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Partidos y liderazgos endebles

Dirigentes políticos están en sus partidos en tanto estos les garanticen adhesión a sus personales

pretensiones electorales. Es enorme el vacío de liderazgo de los partidos y de peso programático y de opinión.

29 de octubre de 2020
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Infográfico
Partidos y liderazgos endebles

Es muy largo el listado de rupturas y escisiones de los partidos políticos colombianos en los últimos 30 años. Si bien en la época de vigencia y luego en la posterior al Frente Nacional, el bipartidismo ya albergaba algunas tendencias diversas dentro de las colectividades dominantes, fue luego del proceso constituyente de 1991 y su Constitución resultante cuando la atomización de los partidos y movimientos se hizo ya imparable.

Y de la proliferación de partidos, el país asistió a sus conductas derivadas: el cambio incesante de candidatos y dirigentes políticos de unas colectividades a otras, en función de sus propios objetivos electorales particulares. Uno de los temas que más reformas constitucionales ha tenido desde 1991 es el los partidos, las condiciones para obtener y mantener personería jurídica, para evitar la doble militancia. No se han podido reglamentar con mayor alcance el transfuguismo y los cambios sucesivos de camiseta política, por cuanto se considera que nadie puede estar obligado a permanecer en una organización política con cuyos postulados ya no está de acuerdo.

La Constitución de 1991 otorga a todo ciudadano los derechos a formar, pertenecer, o retirarse de un partido político, pero para quien decida hacerlo, existe la prohibición de pertenecer –a la vez, se entiende– a más de uno. Dice la misma Carta Política que “los partidos y movimientos se organizarán democráticamente”, que “tienen el deber de presentar y divulgar sus programas políticos” y que “los directivos deberán propiciar procesos de democratización interna y el fortalecimiento del régimen de bancadas”. Y para eso, se establece que si no celebran, al menos cada dos años, convenciones para posibilitar a sus afiliados influir en la toma de decisiones internas, perderán la personería jurídica.

Salvo en el caso del Centro Democrático, en el que la jefatura es indiscutible, y en el del Liberal –donde no obstante la del expresidente César Gaviria generó una disidencia de varios de sus miembros, pero ha sido ratificada en convenciones internas–, en casi ningún otro hay jefaturas visibles y que cohesionen a sus dirigentes.

El último acto de separación ha sido el del senador Jorge Enrique Robledo y varios dirigentes, quienes ayer presentaron la formación de un nuevo movimiento, que se llamará Dignidad, y su separación del Polo Democrático. Como casi todas las organizaciones de izquierda de los países democráticos, el Polo ha tenido divisiones y disidencias desde su fundación. En él no encontró respaldo mayoritario Gustavo Petro y salió a armar su propio movimiento, también teñido de caudillismo. Ahora salen quienes representan casi la mitad de su última votación parlamentaria.

Paralelamente, se conocen casos como los del senador Iván Marulanda, elegido al Senado por el Movimiento Compromiso Ciudadano de Sergio Fajardo, pero que ahora lanza precandidatura presidencial por la Alianza Verde. O los senadores Roy Barreras y Armando Benedetti, que abandonan la U, el primero para montar también una precandidatura.

La militancia de tantos de estos líderes en sus partidos se subordina a que les avalen sus ambiciones electorales, tornándose así en estructuras instrumentales para el propósito individual. Evidentemente, estos saltos y cambios de chaqueta partidista y electoral se facilitan en tanto no son penalizadas por los votantes, que en su gran mayoría depositan el voto prevalidos de su confianza en el candidato, independiente de qué organización política lo cobije en ese momento.

Los partidos políticos en nuestro país son endebles, así cuenten con bastante pericia en mecánica electoral. No es sino revisar sus páginas Web, sus plataformas programáticas y su falta de conexión con los grandes temas de estudio contemporáneo, para saber que su sustitución por los liderazgos personalistas de tipo caudillista seguirá extendiéndose mucho tiempo más.

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