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Mala fe. Apocalipsis, de Vic Amstrong

10 de abril de 2015
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Hay que ponerse en los zapatos de los otros. En los zapatos de los aficionados al cine de acción que se acercan a la taquilla a comprar sus boletas para “Rápidos y furiosos 7” y descubren que sólo hay asientos disponibles en la segunda fila y únicamente funciones dobladas (si uno va a ver carros que vuelan, debería al menos querer que los gritos y las exclamaciones las digan los actores que está viendo) y se atreven entonces a ver “Apocalipsis” porque el afiche les promete una hecatombe mundial, una tragedia terrible que Nicolas Cage, peluquín bien ajustado sobre su cráneo, deberá enfrentar. Quienes entran entonces, engañados, esperan encontrar algo tipo “Con Air” o al menos una mezcla de drama y persecuciones como “Buscando justicia”, una de las películas más recientes del intérprete. Algo que esté al menos a la altura de Vin Diesel tras el volante. El problema es que cuando uno quiere ver una película de desastres no quiere ver un desastre de película, que finalmente es lo que encuentra en “Apocalipsis”, una producción vergonzosa, pobremente actuada y producida todavía peor, al que el sustantivo “producto” le queda muy grande y cuya presencia en nuestras carteleras no tiene una explicación lógica. Aunque más que explicación lo que precisa es una coartada.

Nicolas Cage es Rayford Steele, un piloto comercial que debe volar el día de su cumpleaños a pesar de que su hija mayor, que vive lejos, ha ido a visitarlo. Digamos que esa es la trama, aunque el guión incluya (juro que es cierto) a un apostador enano, un periodista de investigación, una heredera millonaria cocainómana con algún parecido a Paris Hilton y un oriental que cree en los ovnis y en el Área 51. Ni siquiera esos personajes, que funcionarían muy bien si uno quisiera hacer una comedia disparatada, son tan terribles como la manera en que la película dibuja el juicio final. De repente, sin que nunca durante toda la película se sepa por qué, millones de personas desaparecen de la Tierra dejando atrás su ropa, hecha un ovillo en el piso (como si la autoridad divina que ordena el fin del mundo fuera a formar con los supervivientes un campo nudista) Y si eso no fuera suficientemente ridículo, la secuencia de la hija del piloto huyendo por la misma calle de un pueblo a la que filman desde todos los ángulos para hacernos creer que tienen más de una locación, consigue lo inevitable; que a esa altura le perdamos el respeto y la poquita esperanza que conservábamos.

No se sabe qué es más triste. Si ver a un ganador del Óscar como Cage protagonizando una película cuya única motivación para hacerla fue el cheque del salario (su personaje dice “hay que pagar cuentas” en la que puede ser la frase más sincera de toda la cinta) o ver al resto del reparto intentando decir sus parlamentos sin avergonzarse.

Ni siquiera el argumento de que esta financiada por un grupo religioso explica lo mala que es “Apocalipsis”, que más que una película es, sin lugar a dudas, un acto de mala fe.

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