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Luiz Inácio Lula da Silva, a sus 77 años, es un líder que cada vez me confunde más. O no sé si el confundido es él. Como presidente de Brasil, acaba de organizar una cumbre informal de presidentes sudamericanos para recibir con tapete rojo a Nicolás Maduro, darle un espaldarazo diplomático y permitirle salir de su país sin riesgos de responder por sus crímenes.
Abrió el encuentro con reflexiones típicas de las cumbres que no sirven para nada. Hasta ahí todo muy bien, liviano, pero políticamente correcto. Pero después se despachó con una perla: afirmó, sin ponerse rojo, que se ha construido una narrativa falsa sobre el autoritarismo, la violación de derechos humanos y la antidemocracia en Venezuela. Una construcción narrativa de una crisis que, según Lula, no existe. Acto seguido, invitó principalmente a los medios de comunicación, a desconstruir dicha narrativa. Hágame el favor el cinismo
Presidente Lula. Lo de Venezuela es una de las crisis más tristes, dramáticas y complejas de los últimos años de la humanidad. No sobra recordarle, que Human Rights Watch, una organización que no es propiamente de derecha, viene advirtiendo desde hace muchos años que en Venezuela se presentan tres crisis simultáneas. La represión del disenso, la emergencia humanitaria y el éxodo masivo de venezolanos. Que incongruencia que un presidente que se autodenomina de izquierda, arrope a un dictador y deje a la deriva a cerca de 5 millones de víctimas venezolanos que hoy son una diáspora de refugiados y migrantes invisibles ante los ojos de Lula y otros cuantos. Que incongruencia, típica de los populistas. Les fascinan las comisiones de la verdad, siempre y cuando esta verdad no sea completa y solo favorezca sus agendas ocultas.
La nueva narrativa que propone Lula es un camino muy peligroso y perverso. Es una autentica posverdad negacionista. Presidente Lula bienvenido al turbio club de los negacionistas. Sería bueno que se leyera el libro de Deborah Esther Lipstadt Negando el Holocausto: El Asalto Creciente a la Verdad y la Memoria. Como diría nuestro filósofo Heriberto Reyes, hay que leer. Claro está, que, si Lula leyera, no diría lo que dice. Una cosa es tratar de ayudar y otra muy distinta es tapar, ser cómplice y hacer populismo sobre el sufrimiento del pueblo venezolano.
Afortunadamente, en la histriónica cumbre estuvo Gabriel Boric, presidente de Chile, quien propiamente tampoco es de derecha. Boric ha sido congruente en muchos temas, algo difícil de encontrar en un líder político. Le replicó duro a Lula. Manifestó con toda claridad que la situación de derechos humanos en Venezuela no es producto de una narrativa ni de la imaginación. Es una realidad muy seria y comprobable. Las víctimas, enfatizó Boric, exigen una posición firme y clara respecto a que los derechos humanos deben ser respetados siempre y en todo lugar, independiente del color político del gobernante de turno.
Yo le agradezco a Boric, que tenga el coraje de decirles en su propia cara y en su propio territorio, las verdades que quieren ocultar a toda costa, inclusive paradójicamente, renunciando a sus “principios e ideologías”. Gracias presidente Boric.