables como el Jager y el Jack Daniels. El precio de lanzamiento del vaso de 16 onzas fue de $10.000. Los lunes había —todavía hay— promoción de dos por uno.
El resto es historia. Con el tiempo, el bar dejó de ser la casa de Chepe para ser la casa del 88. Dejó de ser un lugar donde solo iban rockeros de pelo largo y botas negras. Se convirtió en la previa indispensable de cualquier rumba en el Lleras, cuando todavía era bueno. El éxito era tal que Chepe abrió otros tres locales, uno en La 10, otro en el Lleras y otro en la Nueva Villa. Sin embargo, por la pandemia tuvo que cerrar dos y se quedó con el original y el del Lleras.
El 88 no solo sabe bueno, refresca, es dulzón y lo deja a uno prendido después del primero, sino que tiene un logo atractivo, como para hacer un sticker y pegarlo en un cuaderno o en el baño de un bar, o para tatuárselo. “¿Qué me da si me tatúo el 88?”, le preguntaron varios amigos a Chepe. “No pues chorro de por vida”, les respondía. Un gangazo.
Chepe abrió 50 cupos para quienes quisieran tatuarse el logo del famoso cóctel inspirado en Dorlan Pabón, pero había condiciones: debía tener al menos diez centímetros de diámetro, estar en una parte visible del cuerpo y hacérselo con un tatuador específico. No fue problema; los cupos se llenaron rápido.
Los 50 tatuados con el 88 tienen derecho a 12 vasos gratis al día hasta que se mueran o hagan quebrar el bar, lo que primero ocurra. Ahora Chepe piensa en abrir una nueva convocatoria. Hay otros 50 esperando para tatuarse. Vende en promedio 150 vasos al día y cada uno vale $28.000. “Es el mejor momento del 88 desde que existe”, dice su creador, que ahora quiere patentar y estandarizar su exitosa receta para venderla enlatada en tiendas y supermercados.