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Ramón Jesurún, el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, se ha convertido en una suerte de caricatura. Si las más radicales feministas se hubieran puesto en la tarea de crear un personaje para ilustrar la discriminación, tal vez no se les habría ocurrido un personaje tan pintoresco como este.
Su última gran intervención fue decir que la selección que disputará este domingo la final del Mundial sub-17 “no tendrá ningún premio, ni siquiera si llegan a ser campeonas”. Y le añadió: “Los premios solo se dan a los futbolistas profesionales, ellas son unas muchachas amateurs”. El jefe máximo del fútbol en el país no ha podido dar pie con bola cuando del manejo del fútbol de mujeres se trata.
Él mismo intentó explicar su frase diciendo que el reglamento de la Fifa contempla solo trofeos y medallas para la categoría sub-17. Lo cual es literalmente cierto. Pero si tuviera una pizca de empatía, si leyera mejor el contexto, se habría dado cuenta de lo mal que podían caer sus palabras. Por supuesto se le vino el mundo encima y le tocó recoger lo dicho y admitir que sí habrá premios.
¿Cómo les pueden dar a cada uno de los jugadores de la selección de mayores entre 28 y 40 millones de pesos por partido ganado en la eliminatoria y 2,8 millones de pesos diarios por viáticos, y a las jóvenes finalistas -y ojalá campeonas- las pensaban despachar con 1 millón de pesos de viáticos? Con el agravante de que la selección de mayores no clasificó entre los 32 del Mundial y esta sub-17 no solo clasificó sino que juega mañana la gran final.
Hay quienes pueden argumentar que debe haber cierta correspondencia entre los ingresos que produce una y otra selección con los pagos que se le pueden hacer a cada una. Y es un punto de vista válido como parte del debate. Pero por otro lado hay argumentos para pensar lo contrario: ¿Quién necesita más un buen premio: los jugadores colombianos consagrados en equipos europeos que se pueden ya bañar en oro o jugadoras como Yesica Muñoz, la delantera de la tricolor, que antes de viajar a la India le prometió a su mamá que si les iba bien y le daban un premio le podría comprar los muebles de la sala? Hace tres años viven en una casa en San Javier, en la comuna 13 de Medellín, y poco a poco, de premio en premio, le está amoblando la casa.
Por no hablar de que el propio Jesurún, según los datos que han trascendido, está en el mundial de la India cobrando viáticos que por lo menos duplican los de las seleccionadas.
Lo interesante de este episodio es que cada nuevo capítulo del presidente de la federación con el fútbol femenino deja una lección y un profundo aprendizaje al país sobre inclusión e igualdad.
Porque es que ya son varias veces en las que Jesurún ha dado pie para la cátedra. Cómo en 2019, cuando no bajó del palco a felicitar a la selección de mujeres que ganó el oro en los Panamericanos de Lima. O en 2020, cuando le reclamaron el no haber sido drástico tras las denuncias de acoso sexual contra un técnico de la selección de menores.
O cuando, este año, alborotó con sus declaraciones después del partido con el que Colombia clasificó a los Olímpicos y al Mundial: “Tengo una relación con ellas muy linda, las adoro. Las tengo a todas como mis hijas, de pronto a otras como mis nietas y muy contento en ese vestuario”.
Y el más reciente episodio tuvo que ver con la Liga Femenina de 2022, que solo duró medio año, y por ende las jugadoras se quedaron sin trabajo. Jesurún otra vez fue el blanco de críticas y le tocó salir a decir que no era su culpa sino de los clubes que no tenían plata.
Y otra vez Jesurún tuvo que salir a corregir la plana: prometió, “con toda seguridad”, que en 2023 la liga femenina se jugará el año completo.
A pesar de las buenas intenciones que pueda tener el personaje -porque suponemos que las debe tener luego de tantos chascos- vuelve a caer, con cierta torpeza, en actos de discriminación o por lo menos da papaya para que se los cobren como si lo fueran. Tal vez porque no es fácil el cambio de chip y menos en un mundo como el del fútbol que hasta hace poco era un reducto donde solo tenían derecho de entrada los hombres.
Pero, viéndolo bien, no todo es malo en el caso Jesurún. Porque gracias a que su figura hace más sonados los actos de segregación contra las mujeres, las futbolistas colombianas paso a paso, de golpe en golpe, van logrando cambiar el estado de discriminación.
Así no solo van a hacer historia en el deporte en Colombia por llegar a una final de mundial de fútbol, si no que también se escribirá sobre ellas como protagonistas del avance en los derechos de las mujeres.
A estas colombianas talentosas y combativas les deseamos mucha suerte en el partido de mañana contra las campeonas actuales, la selección de España. Y ojalá les den muchos y merecidos premios por dejar la bandera de Colombia tan alto