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Música que atropella la vida

  • Música que atropella la vida
26 de abril de 2022
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Este es un recuerdo de 2011. Fui a girar con mi banda de rock, pero más allá de eso, como excusa a visitar a un viejo amor en Argentina, a una ciudad de estudiantes, de árboles frondosos, de facturas, choripanes, arquitectura con Le Corbusier y mucho rock n roll.

Luego de alejarme del tren, perderme en las diagonales confusas de la ciudad de La Plata, llegué a la diagonal 78, entre 8 y 61, en plena plazoleta de la Noche de los Lápices, un lugar que rinde tributo a los estudiantes desaparecidos durante la noche del 16 de septiembre de 1976, durante el periodo de La Dictadura Argentina. En ese lugar queda un bar representativo del rock argentino, Pura Vida Bar, mi banda esa noche tocaría alternando con otra agrupación, The Plasticos.

Estando allí, sentado, mirando lo que ocurría a mi alrededor, conocí el verdadero rock de vanguardia que se empezaba a gestar en esa misma ciudad.

¿Qué es lo que suena? –pregunté como un turista perdido entre el sonido.

–Se llaman El Mató a un policía motorizado, una banda de acá, boludo –me dijo un melenudo con pinta heavy metal que estaba sentado justo al lado mío, en la barra de aquel bar.

Asentí y seguí atento a aquel sonido crudo, sencillo pero hipnótico.

Un par de años después, trabajando en la radio, debí presentar una canción que la verdad no conocía y su nombre no me era ni familiar, y menos de mi gusto: Chica de Oro, una dedicatoria de amor a Jenny. Era buena la canción. Nuevamente eran ellos, los desconocidos músicos de La Plata Argentina.

A través de su fanpage, la banda anunció su visita a Colombia, no pude asistir, el show era en Bogotá, a nueve horas de la ciudad en la que vivo, Medellín. De nuevo la banda pasaba frente a mis ojos.

Luego tuve encuentros y desencuentros con la agrupación en Argentina, en Costa Rica, en México y en Colombia. Pude entrevistarlos, contarles la coincidencia afortunada esa noche de rock en La Plata. Y curiosamente ahora, 2022, me encuentro con un EP de cuatro canciones de El Mató a un policía Motorizado, que aunque no es nuevo, me llevó a revisitar esos recuerdos. Esta placa de corta duración se llama “Violencia”, y sí que hace honor a su nombre, pues desde que escuché estas canciones, entendí que más que arreglos fundamentados en lo académico, la música entre menos artilugios lleve encima, más sincera y más violenta encaja en el corazón.

Dentro de esta producción hay una canción con su mismo nombre: Violencia. De ella es que quiero hablar, pues se ha convertido en la banda sonora de mis días. ¿Por qué? No sé, solo sé que ataca con agresividad mis oídos y mis pensamientos y eso pocas veces me sucede. Las verdaderas sorpresas musicales escasean cada vez más.

Quizá por eso me atrevo a escribir de encuentros y desencuentros sin importancia que encajan en un descubrimiento musical que me encantaría que ustedes conocieran. Escuchen, y sumérjanse en ese sonido sencillo, repetitivo y sincero, porque el amor también es violencia.

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