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Sebastián Mejía, un pescador de canciones

23 de septiembre de 2016
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Este personaje de sonrisa fácil, manos amplias y cabello desordenado no tiene el Factor X, ni La Voz Colombia, pero hace canciones que la gente canta. Empezó en la música peleando con su papá, el niño pedía una guitarra eléctrica, quería aprender a tocar, subirle el volumen al amplificador y simular ser una de las estrellas de rock que vio por la TV. Su padre, un apasionado por la música colombiana, se negó rotundamente a darle ese camino lleno de distorsiones y ruido. “Hijo, eso no es tocar guitarra”. Pero al poco tiempo, Sebastián tenía en sus manos una Yamaha roja, su primera guitarra eléctrica, mientras 1991 corría presuroso.

Luego aparecieron canciones como Civil War, The Unforgiven, Patience, mientras sus amigos de barrio, curiosos, veían cómo sus dedos larguiruchos se movían por el caoba oscuro del diapasón. Esa fue su primera escuela. Sebastián nunca cogió bien la pajuela, y 25 años después sigue pasando lo mismo así sea considerado un buen guitarrista dentro de la escena musical nacional.

Su primera banda llegó en la época del colegio, luego nació “La Prole”, continuó su camino con “Ramas de Albahaca”, esta le dio paso a “Los Insectos”, y luego de muchos aprendizajes llegó su mayor orgullo: “Tr3sDeCorazón”. Ahora además de entregarle sus días a esta banda, prueba con canciones que ha construido a solas y se lanza de solista como “ElMismoSebas”.

Él se despierta temprano, toma la guitarra cada que la ve, improvisa melodías imaginarias, toca canciones que no se sabe y las aprende a oído. Su casa es todo un cuartel del rocanrol, guitarras y discos; en las paredes reposan imágenes de Nirvana, The Beatles, John Lennon y Tr3sDeCorazón, esta última su familia, el proyecto sonoro que le ha dado todo en la vida.

“Quiero ser un viejo rockero”, responde cuando le pregunto a dónde quiere llegar en la vida. Su sueño es tener una casa, una familia, y una consola para grabar todas las bandas que toquen a su puerta. “Por fortuna esto es lo que más amo hacer, y además lo único que sé hacer, así que la música tiene que estar todo el tiempo, es mi alimento, mi reto diario, mi felicidad”.

Sus bandas de la vida se han convertido en pilares, en abrazos por la mañana y besos antes de dormir: Andrés Calamaro, The Beatles y Guns N Roses son fundamentales para describirlo como individuo. Y una mezcla de todos esos sonidos ha formado su forma de componer, las historias que canta. Sus canciones son la eterna melancolía, son sus miedos, sus angustias y también sus sueños. “¿Qué te pasó en la vida para que escribas esas canciones Sebastián?, pensé que todo era muy feliz” Le dice su madre cuando lo ve en concierto.

Luego de muchos años de canciones y de viajar con la guitarra en el hombro por Argentina, Uruguay, Brasil, Cuba, Perú, México y EE. UU., Sebastián sigue viviendo de lo simple, del delicioso sudado de su mamá, de las buenas distorsiones, de los conciertos inolvidables, de las miradas del público y del sonido del acorde SOL.

Sus canciones son coreadas por la gente, y eso es lo que agranda su sonrisa. Más que aportarle al rock nacional, construye la banda sonora de la vida de muchos y esa sí que es una verdadera escuela del rock. Y lo del “pescador de canciones”, quizá es porque siempre está buscando la canción que lo defina, suya o de otros. Él, obstinadamente sigue buscando en la música algo que no sabe cuando se le perdió.

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