Su chaqueta de cuero, sus botas rojas, su cabello a ras y su veintena de años, muestran a una chica con rudeza que se desvanece cuando orgullosa cuenta su amorosa historia. Esa rudeza nuevamente se reactiva cuando toma un micrófono y cierra los ojos para cantar. Se hace llamar Mabiland, como quien sueña con una tierra repleta de sonidos, pero su nombre es Mabely Largacha, con sangre negra, con África en los poros, con el pacífico en los pies, el jazz en el alma y el hip hop en el corazón.
Nace un 6 de diciembre del 95 en Quibdó, un lugar hermoso y atípico, lleno de música, de colores, de sabores, de paisajes y de gente hermosa que anhela cambiar su presente.
Su padre, Wilson Largacha. Su madre, Esmirna Mena. Los dos le enseñaron de música. Cuando solo era un niña, recuerda haber escuchado a Celia Cruz, Bob Marley, Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, La Fania All Stars, Niche y Guayacán, The Beatles y a su mamá desde la cocina, una voz que se convierte no solo en referente de vida, sino musical, ya que sin ella nada sería posible, no hay artista mundial que valga.
Su arte y su música aparecieron en el caos de llegar a vivir a una Medellín que le exigía estudiar. Pero de ese caos nacieron sus canciones más inspiradoras. Solo ha publicado un EP, y parece ser más que suficiente para mirar al futuro y verla como una gran voz de Colombia, sino se baja del barco antes de tiempo.
Frunce el ceño con los tonos altos, y mueve las manos como mostrando en el aire cada nota musical. Ama el arroz con longaniza de su chocoana abuela, no puede parar de escuchar música en todo el día, y la literatura es su refugio en la cotidianidad de los días.
Su música suena a mundo. Su canto es un mantra, es la reflexión de una vida que se convierte en poema, es el exorcismo de un amor o la alegría de vivir. Es la voz negra que nos recuerda la tierra, la sangre, la familia y el presente de un país que propone no solo desde el folclor, sino desde el jazz, el blues, el rock, y la rima callejera.
Y pese a su cortada edad, Mabiland sueña con convertirse en promesa, pero lo mejor de todo es que ahora ella es presente. Esta alma llena de canciones pretende seguir aprendiendo, seguir cantando y, cambiar la realidad que la rodea con su voz. Anhela poder seguir escuchando su sonido preferido, el de la lluvia, y ojalá no escuchar nunca el de la guerra, pues es el que más detesta.
Y si de algo se debe encargar el periodismo musical, es de encontrar horizontes sonoros, nuevas historias que contar... Pues bien, este es mi descubrimiento y espero que a ustedes los emocione tanto como me pasó a mi con esta historia que se convierte en puntos suspensivos, pues para esa voz está lo mejor por llegar.