A raíz de la pandemia hemos descubierto la dependencia que el mundo tiene de China, sin comprender muy bien por qué y cómo se dio esta situación. El país más poblado del mundo, donde no existe la democracia ni el respeto a las libertades y los derechos humanos, está a nada de convertirse en la primera potencia del mundo. Y ha sido protagonista de la cadena de desabastecimiento que se desató este año, debido al control que ejerce sobre la producción de materias primas indispensables para la industria y el comercio.
Cual alumno aplicado que se sienta en primera fila y toma notas, desde hace décadas el país asiático ha trazado grandes planes para su futuro aprendiendo de todo lo que ve a su alrededor. Se trazó objetivos, diseñó proyectos y poco a poco se fue convirtiendo en lo que es hoy: la fábrica del mundo.
Desde el 2009 China es el primer exportador mundial y desde el 2014 la segunda economía del mundo. Comprendió que para ganarse el liderazgo y dominar tenía que recurrir más a la economía que a la industria bélica y desarrolló un método que consiste no en invadir países sino en invertir en ellos. Así, mientras los países ricos dan ayudas, las empresas chinas, apoyadas por el Estado, se han dedicado a dar préstamos para construir puertos, aeropuertos, carreteras, puentes, hospitales y colegios en África y América Latina. China ha tejido así una especie de telaraña en estos dos continentes para asegurarse el suministro de materias primas que luego procesa en su territorio, y a la vez ha asegurado un mercado cautivo con sus productos de bajo costo.
Siguiendo con el símil del alumno aplicado, China trazó un plan que se llama Made in China 2025 que lo convertirá en el gran proveedor mundial y para 2049 aspira a ser la primera potencia mundial en áreas como la robótica, la medicina, los automóviles, el equipamiento aeroespacial, el aeronáutico y el de salud; en este campo, Colombia ha recibido no sólo vacunas sino material sanitario gracias al programa que los chinos bautizaron Ruta de la Seda de la Salud. Por cierto, China ya es el primer proveedor mundial de este tipo de productos sanitarios. Vale la pena recordar que casi todos los países latinoamericanos administraron vacunas contra el covid procedentes de China, de donde a su vez surgió el virus.
Para cumplir con los objetivos de sus planes China ha centrado sus esfuerzos en América Latina, al punto de que ha multiplicado el intercambio bilateral y hoy en día es su primer socio comercial. Durante las ultimas décadas las empresas chinas han invertido en el sector minero del Perú, en infraestructuras de energía y transporte en Ecuador y Argentina, en agricultura en el Caribe, y en el sector industrial de Brasil y México. Además han dado importantes créditos a economías como las de Venezuela y Ecuador. Y en Chile y en Perú son dueños de las dos grandes compañías energéticas de cada país.
Como lo reconoció Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior, China ha aprovechado el gran vacío de las relaciones entre la UE y Latinoamérica para penetrar en todos los países de Centro y Sur América. Su presidente se mantiene en contacto directo con los presidentes de estos países y ha hecho giras para reafirmar su intención de estrechar lazos. La financiación china en la región superó en 2019 la ofrecida por el Banco Mundial y el BID juntos.
Así se puede ir entendiendo el porqué de la dependencia. Y no sólo por parte de América Latina. La industria automotriz estadounidense depende de los chips que fabrica China; el 95 por ciento del magnesio necesario para la producción del aluminio usado en Europa proviene de ese país. Y China tiene el control para decidir cuándo limita sus exportaciones, tal cual lo hizo a mediados de año con el acero.
Con razón un artículo reciente de El País de Madrid decía que las exportaciones chinas son casi tan importantes para las cadenas de suministros como el oxígeno para respirar. Ahora vivimos las consecuencias de haber aceptado depender de China Y en esto tiene mucho que ver la visión cortoplacista de algunos dirigentes políticos. Al fin y al cabo nadie nos estaba obligando