El franco deterioro que sufre la Ciénaga Grande de Santa Marta reitera la necesidad urgente de proteger nuestros humedales.
Colombia es anfibia, como lo demostró en un extenso estudio el Instituto Humboldt. Cerca de 20 millones de hectáreas, 17 % del territorio continental, son humedales que se reparten 31.702 sistemas.
El 93 % requiere protección bajo alguna figura al ser cuerpos de agua frágiles y vitales para una gran diversidad de animales y una extensa población humana.
La crisis de la Ciénaga Grande ejemplifica lo que sucede con muchos de esos complejos lagunares.
Con sus 4.900 kilómetros cuadrados es la laguna costera más grande, sometida a presiones que poco a poco la han deteriorado, daño que se aceleró hace 60 años con la construcción de la carretera Ciénaga-Barranquilla.
El último detonador de la afectación sufrida fue la mortandad de peces en agosto pasado. La desviación de los ríos que la nutren para uso en fincas particulares, la desecación, los desarrollos viales, la contaminación y sobreexplotación de recursos son los males, todos graves, que han acelerado el deterioro de este ecosistema que no solo está incluido en la Convención Ramsar de protección de humedales, sino que es Reserva de la Biosfera declarada por la Unesco.
Tal situación ameritó la visita de una comisión de la Convención, que tras comprobar su estado presentó al Gobierno nueve recomendaciones para recuperarla.
Todas menos una fueron acogidas por el Ministerio del Medio Ambiente. Se refieren a la actualización de estudios hidrológicos, de los ríos y del acuífero, además de crear un sistema de alertas tempranas y mejorar la coordinación institucional para que las medidas y acciones sean efectivas
El ministro del Medio Ambiente, Luis Gilberto Murillo, decidió no incluir la Ciénaga en el Registro de Montreux, en el que están aquellos humedales en alto riesgo de desaparición.
Se pierde la oportunidad de recibir ayuda internacional para frenar el deterioro y avanzar en la recuperación ecosistémica. El ministro adujo que se cuenta con dineros del BID y del Fondo del Carbono para concretar la serie de proyectos que se han definido.
Si bien la intención puede ser sana, en diferentes foros y eventos académicos se ha demostrado que en los últimos siete años se han invertido 160.000 millones de pesos en la Ciénaga pero la mejoría no se nota. De hecho, habitantes de la zona y pescadores han expuesto que la problemática se mantiene y agrava.
La posición del Minambiente ha originado la reacción negativa de quienes han estudiado y seguido de cerca la evolución del complejo.
¿No sería mejor acogerse al Registro de Montreux para recibir más ayuda, pues la muerte de la Ciénaga lleva décadas y nadie ha sido capaz de recuperarla? No sería un deshonor, como podría tomarse, sino el reconocimiento de que no se quiere doblar el brazo sino redoblar el trabajo por una región estratégica y por todos quienes dependen de ella.
La crisis de la Ciénaga Grande debe servir además a las autoridades gubernamentales y ambientales y a las organizaciones sociales para poner el ojo en los demás humedales, un cuarto de ellos afectado por actividades agropecuarias pese a su importancia para el bienestar de millones de colombianos.
Es una tarea pendiente y muy urgente.