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Macron se inmola

Tal vez el gran error del gobierno radica en que no logró explicar la importancia de su propuesta. Los manifestantes sienten que su presidente vive en una torre de marfil, que no los escucha, que no entiende sus necesidades.

24 de marzo de 2023
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Dispuesto a sacrificar su popularidad por el bien del interés común, así se presenta Emmanuel Macron en uno de los momentos más tensos de la Francia contemporánea. Tras haber impuesto su reforma a la edad de jubilación, el panorama en las calles no puede ser peor: ayer fue la novena jornada de protestas con más de 300 manifestaciones activas por todo el país. El desafío de los sindicatos y la oposición crece, y ni por asomo se vislumbra la calma. Por el contrario, la crisis empeora pese a la seguridad que muestra el presidente francés con su controvertida propuesta.

Los franceses saben muy bien cómo mantenerse firmes y desplegar todas sus estrategias de protesta cuando sienten que no se les escucha. Lo vivió en su momento Jacques Chirac cuando intentó lo mismo en 1995, e incluso le costó la renuncia al Primer Ministro Dominique de Villepin en 2006 cuando ni siquiera había logrado poner por escrito una serie de reformas en materia pensional para la gente joven. Las calles de Francia, y especialmente las de París, siempre han sido el escenario de todos aquellos que no se quieren dejar imponer lo que consideran injusto. No importa si es necesario o no, la sensación de que van a perder uno de sus privilegios dentro del estado de bienestar exalta los ánimos y enciende la mecha de las protestas.

A veces parece que el lema fuera vivir como si no hubiera un mañana. En las marchas se ha visto a jóvenes de 15 y 20 años con pancartas que exigen lo imposible: que se puedan jubilar siendo jóvenes, sin tener en cuenta que la baja tasa de natalidad hace muy difícil sostener el sistema.

Mientras tanto, Macron está dispuesto a asumir la impopularidad. Lo dijo en una entrevista a varios medios esta semana: “Entre los sondeos a corto plazo y el interés general del país, yo elijo el interés general del país, y si hay que asumir la impopularidad hoy, la asumiré”. Así que ni rectifica ni modifica, solo justifica el porqué de su decisión. Pero tal vez no ha medido su actitud y eso ha encrespado a las multitudes. Incluso se atrevió a parafrasear a Victor Hugo, quien escribió “Con frecuencia la muchedumbre traiciona al pueblo”.

Que haya recurrido al artículo 49.3 de la Constitución al darse cuenta de que no tenía suficientes votos en la Asamblea Nacional para aprobar la ley que pasa la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, ha sido interpretado como una decisión “tiránica” en las calles. Este artículo, que permite imponer una ley sin voto, se ha convertido en una afrenta para los manifestantes. Y peor cuando ninguna de las dos mociones de censura presentadas por la oposición triunfó porque les faltaron sólo unos cuantos votos.

De manera que agotados los recursos formales, la gente está de nuevo protestando y no da señales de agotamiento. Al contrario, el desafío que le están planteando a Macron aumenta día a día. Las manifestaciones que se están desarrollando por todo el país, y las huelgas en sectores vitales como la energía, los transportes o la educación son un reto inmenso.

Tal vez el gran error del gobierno radica en que no logró explicar la importancia de su propuesta. Los manifestantes sienten que su presidente vive en una torre de marfil, que no los escucha, que no entiende sus necesidades. Emmanuel Macron piensa que si se llega a mostrar débil en estos momentos todo se puede ir al garete porque aunque la ley quedó aprobada, todavía está pendiente del dictamen del Tribunal Constitucional.

Pero hay serias dudas sobre la lectura que está haciendo el presidente del descontento político. Hay una desconexión entre lo que el gobierno ve necesario para que el país funcione de cara al futuro y las arengas de miles de manifestantes que vuelcan todas sus frustraciones en las calles. Problemas de comunicación dirán algunos, incapacidad de sacrificarse por el bien común dirán otros, la verdad es que el momento actual que viven los franceses no es fácil. Como al resto del mundo, la inflación y el desempleo los tienen asfixiados, y el instrumento de las redes sociales vuelca con una facilidad pasmosa la indignación a las calles.

Macron, que vislumbra lo que se viene en unos cuantos años, está dispuesto a inmolarse. Solo nos queda esperar a ver quién va a vencer en este pulso. Y tal vez Francia, que ha marcado a lo largo de la historia la pauta en materia de democracia, termine dándole una lección al mundo sobre qué podemos esperar los otros países en un futuro. .

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