Duerme temprano porque sus oídos reciben música desde antes de que salga el sol. Los que lo conocen, saben que respira poesía y así no se asuma como poeta lo catalogan como uno de ellos, como el que se inspira en los sonidos, en las montañas que se levantan frente a su casa, como el que utiliza la voz, el micrófono y la radio como un canal de expresión.
Santiago vive para esto, para el rocanrol, para la radio, para escribir sobre los sonidos que le agitan el corazón, para convertirse de a poco, sin prisa y con humildad en un cronista desde la radio, en una escuela que reverdece el periodismo y la música. Todo esto lo hace desde la gestión y el amor por los sonidos colombianos. Desde muy niño, cuando acompañaba a su papá aferrado al volante de su taxi, escuchaba todo tipo de música: ranchera, boleros, tangos, música colombiana, baladas románticas y las voces formales de los señores que sin una equivocación, dan la hora y las noticias del día. Y ahí sentado en las piernas de Javier su papá, recorrió con la música las lomas del centro oriente de Medellín. Ahí adquirió gusto, amor por el sonido, y entendió que la música más que un arte es un compañía para la vida.
Desde el año 1987, siendo aún un niño, robaba casetes de su tío Toño para borrar la voz de Mercedes Sosa, Violeta Parra y así grabar encima el sonido de Black Sabbath, Supertramp y The Beatles. Luego, la voz de su madre cantando música colombiana desde la cocina, acompañó su niñez y adolescencia. Hoy sus gustos no han cambiado, solo se han convertido en insumo para el criterio, el conocimiento y la vida. Saúl Hernández es su inspiración, Klaus Nomi su raíz transgresora, el sonido del vinilo su ruta y como un tatuaje adherido a su piel, lleva la esencia y las letras de Frankie Ha Muerto, su banda sonora colombiana de vida, su apuesta poética y filosófica.
Su eslogan ha sido y será: “La música es una”, y lo ha acompañado por años, más de 16, cuando decidió fundar HagalaU Música, quizá uno de los primeros colectivos de comunicación musical en el país. Una verdadera escuela para el periodismo musical.
A lo largo de su trayectoria profesional ha podido realizar sueños de vida, como escribir sobre música en periódicos, revistas, hacer radio, presentar conciertos, asesorar agrupaciones, dirigir festivales, viajar, escribir un libro y escuchar miles de canciones...¿Cuántas? Ni él mismo lo sabe.
¿Y por qué hablar sobre él? Simple, porque es un eslabón importante para la comunicación y gestión cultural en Medellín. Porque ha trabajado incansablemente por ese motor musical de la ciudad, por esa rueda que camina cada vez con mejor andar. La voz, la pluma y el criterio de Santiago Arango Naranjo son una escuela para quienes quieran seguir y tener de cerca la comunicación y la música en su vida. Por eso, este homenaje es para él, para el poeta de la radio, para el amante del rocanrol que con su voz y su corazón sigue narrando la cicatriz sonora de nuestros días.