Quizá usted es de los que deja el computador encendido y conectado mientras hace la siesta, va al supermercado o ve televisión. Y piensa que el único efecto de esa pérdida de energía es un costo adicional casi imperceptible. Pero no, hay otros.
Ese tipo de acciones coadyuvan al calentamiento global, al aumento de la temperatura promedio del planeta. Fenómeno que en Colombia ha causado la disminución del área glaciar en el volcán nevado del Ruíz, por citar un caso. Y obliga a cambiar hábitos como el de dejar encendidos equipos electrónicos cuando no los estamos usando. Porque al generar la energía que se está consumiendo innecesariamente, se emiten gases de efecto invernadero -GEI-, causantes del cambio climático.
Los principales GEI son el dióxido de carbono (CO2), el metano, óxido nitroso, hexafluoruro de azufre, trifluoruro de nitrógeno, los clorofluorocarbonos y perfluoroalcanos. Su acumulación en la atmósfera altera la retención de calor y precipita el calentamiento a tal punto que, según la Convención Marco de ONU sobre Cambio Climático, su velocidad dificulta que la naturaleza y las sociedades humanas se adapten a las condiciones.
Por eso es necesario entender que toda actividad humana deja huella en el medioambiente. El desafío es bajar el efecto reduciendo el uso de recursos como los combustibles fósiles, cambiando la manera en que se producen muchos bienes y servicios, y modificando hábitos y consumos.
El director ejecutivo de Portafolio Verde, Alejandro Zapata Arango, explica que hoy “personas, organizaciones y países buscan la manera de reducir los impactos ambientales, pero eso es difícil de gestionar si no se mide”. Y la metodología para lograrlo es la cuantificación de la huella de carbono, el patrón adoptado para calcular las emisiones equivalentes de GEI.
Según Zapata Arango, es clave tener un buen inventario de las emisiones y, a partir de ahí, definir cómo reducirlas y, en última instancia, cómo compensarlas. Y en ello coincide Daniela Romero, del área de Diseño de Soluciones en Portafolio Verde, pero enfatiza en que todos debemos atacar la raíz del problema y tratar de prevenir y reducir las emisiones de GEI. Es decir, que lo último sea la compensación.
Dos de los mecanismos más usados por las organizaciones para compensar la huella de carbono son la reforestación y la inversión en bonos de carbono, un instrumento incluido en los acuerdos del Protocolo de Kioto, de 1997, que estimula la reducción de emisiones de CO2. Y en Colombia existe otra alternativa: Animal Bank, iniciativa que lidera proyectos de conservación de la biodiversidad y sirve para hacer compensaciones.
En Colombia, muchas empresas han adoptado estrategias para reducir y/o compensar la huella de sus operaciones. Entre ellas Argos, Bancolombia e incluso Hocol, filial de Ecopetrol que explora y produce hidrocarburos en 16 campos.
La estela en la era digital
La mayor huella de las personas proviene del transporte y la dieta alimentaria, dice Marcela Uribe Vanegas, coordinadora de Sostenibilidad de Gaia Servicios Ambientales, pero pide tener en cuenta la “huella digital”. Con base en Inhabitat.com, anota que el envío de un correo electrónico a una sola dirección causa la emisión de 4 gramos de CO2; si es spam son 0,3 gramos; y si lleva archivo adjunto son 50 gramos. Eso, porque Internet funciona con una infraestructura física (dispositivos, redes de transmisión y almacenamiento de datos), recuerda la ingeniera Uribe. Y anota que cada minuto el mundo despacha 190 millones de correos. Según dice, las tecnologías digitales participan con el 3,7 % de las emisiones globales de GEI.