No give up, maan!, de Hazel Robinson. Biblioteca de literatura afrocolombiana. 183 páginas.
Libre para lectura de cualquiera en internet duerme —y esta nota es un intento por despertarla— una estupenda curaduría literaria. Se trata de la Biblioteca de literatura afrocolombiana: dieciocho títulos de autores afro, escritos durante los «últimos doscientos años», según dice la presentación. La mejor narrativa negra colombiana, en suma, desde ensayo hasta poesía, atravesando, desde luego, la novela.
La compilación la hizo el Ministerio de Cultura en 2010 y desde entonces está en el sitio web del Banco de la República. Todos los libros se pueden leer en línea, o descargarlos, e incluso imprimirlos. Un recurso publico y valioso del que, presumo, los lectores no estamos muy al tanto.
Entre los títulos, pues, está esta novela cuya autora escribió por años para el diario El Espectador una columna con un nombre muy sonoro: Meridiano 81, en relación a la posición geográfica de San Andrés, su isla natal. Y la novela No give up, maan! sucede también allá.
La historia desarrolla una premisa literaria clásica: el amor prohibido. En esta oportunidad la génesis es un naufragio del cual rescatan a una mujer a quien la vida le regala un nuevo aire en la isla Henrietta —que luego decidimos llamar San Andrés—. La novela es imprecisa en términos históricos, y ese es su pecado, pero si lo pasamos por alto estaremos ante una bonita historia de amor en tiempos del Atlántico negro, el Caribe del siglo XIX, con esclavos a quienes todavía les late África adentro, y goletas que fondean en tránsito desde Nueva Orleans o Jamaica, y marineros y capitanes, y plantadores de algodón con apellido inglés, y hasta un reverendo.
Un mundo desconocido y ajeno al continente, como siempre nos ha resultado el Archipiélago, pero por lo mismo atractivo y curioso, del que deberíamos estar más atentos. Y, como la ficción se empeña en ser igual a la realidad, la secuencia inicial de No give up, maan! no podría ser otra: un huracán.
Trozo para lectores: «Sail ahoy! Sail ahoy! (vela a lo lejos) Sí, era el caracol, lo anunciaba, pero ¿cuál vela? Según el capitán, que apenas abordaba su nave, no estaba por llegar otra goleta por el momento.
Sail ahoy! Sail ahoy! Sonó la nota larga asordinada anunciando la llegada de la vela. Tenía que ser cierto, era el caracol de la plantación de Benet».