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¿Adictos a las redes y sin habilidades sociales?

Un capítulo de Black Mirror de Netflix muestra un mundo que depende de las interacciones digitales. ¿Qué tan lejos estamos de esa realidad?

  • Black Mirror es una serie de televisión que gira en torno a cómo la tecnología puede llegar a afectar nuestras vidas. FOTO cortesía netflix
    Black Mirror es una serie de televisión que gira en torno a cómo la tecnología puede llegar a afectar nuestras vidas. FOTO cortesía netflix
08 de enero de 2017
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A pesar de ser ficción, el primer capítulo de la tercera temporada de Black Mirror se parece un poco a nuestra realidad. En un mundo donde todo, desde alquilar un auto hasta entrar a cierta empresa, depende del puntaje que te dan los demás en redes sociales, nos sentimos extrañamente cercanos a Lacie, una mujer que hace hasta lo imposible para conseguir su puntaje ideal.

En el universo de Lacie, los rostros están siempre mirando la pantalla del celular, la jerarquía de la sociedad depende del número de likes que obtiene la foto de su taza de café o de cualquier otra banalidad y, más allá de comentar sus publicaciones en redes, no hay mucho más para conversar con los demás. Sí, es ficción, pero se siente cercano a la cotidianidad.

Y así lo explica Charlie Broker, creador y escritor de ese capítulo, en un video promocional de Netflix: “Es una sátira de la imagen de nosotros que nos gusta presentar a los demás. Todo el mundo es falso y todos están aterrorizados de ser objetos de burla, porque las consecuencias de eso no son placenteras. Básicamente, es un retrato del mundo en el que vivimos”, dice.

Fuera de la ficción

Sin mencionar siquiera el capítulo, Simon Sinek le da la razón al guionista. Sinek es un escritor y motivador inglés, hace pocas semanas su video ‘Millennials in the workplace’ (Milleniales en el lugar de trabajo) se volvió un fenómeno viral. En él discute los peligros de las redes sociales para el autoestima y el desarrollo de las habilidades sociales.

Para él, las víctimas principales son aquellos que nacieron entre 1984 y 2004. “Crecer en el mundo de Instagram y Facebook nos hace muy buenos poniendo filtros a las fotos y mostrándoles a los demás que nuestra vida es genial, aunque en realidad estemos deprimidos,” explica.

Lo que causa la adicción

El problema es que al usarse las redes se libera una hormona llamada dopamina, que según Sinek, es la misma que aparece cuando tomamos, apostamos o utilizamos drogas. “Tenemos restricciones de edad para el alcohol y las apuestas, pero no lo tenemos en redes y ni en los celulares, es como ponerle a los adolescentes un gabinete de alcohol siempre abierto,” explica Sinek, con preocupación.

Esta afirmación la apoya un estudio de la Universidad de Harvard, realizado en 2012, que reveló que publicar datos sobre la vida personal activa la misma parte del cerebro que está relacionada con la sensación de placer cuando comemos, cuando ganamos plata o tenemos relaciones íntimas.

Pero si estamos obteniendo placer de manera tan instantánea, ¿qué estamos dejando atrás? En una entrevista con El País de España, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman explica: “En las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo”.

Sinek también habla de este tema, y señala a la generación completa a la que le falta aprender a aguantarse los momentos incómodos, sin mirar la pantalla de un dispositivo, pues es ahí donde ocurren las ideas y se crean las relaciones duraderas.

El otro lado

Para la psicóloga Clara Ospina, experta en educación infantil y redes sociales, esta visión es algo radical. “Yo creo que es demasiado dramático pensar que las redes no están permitiendo el desarrollo social. Por ejemplo, mi hijo que tiene 21 años, desde los 3 años está pegado de un computador, esa generación vive por Facebook, Instagram... y son mucho más sociables que mi esposo y yo, son más conversadores, tienen más amigos, más temas para hablar. Todo depende de lo que la persona está haciendo y cómo lo está haciendo”, explica.

Ella es una firme defensora de las ventajas de un uso sano y supervisado de las redes. “Las redes no son, en sí mismas, una cosa negativa. Todo depende de la manera en la que las utilizamos. No se puede decir que Facebook le daña la autoestima a todo el mundo, Facebook hace lo que la gente haga con ella,” agrega. Para ella, lo que hay que formar es el criterio para analizar y la habilidad para poner las cosas en perspectiva.

Pero hay límites entre un uso normal de las plataformas digitales y una adicción. “Los síntomas para distinguir la adicción a las redes son los mismos que para las demás adicciones: por ejemplo, sentir que no puedes vivir sin eso, que cuando alguien te interrumpe te cambia el estado de ánimo, te causa ansiedad o rabia o cuando dejas de cumplir lo que tienes que hacer en tu trabajo,” explica la experta.

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