Hace un par de días la imagen de cientos de cuervos posándose sobre las calles de Kyoto (Japón) le dieron la vuelta al mundo. Estaban en las calles, en los postes, en los carros, en las motocicletas, en todo lo que se pudieran posar, a tal punto, que los internautas no tardaron tanto en especular que algo malo iba a suceder en ese territorio.
Sin embargo, y antes de que esta anécdota se convierta en un remake de “La idea que da vueltas”, de Gabriel García Márquez, cabe mencionar que hoy en día no hay explicaciones científicas que sustenten ese tipo de afirmaciones y que, por el contrario, es bueno recordar que “los cuervos llegaron a Japón en uno de los barcos del almirante Perry en la época en la cual el país abrió las puertas al mundo exterior.
No queda claro el origen de la presencia del cuervo, puesto que no parece que haya estudios acerca de ello, pero hay que ver que el término en japonés, karasu, se escribe con el alfabeto katakana, que es el utilizado para términos de origen extranjero. Por ello se refuerza la teoría de que el cuervo llegó desde el exterior”, tal como lo cuentan en el diario La República.
Y que una vez allí —continúa la anécdota—, los cuervos, al no encontrarse con depredadores (cosa que no les había pasado en ningún otro territorio), se sintieron en el paraíso y comenzando así un ciclo de reproducción imparable que al día de hoy los convierte en una de las especies más vistas del país nipón.
No son tan malos
En un sinnúmero de oportunidades, el cuervo ha sido asociado a una simbología del mal que abarca a la oscuridad y a los demonios como sus más fieles escuderos. Ha sido enemigo en la cultura judía y en la cristiana, en la literatura de la edad media. En las culturas paganas antiguas y en las europeas, sin contar con que en la cultura moderna y occidental el poema de Edgar Allan Poe, “El cuervo”, y la película de Alfred Hitchcock, “Los pájaros”, parecen haber remarcado y sostenido esas percepciones primarias sobre el animal.
No obstante, a lo largo de la historia también se ha yuxtapuesto su imagen negativa sobre la positiva, por ejemplo, en la mitología nórdica Hugin (representación del pensamiento) y Munin (representación de la memoria), eran un par de cuervos que viajaban al rededor del mundo recogiendo noticias para su dios Odín.