La ciudad y su área metropolitana avanzan. Han logrado mejorar su calidad de vida, pero las autoridades no deben caer en la tentación de la autocomplacencia. Los indicadores de gestión en los frentes principales de su administración, en el período 2012-2015, entregados por el programa Medellín Cómo Vamos, hablan de menor pobreza y homicidios, pero también señalan que en educación y medio ambiente los logros son limitados o no los hay.
Es alentador, como se destacó en su momento, que la tasa de homicidios, en una estadística global para ese cuatrienio, durante el gobierno de Aníbal Gaviria en Medellín, descendió en un 61,5 por ciento. Se pasó de 52 muertes violentas, por cada cien mil habitantes, a 20, lo cual representa un reto para el actual alcalde Federico Gutiérrez: mantener o reducir más esas cifras.
Aunque tales registros no se pueden convertir en la única medida de la seguridad urbana, sí son un punto de partida para aprovechar el impacto que tienen en la sensación y la realidad de protección a la vida de los ciudadanos.
La situación es compleja en otros terrenos del combate a las estructuras delincuenciales y la violencia y la inseguridad que generan: entre 2012 y 2015, los hurtos en vía pública crecieron el 186 por ciento, un indicador que generó en esos años la protesta de los habitantes, debido al acoso por parte de la delincuencia.
La extorsión es una modalidad criminal que no cedió y que debe recibir atención especial de las autoridades municipales. El Centro (Comuna 10, La Candelaria) es el área más afectada debido a la cantidad de comercio, actividad ciudadana y visitantes que concentra a diario. Aunque se dieron golpes recientes a las bandas que operan allí, hay que redoblar esfuerzos en investigación y judicialización porque se trata de estructuras complejas y extendidas en la zona más densa de la ciudad.
Los analistas e investigadores sociales demandan exámenes actualizados y rigurosos sobre las nuevas dinámicas territoriales y delictivas de bandas y combos en los barrios y áreas críticas de Medellín.
Pero hay que volver sobre el tema crucial de la educación en el que Medellín, incluso con el esfuerzo sostenido en inversión de las últimas administraciones, no logra cambios efectivos y significativos.
Aunque los recursos destinados en el período 2012-2015 fueron cuantiosos, se constata que en cobertura escolar y en las pruebas Saber, por ejemplo, los resultados son deficientes. Piedad Restrepo, coordinadora de Medellín Cómo Vamos, lo señaló con preocupación: “En lo que no avanzamos, dentro de lo que llamamos la parte social o activos de las personas, fue en educación”. Y en secundaria están los peores indicadores.
El diagnóstico, entonces, queda para que el alcalde, con presupuesto y planes específicos, enfrente esa debilidad y enriquezca la oferta y la calidad de la educación pública.
El medio ambiente es otro asunto prioritario. La ciudad ha visto desmejorar la calidad del aire y se sabe de su déficit de árboles. El río Medellín continúa siendo un depósito de residuos y desagües y está lejos de ser el eje que inspire una renovación ecológica y el encuentro ciudadano.
La situación financiera de Medellín es estable y se espera que en los años que vienen haya capacidad gerencial y ejecutiva, para que estas realidades adversas se reduzcan o desaparezcan y la ciudadanía tenga la confianza en que no se van a dar pasos atrás.