Falta muy poco para que las urnas nuevamente se abran y Colombia entre de lleno en modo electoral. Las elecciones del próximo domingo 13 de marzo suponen tres grandes desafíos para el país. Y no estamos hablando de desafíos de cualquier tipo: pueden significar decisiones cruciales en la historia de Colombia.
En primer lugar, elegiremos nuevamente al Congreso de la República en sus dos corporaciones, Cámara y Senado. Estamos viviendo uno de los momentos de mayor descrédito del Congreso. Y, lamentablemente, muchos de los colombianos aún no saben por quién votar o no se han puesto en la tarea de buscar. Según la más reciente encuesta de Invamer, a finales de febrero el 65 % de los colombianos no había decidido por quién votar el próximo domingo.
Ahí todos tenemos que involucrarnos más. No solo votar, sino también invitar a votar a otros de manera consciente. Si no votamos, luego no nos podemos quejar de que tenemos un mal Congreso. Hay opciones buenas para todos los gustos. EL COLOMBIANO presentará a partir de mañana, y durante toda la semana, candidatos de todas las vertientes.
En Colombia tenemos niveles relativamente bajos de participación electoral. Y en las elecciones parlamentarias esa participación suele ser menor a la de las elecciones presidenciales. En los últimos tres certámenes (2010, 2014 y 2018), la participación promedio en las elecciones para Congreso ha sido de un poco más del 45 %; para la primera vuelta presidencial, de algo más del 47 %, y para la segunda, de algo más del 48 %. ¿Pero qué tal si el país mejora la participación? ¿Qué tal si se les quita el predominio a los negociantes de los votos y todos los ciudadanos votamos de manera consciente?
En segundo lugar, el reto es de las consultas para elegir candidatos a la Presidencia de la República, lo que tal vez nos tiene con una mayor expectativa. Ese mismo día cada persona podrá votar por una de tres coaliciones, que se han denominado Equipo por Colombia, Centro Esperanza y Pacto Histórico. Sobre esta última, la expectativa es casi nula, pues se da por hecho que el seleccionado será Gustavo Petro, cuya candidatura al frente de esta coalición de izquierda nunca ha estado en duda, y quien tal vez puso en marcha este proceso solo para obtener beneficios como el poder hacer campaña desde más temprano, acceder a dineros por vía de reposición de votos y jalar las listas al Congreso del Pacto Histórico.
Estas consultas son determinantes. Lo más probable es que, cuando se conozcan los resultados de la votación total que obtuvo cada coalición, estos sean interpretados como un indicio de la fuerza que cada sector tiene con miras a la primera vuelta del 29 de mayo. De modo que en estas consultas es mucho lo que está en juego, y por eso resulta clave —otra vez hay que decirlo— que más personas salgan a votar de manera consciente.
Si los colombianos y las colombianas se quejaran menos en redes sociales y se dedicaran más a participar en las decisiones políticas y a votar, tal vez tendríamos un mejor país.
Y, en tercer lugar, se elegirá también, como novedad, a dieciséis representantes a la Cámara —adicionales a los ya existentes— en las llamadas circunscripciones especiales de paz; se elegirá a estos representantes únicamente por dos períodos, este y el siguiente, y se votará por ellos únicamente en dieciséis circunscripciones especialmente designadas para tal efecto. En Antioquia solo se podrá pedir el tarjetón especial para estas curules de paz en veintinueve municipios del norte, nordeste, bajo Cauca y Urabá.
No sobra decir que el voto a consciencia es un ejercicio de dignidad personal. No lo venda, y si lo intimidan o coaccionan, denuncie. Votar enriquece la democracia y fortalece las instituciones. Y tal vez las vayamos a necesitar muy vigorosas y fuertes, ya que desde cierto sector se anuncia un desafío a sus competencias y a su misma existencia. Un precandidato del Pacto Histórico, el pastor Alfredo Saade, sugirió que se debería cerrar el Congreso, cosa que, al no ser legalmente posible en Colombia, tendría que ser un acto abrupto de fuerza. Un golpe. Y de Gustavo Petro se ha visto con preocupación su antipatía por las instituciones y cómo mediante intimidaciones disfrazadas de movilización ciudadana buscaría doblegarlas