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Con el Eln, se acorta la espera

Tras un tira y afloje de dos años para lograr un acuerdo de diálogo, Gobierno y Eln se adentran en un proceso que se espera menos complejo y dilatado que el de La Habana. El país queda atento.

31 de marzo de 2016
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Mientras que para el Gobierno colombiano el inicio de un proceso de paz con el Eln significa un logro político y un complemento que le era necesario al diálogo con las Farc, en Cuba, para los ciudadanos discurre como un anuncio frente al que hay un optimismo moderado y sin júbilos, debido a la indefinición, críticas e interrogantes que aún rodean las negociaciones de La Habana.

La gente tiene un espejo en el cual puede buscar los lunares que hasta ahora ha tenido la búsqueda de un Acuerdo para el Fin del Conflicto. Aunque ello no invalida, claro, la pertinencia de crear mecanismos de diálogo con la segunda guerrilla del país, para tallar la llave que cierre total y finalmente casi 60 años de una guerra irregular cuyos peores efectos los cargan la población civil y el país en su conjunto.

“Instalar una mesa pública de conversaciones” con el Eln, después de que lo intentaran con insistencia y sin éxito Ernesto Samper, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, puede interpretarse como un hecho de aceptable valor histórico, si se piensa en el cúmulo de esfuerzos precedentes y frustrados:

Desde el Preacuerdo del Palacio de Viana (febrero de 1998, Madrid, España) y los Acuerdos de Puerta del Cielo (julio de 1998, Maguncia, Alemania), hasta los intentos por crear una “zona de encuentro” en el Sur de Bolívar con el gobierno Pastrana, y los escarceos en Cuba con Luis Carlos Restrepo, para dialogar con el gobierno Uribe.

El Eln ha sido una contraparte arisca a la hora de concretar el diálogo y muy despiadada a la hora de enviar mensajes de terror al país: la masacre de 84 personas en el incendio de Machuca, Segovia (10/98) y los secuestros de un avión Fokker de pasajeros de Avianca (04/99) y de feligreses en la iglesia La María (05/99).

Esta guerrilla, que hoy podría tener unos 2.500 combatientes, surgida de una mezcla de postulados marxistas, cristianos, guevaristas-procubanos y nacionalistas, ha tenido por rasgo la “veleidad dialéctica” de su Comando Central (Coce). Un día quiere el diálogo y al otro saluda al país con su frase de batalla: “liberación o muerte”. Y está entre sus recurridas vanidades declararse más política que militar, aunque de los últimos años nos deja sus matanzas de policías, sus “paros armados” y sus minas terrestres bordeando escuelas y caminos reales.

De su fundación en 1964 a hoy, quedan en el prontuario como delitos rectores de sus “finanzas” el secuestro de civiles, la extorsión a las multinacionales y más recientemente una peligrosa simbiosis con el narcotráfico en Arauca y Casanare, donde operan los frentes del comandante “Pablito”.

Hay que observar, así lo advirtió ayer el presidente Juan Manuel Santos, que esta agenda de diálogos con el Gobierno no contempla asuntos intratables entre el Eln y el Estado y la sociedad colombianos. Sin la negociación del modelo político y económico y enfocada en coincidir en los mecanismos de desmovilización y dejación de armas ya trabajados y previstos con las Farc.

El énfasis de “los elenos”, que lo ha sido desde su propuesta de Asamblea Civil en los noventa, se consigna ahora desde el primer punto del acuerdo con el Gobierno: Participación de la Sociedad Civil en la Construcción de la Paz. Aquí se pondrá a prueba la capacidad de convocatoria del Eln para que aquella ciudadanía, a la que ha golpeado tanto, se vincule a la negociación y oxigene salidas ciertas y sostenibles al conflicto armado.

Aún está por verse el papel de los países garantes (Ecuador, Brasil, Venezuela y Noruega) y acompañantes (Cuba y Chile), además de los puentes que se tiendan con la mesa de Cuba, en la idea de que no sean figuras y escenarios que propicien dilaciones y desinformación, sino que dinamicen comprensión y sensatez políticas, para permitir que por fin el Eln acepte silenciar sus armas y no repita nunca más sus atropellos contra los habitantes de Colombia .

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