Otro más. Colombia va a tener otro ministerio más. Otro más para la abultada lista que ya suma dieciocho, y que retrata muy bien a un país en el que la clase política piensa que los objetivos se cumplen creando entidades, y que exhibe esa creación de entidades como un logro, aunque en la realidad los problemas sigan vivos. La misma clase política que jamás va a decir que no a la expansión del aparato burocrático, pues en él ve un banquete y un tesoro: puestos, contratos, gasto, y posible crecimiento adicional futuro. Es así como hemos venido configurando un Estado que crece y crece, que cada vez es más grande, tiene más funcionarios, gasta más, pero paradójicamente es cada día más incapaz de cumplir sus funciones.
Nos referimos, claro, al ministerio de la igualdad, cuya creación fue aprobada el pasado lunes en primer debate de comisiones conjuntas de Senado y Cámara. Resta el debate de plenarias, pero todo indica que este nuevo ente será aprobado, y que las objeciones que presentaron algunos congresistas de oposición serán ignoradas.
Una de ellas es que no se ha estimado ni se ha explicado el costo que tendrá este nuevo ministerio. De hecho, ni siquiera se cuenta con el concepto del Ministerio de Hacienda sobre su impacto fiscal. Cosa que resulta incomprensible, en un país en el que día y noche oímos decir que la situación fiscal está al rojo vivo, que deuda pública y déficit fiscal han alcanzado niveles de alarma, que las calificadoras de riesgo nos ven con preocupación, y sobre todo, que tenemos que pagar más y más impuestos para paliar esa crisis. ¿Si esa es la situación, con qué cara proponen más gasto?
Es aquí donde los defensores del proyecto acusan a los críticos de neoliberales insensibles, y, de paso, de estar en contra de la igualdad. Pero es apenas un truco demagógico. Estar a favor de la igualdad, no significa estar a favor de crear más burocracia. Ese es el camino fácil, decretar la igualdad, en vez de generar las condiciones que la permitan.
Eso equivale a creer que las cosas se logran simplemente creando un ministerio que lleve su nombre. Los objetivos de la política pública exigen por el contrario trabajo real y trabajo duro, el cual casi en todos los casos puede canalizarse a través del aparato institucional ya existente. Hablen con la comunidad científica, a la que le vendieron con bombos y platillos un ministerio de ciencia: hoy tiene recursos inferiores a los que tenía el sector antes de que hubiera ministerio.
O también pueden averiguar en Venezuela ¿qué tan felices los hizo el Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo que creó el presidente Nicolás Maduro en 2013?
Basta mirar en el proyecto aprobado la lista de funciones que se le dan al nuevo ministerio. Casi todas son declaraciones de intenciones, que si bien están ligadas con valores y objetivos importantes, carecen de la concreción necesaria para guiar acciones efectivas. Cuando el ministerio llegue a ser realidad, nadie, ni siquiera su titular, va a saber exactamente qué es lo que hace.
Se ha dicho que lo ocuparía la vicepresidenta Francia Márquez. También se ha dicho que se va a crear como un compromiso con ella en campaña. Por Francia y por su trayectoria tenemos un profundo respeto, y quisiéramos que el gobierno también diera muestras de tenerlo. Ella misma se ha quejado de que en ocasiones tiene que recordarles a algunos funcionarios que ella es la Vicepresidenta. Por no hablar de un reciente viaje al que la mandaron en clase económica a España, con el argumento de la austeridad. Creería uno que el Estado no se va a quebrar mandando a la vicepresidenta en primera clase. De hecho, la aerolínea, al notar esa situación, la subió a una mejor clase por cuenta suya.
Si tanto respetan su trayectoria y valoran su aporte, rápidamente la deberían haber encargado de alguno de los sectores centrales y ya existentes de la política pública, donde ella seguramente podría aportar mucho. Por el contrario, los han reservado para los amigos y para las cuotas clientelistas.
Naturalmente, los políticos que se han entregado al gobierno van a votar este proyecto con entusiasmo. Cómo van a decirle que no a un aumento del banquete. Cómo van a decir que no a más recursos que luego pueden capturar, o a más puestos que luego pueden dar a sus amigos. Cómo van a decirle que no a más contratación.
Nos dijeron que este ministerio “se articulará” (expresión ambigua por excelencia) con el sistema nacional del cuidado. Pero sobre el tema, como sobre todo lo demás, no hay nada concreto.
Lo único concreto que hay en el proyecto es que al presidente se le dan facultades extraordinarias para expedir normas con fuerza de ley para organizar el sector. Para legislar por decreto, como tantas veces ha mostrado que es su anhelo. Tanto los organismos competentes como la opinión pública tenemos que vigilar de cerca el uso de esas facultades