<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

Recordando a Belisario

Su memoria encarna valores de esfuerzo y de lucha que vale la pena recuperar hoy.

07 de febrero de 2023
bookmark

Hace cien años y unos pocos días nació en Amagá Belisario Betancur Cuartas (4 de febrero de 1923). ¿Seremos capaces, en esta época de ánimos incendiarios, de revisar serenamente su vida y su legado, y valorarlos no con furia ni fanatismo sino con una perspectiva humana?

La vida de Belisario Betancur, fallecido en 2018 a los 95 años, para algunos quedó signada por la tragedia del Palacio de Justicia, y es posible que ese sea el contexto en el que lo hayan conocido las nuevas generaciones.

Sin embargo, esa lectura es demasiado limitada, casi miope, a la hora de interpretar su legado.

Hoy, cuando está de moda el discurso falaz según el cual a este país siempre lo han gobernado las mismas élites privilegiadas, la vida de Belisario es un testimonio de cuán diversa ha sido en realidad nuestra historia. Más humilde no pudo ser su origen. Más alejada de los salones capitalinos no pudo ser su cuna. Y aun así, desde su Amagá rural llegó no solo a la Presidencia de la República, sino que fue durante décadas una de las figuras guía de esta Colombia sufrida.

Su papá fue un campesino que trabajaba a veces como arriero y otras como cantinero. Belisario, desde los 5 años, ayudó a sostener su casa vendiendo fruta y tabaco. De sus 21 hermanos, 17 murieron antes de llegar a la adolescencia. Su discurso y su empeño en lograr la paz, sin odios de ningún tipo, sin duda se hace más impresionante y valioso teniendo en cuenta este retrato de vida.

También hoy, cuando está de moda creer que todos podemos “vivir sabroso” de cuenta del Estado, y cuando se demonizan el esfuerzo, el trabajo y el tesón, la vida de Belisario es testimonio de que son precisamente esos valores que él encarnó los que efectivamente pueden sacarnos de la pobreza, como individuos y como sociedad. Las duras condiciones de su infancia no le impidieron a Belisario llegar a los proyectos más grandes que colombiano alguno pudiera soñar en esa época. Y hasta sus detractores reconocerían que lo hizo gracias al esfuerzo, al estudio, a la entrega, y al trabajo infatigable tanto suyo como de su familia.

Rompiendo los lugares comunes, Belisario fue un conservador con una profunda vocación social, y un compromiso personal infatigable con la paz y con la democratización del país. ¿Olvidamos acaso que fue durante su período que se aprobó la elección popular de alcaldes? Ese hito le abrió la puerta a las reformas que cinco años después se condensarían en la Constitución de 1991.

La paz fue su apuesta más arriesgada, ambiciosa y trágica. Fue el primer presidente en América Latina en abrir la puerta a una negociación con quienes habían tomado el camino de la insurgencia. Él creyó que podía, porque pensó que solo hacía falta buena voluntad. Veníamos de un Estado profundamente represivo, caracterizado por el Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala, al calor del cual se cometieron graves abusos. Queriendo marcar un nuevo camino, Belisario abrió su presidencia anunciando un nuevo enfoque de mano tendida hacia los numerosos grupos guerrilleros que en ese entonces existían en Colombia.

La ley 35 de 1982 ofreció una generosísima amnistía a los miembros de esos grupos, y el país ingresó en una fase de múltiples negociaciones que al final no terminó bien porque tal vez el país no estaba preparado para ello. Belisario entonces, como el país, puso su cuota de sacrificio.

En efecto, solo tres años después el M-19 estaría ingresando al Palacio de Justicia, asesinando a sangre fría a varios humildes vigilantes de quienes nadie se acuerda ya, y desatando la jornada más dolorosa que hubiera vivido Colombia. Jornada por la cual la historia hoy juzga duramente a Belisario, al punto de sospecharse que, durante esos dos días, fue tal vez apartado del poder por la cúpula militar. Los ruegos desatendidos del inmolado Alfonso Reyes Echandía, presidente por ese entonces de la Corte Suprema, son casi que un veredicto condenatorio.

Sin menospreciar la gravedad de este hecho, hace falta saber mucho más sobre lo que pasó. Que él mismo lo hubiera contado habría sido tal vez lo ideal. Lo cierto es que capacidades humanas, incluso las de alguien tan aparentemente poderoso como un Presidente de la República, son pequeñas y limitadas, más cuando se enfrentan a un tsunami de adversidades como el que enfrentó Belisario (como se le conoció).

De lo que sí estamos convencidos es de que él fue un hombre bueno y lo animaba la mejor voluntad: ni él ni nadie, ni las fuerzas militares, ni el propio M19, estaban preparados para saber cómo responder a una toma tan cruenta como inédita en el país, tal y como lo demostró el trágico desenlace.

Tampoco se puede olvidar que, para ese entonces, el poder de la mafia había crecido hasta poner en aprietos al propio Estado. De hecho fue Belisario quien vivió y sufrió el primer episodio de esa gran crisis nacional, cuando el 30 de abril de 1984 la mafia se reía en la cara de Colombia y de su gobierno asesinando a su ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla. Y aún peor, los narcos tenían la capacidad de desafiar al Estado como lo habrían hecho en aquella jornada cuando financiaron la toma a sangre y fuego del Palacio, según testimonios e informes.

Recordaremos, y reflexionaremos. Recordaremos a esa figura que encarnaba dos valores centrales de nuestra región: uno, el del esfuerzo honesto y el trabajo como vía hacia el progreso; y dos, el de ese particular espíritu conservador en el que, a diferencia de otros conservatismos, la protección y la promoción de los más débiles es un deber de quien ha sido favorecido en la vida. .

El empleo que busca está a un clic

Te puede interesar

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD