Claro que debe llamarnos la atención que en la discusión pública sobre posibles candidaturas a la presidencia haya una ausencia casi absoluta de mujeres. Colombia sigue manteniendo uno de los niveles más bajos de la región en lo referente a la participación y representación efectiva de las mujeres en las contiendas electorales: si de por sí las cifras son bajas para cargos plurinominales, para cargos de elección popular, como alcaldías y gobernaciones, son realmente dramáticas. Solamente el 12 % de las alcaldías están presididas por mujeres y de las 32 gobernaciones, solo la del Valle del Cauca y la de Atlántico están encabezadas por mandatarias. A la luz de las próximas elecciones presidenciales, el escenario es aún peor. En la última encuesta de Invamer, por ejemplo, se presentaron los resultados de al menos 15 hombres que han manifestado su interés de competir. No aparecía el nombre de ninguna mujer. Y claro que las hay, Francia Márquez y María Fernanda Cabal han dejado absolutamente claras sus intenciones por competir. Esta invisibilidad se debe a prácticas políticas que se han naturalizado y que en los hechos impiden o dificultan que la participación en política se pueda dar en verdaderas condiciones de igualdad. No podemos olvidar que una democracia no lo es integralmente si no es incluyente
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