El hecho de que el alcalde Daniel Quintero haya dado un paso atrás con respecto al Jardín Botánico tiene muchos significados y puede revelar detalles de cómo están percibiendo el pulso con la opinión pública desde la Alcaldía de Medellín.
El jueves pasado un profundo suspiro de alivio recorrió toda la ciudad tras el anuncio de que por fin la Alcaldía entra en razón y decide volver a contratar al Jardín Botánico para el mantenimiento de las zonas verdes.
La noticia no es menor teniendo en cuenta que la administración municipal le había dado la espalda al Jardín Botánico en los momentos más duros de la pandemia. Tal vez la ciudadanía lo habría entendido, en ese momento, si se tratara de falta de recursos. Pero lo que indignó a muchos es que al Jardín se le redujo a menos de la mitad el contrato para darle una tajada mayor a una empresa sin experiencia y elegida a dedo.
La indignación fue mayor cuando se demostró que detrás de la firma contratada había una familia liberal de Andes, a quienes les habrían pagado un favor político con el contrato y que ese cambio de contratista, además, implicó que se quedaran sin trabajo cerca de 300 jardineros que por muchos años habían mantenido la ciudad como una tacita de plata.
Curiosamente, la Reforestadora Líbano no duró mucho con el contrato. No aguantó los fuertes cuestionamientos, lo terminó en agosto, pero para darle paso a otra empresa detrás de la cual, según pesquisas de EL COLOMBIANO,
Sea la razón que haya tenido el Alcalde para volver a contratar al Jardín Botánico esta experiencia sirve para ratificar que la ciudadanía no va dejar que maltraten a instituciones tan queridas estaría la misma familia de políticos aliados de la Alcaldía.
Pero más allá de los detalles de la contratación lo interesante es que se trata del primer caso en el que, luego de denuncias documentadas, el alcalde Daniel Quintero decide dar su brazo a torcer. Bien dijo el concejal Daniel Duque que es “un triunfo de la población civil que está cansada de las irregularidades”.
La pregunta entonces es ¿Por qué dio el alcalde su brazo a torcer? La respuesta más benévola sería pensar que en la Alcaldía se dieron cuenta del daño que estaban causando y quisieron corregir el error. Pero lo más obvio es pensar que Quintero, que es hábil para hacer sumas y restas, notó que el caso del Jardín Botánico le estaba costando más en términos de opinión pública que lo que podría estarles generando de ganancias económicas a sus aliados.
Las zonas verdes en varios sectores de Medellín estaban al garete. Los jardines en parques públicos, en avenidas y en andenes estaban tomados por malezas y matorrales. Y esto en una ciudad como Medellín, que siempre ha brillado por su cuidado, resulta ser un detonante importante del malestar de los ciudadanos con el alcalde.
Si algún contratista se quiere quedar con los dineros públicos, tal vez puede que le funcione en ciertos casos, pero en materia de los jardines todo peso que se deje de invertir se nota. Por ejemplo, y tristemente, en Buen Comienzo es muy difícil que la ciudadanía vea a primera vista el impacto que produce el que le estén bajando la calidad a la alimentación de los niños o el que contraten personal no capacitado; ese desangre de recursos se puede camuflar fácilmente. Pero en el caso de las zonas verdes es distinto: un jardinero que no contratan es maleza a la vista de los ojos de los transeúntes todos los días y a todas horas.
Como si eso fuera poco, la Administración Municipal no se puede dar el lujo de dejar morir a uno de los buques insignias de Antioquia. Hace un año la directora del Jardín Botánico advirtió de una posible quiebra y sin duda la ciudad le cobraría al gobernante si dejara morir en sus manos ese grandioso pulmón en pleno centro del Valle de Aburrá.
Por supuesto, no hay que perder de vista que el alcalde está en modo revocatoria. El mismo ha dejado entrever que no la tiene ganada y en algún noticiero de televisión dijo que, si se llega a votar, el resultado podría estar muy empatado. De manera que no sería extraño que haya identificado el abandono de las zonas verdes de la ciudad como uno de sus puntos débiles.
Sea la razón que haya tenido el Alcalde para volver a contratar al Jardín Botánico esta experiencia sirve para ratificar que la ciudadanía no va dejar que maltraten a instituciones tan queridas y para demostrar que cuando cada ciudadano se convierte en veedor del uso de los recursos públicos se pueden lograr grandes o pequeños milagros.
Sea la razón que haya tenido el Alcalde para volver a contratar al Jardín Botánico esta experiencia sirve para ratificar que la ciudadanía no va dejar que maltraten a instituciones tan queridasestaría la misma familia de políticos aliados de la Alcaldía.
Pero más allá de los detalles de la contratación lo interesante es que se trata del primer caso en el que, luego de denuncias documentadas, el alcalde Daniel Quintero decide dar su brazo a torcer. Bien dijo el concejal Daniel Duque que es “un triunfo de la población civil que está cansada de las irregularidades”.
La pregunta entonces es ¿Por qué dio el alcalde su brazo a torcer? La respuesta más benévola sería pensar que en la Alcaldía se dieron cuenta del daño que estaban causando y quisieron corregir el error. Pero lo más obvio es pensar que Quintero, que es hábil para hacer sumas y restas, notó que el caso del Jardín Botánico le estaba costando más en términos de opinión pública que lo que podría estarles generando de ganancias económicas a sus aliados.
Las zonas verdes en varios sectores de Medellín estaban al garete. Los jardines en parques públicos, en avenidas y en andenes estaban tomados por malezas y matorrales. Y esto en una ciudad como Medellín, que siempre ha brillado por su cuidado, resulta ser un detonante importante del malestar de los ciudadanos con el alcalde.
Si algún contratista se quiere quedar con los dineros públicos, tal vez puede que le funcione en ciertos casos, pero en materia de los jardines todo peso que se deje de invertir se nota. Por ejemplo, y tristemente, en Buen Comienzo es muy difícil que la ciudadanía vea a primera vista el impacto que produce el que le estén bajando la calidad a la alimentación de los niños o el que contraten personal no capacitado; ese desangre de recursos se puede camuflar fácilmente. Pero en el caso de las zonas verdes es distinto: un jardinero que no contratan es maleza a la vista de los ojos de los transeúntes todos los días y a todas horas.
Como si eso fuera poco, la Administración Municipal no se puede dar el lujo de dejar morir a uno de los buques insignias de Antioquia. Hace un año la directora del Jardín Botánico advirtió de una posible quiebra y sin duda la ciudad le cobraría al gobernante si dejara morir en sus manos ese grandioso pulmón en pleno centro del Valle de Aburrá.
Por supuesto, no hay que perder de vista que el alcalde está en modo revocatoria. El mismo ha dejado entrever que no la tiene ganada y en algún noticiero de televisión dijo que, si se llega a votar, el resultado podría estar muy empatado. De manera que no sería extraño que haya identificado el abandono de las zonas verdes de la ciudad como uno de sus puntos débiles.
Sea la razón que haya tenido el Alcalde para volver a contratar al Jardín Botánico esta experiencia sirve para ratificar que la ciudadanía no va dejar que maltraten a instituciones tan queridas y para demostrar que cuando cada ciudadano se convierte en veedor del uso de los recursos públicos se pueden lograr grandes o pequeños milagros. . n