¿Es foto o no es foto?, esa es la cuestión. Con esta paráfrasis podríamos resumir uno de los debates generados alrededor de la imagen histórica de un agujero negro. Decidirlo no es solo una cuestión semántica. Encierra el secreto sobre cómo fue que logramos sacar esta instantánea del corazón de una galaxia. Para hacerlo, más de 200 astrónomos se “pusieron de ruana” la Tierra y la usaron como el más grande telescopio en la historia.
La técnica utilizada se conoce como “interferometría de muy larga base”, nombre largo y rimbombante para decir “miremos todos al mismo tiempo esa galaxia y después comparamos lo que vemos”.
Más fácil decir que hacer. Para fabricar a partir de esos datos la imagen mostrada, se necesita medir con precisión de nanosegundos y de milímetros diferencias de tiempo y distancias entre los telescopios de decenas de horas y miles de kilómetros.
Las implicaciones de este resultado son profundas. De nuevo sale como ganador póstumo el mismísimo Einstein, quién hace 100 años predijo cómo sería la gravedad alrededor de los agujeros negros y hoy confirmamos que tenía razón. Ganan también los astrónomos que se hacen a un “microscopio” de última generación para escrutar los secretos invisibles de las galaxias.