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Una mina poco profunda. Los 33, de Patricia Riggen

  • Una mina poco profunda. Los 33, de Patricia Riggen
22 de agosto de 2015
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No era una tarea fácil. Aunque todos estuvimos pegados de la televisión internacional, pendientes de esos mineros chilenos atrapados en una mina en Atacama que se desplomó en 2010, era previsible que una historia con tal resonancia mundial tuviera su versión cinematográfica. Pero basta imaginar lo que significa organizar para una foto a 33 personas en alguna ocasión social, para que podamos entender las dificultades narrativas que esta historia implicaba. ¿Qué vidas contar?, ¿cuáles se quedarán afuera? ¿Nos vamos a centrar en lo que ocurría bajo la tierra o vamos a narrar también el sufrimiento de las familias, las expectativas de una nación? El sólo hecho de que sean 4 los escritores que firman el guión demuestra que el reto era grande y complejo.

“Los 33” peca por intentar abarcar más de lo que las 2 horas de un largometraje le permitía. En vez de centrarse en uno o dos personajes que permitan condensar la narración y el progreso de la historia, fácilmente se pueden contar 8 líneas argumentales, todas con necesidades de principio, nudo y desenlace. Y si a eso le sumamos que pareciera que los productores y Patricia Riggen, su directora, quisieron complacer a todo el mundo dándole más espacio del que necesitaba a los detalles pintorescos sobre lo que significó el suceso para Chile (ventas de comida y camisetas a la entrada, la aparición de don Francisco informando sobre los avances del rescate, fogatas donde se escuchan canciones de Mercedes Sosa) el resultado es un sancocho narrativo que se queda casi siempre en la superficie, que convierte un drama humano poderoso, en un rosario de anécdotas atadas con una cuerda muy fina.

Cuando mejor funciona la película es cuando deja trabajar a sus estrellas internacionales y se enfoca en dramas unipersonales, como el del ministro de minas sin mucha experiencia que debe apersonarse de la situación, encarnado por Rodrigo Santoro. Quisiera decirles más de una actuación que se ve emocionante y convincente, la de Antonio Banderas como Mario Sepúlveda, el líder espontáneo de los mineros; o hablarles de Juliette Binoche, que interpreta a la hermana de uno de ellos y cuyo personaje representa a la voz enardecida de una población que reclamaba por la tardanza en el rescate. Pero la odiosa costumbre que están adoptando nuestros exhibidores de mostrar la mayor parte de las copias dobladas al español, no me permite saber qué matices quiso darle la ganadora francesa del Óscar a su personaje. Hagan el esfuerzo de ver la copia en versión subtitulada, para que puedan disfrutar mejor de un elenco global como pocos (da risa ver al pobre Gabriel Byrne intentando gritar “Chi-.chi-chi, le-le-le sin mucho éxito) que, sin embargo, es lo mejor de la película.

Coqueteando a veces con una estética de melodrama televisivo y con la peor banda sonora que James Horner firmó en mucho tiempo, “Los 33” emociona, a pesar de todo, gracias a la fuerza del suceso real. Como comprueba la cinta, a veces lo mejor es leer el libro.

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