En el mundo de la robótica nació una nueva generación de robots vivos. Un grupo de siete investigadores (biólogos, químicos y físicos) del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) logró, a partir de células musculares esqueléticas de ratón, crear biobots que nadan y se deslizan como gusanos o peces. Un paso más que da la ciencia.
El estudio empezó en 2018 y este año arrojó los primeros resultados. Consiguieron que estos robots que miden 1 centímetro de largo y tienen un esqueleto inteligente fabricado con plástico flexible (polímero llamado PDMS) se muevan: lo hacen a 3,3 centímetros por minuto, es decir, 25 veces más lento que un caracol de jardín.
“Están compuestos por células musculares que se mueven, reaccionan a estímulos eléctricos y ejercen fuerzas y velocidades sorprendentes gracias a su autoentrenamiento con el esqueleto flexible impreso en 3D”, explica Samuel Sánchez, profesor de investigación en el IBEC y líder del proyecto.
Son millones de células en un círculo y dentro de un hidrogel sin elementos tóxicos (es una consistencia similar a la de una gelatina). Allí crecen, maduran y son funcionales. En la parte de adentro está el esqueleto (o muelle) que las devuelve a su posición inicial gracias a la misma fuerza que ejerce el músculo, de esta manera es que se autoentrenan (ver gráfico).
Estos robots siempre permanecen en un medio que cada dos o tres días es cambiado por los investigadores. Esto es una mezcla química que les aporta nutrientes y tiene un Ph controlado.
“Nosotros lo que hacemos es aplicarles electricidad para contraer el músculo, este entrenamiento hace el músculo tan fuerte que por eso conseguimos esas velocidades al nadar. Se pueden hacer experimentos durante dos o tres horas, después no funcionan porque pueden haberse contaminado, además cuando se estimulan con la electricidad se estresan”, señala María Guix, doctora en Química e investigadora del IBEC.
Así es la estructura del biobot: