La música clásica se ha convertido en uno de mis amores actuales. Trato, sin ser un conocedor y sin pretender serlo, de disfrutarla, de escucharla en diferentes momentos de mis días, de separar cada instrumento, entender las variaciones, el tempo, las cadencias, los silencios y la energía que generan en mí.
Pero sobre todo me he interesado por las historias que hay detrás de cada una de estas obras maestras, que a veces pensamos vacías de anecdotario vivencial, pero en realidad construyen a partir de sus relatos la memoria musical universal.
En esta ocasión quiero revisar una obra curiosa y dolorosa, la historia del Concierto para piano para la mano izquierda de Maurice Ravel inspirada en la vida de Paul Wittgenstein.
Para empezar, hay que hablar de la vida de Ravel, un prolífico compositor francés del siglo XX que fue reconocido como maestro de la orquestación y por ser un meticuloso artesano que cultivó la perfección formal sin dejar de ser al mismo tiempo profundamente humano y expresivo. Es el gran representante de la moderna escuela musical francesa, además fue el creador de obras importantes como el Bolero de Ravel. También de esta pieza transgresora para un pianista hábil con la mano izquierda.
Y Paul Wittgenstein, el protagonista de nuestra historia, nació en una acomodada familia vienesa, cuyo hogar era uno de los epicentros de la cultura en la Austria de finales del siglo XIX. Fue un entusiasta del piano desde corta edad, alumno de reconocidos maestros. Wittgenstein hizo su debut como pianista en 1913 con buen éxito, sin embargo, pese a que su carrera estaba en ascenso, fue llamado a las armas al año siguiente para apoyar la Primera Guerra Mundial.
Y ahí es donde empieza nuestra historia. Durante un asalto ruso en Polonia, una dura batalla campal, fue herido de gravedad y apresado por los rusos. Sus heridas en el brazo derecho fueron tan graves e irreversibles que su brazo tuvo que ser amputado. Este lamentable momento y la pérdida de una de sus extremidades invadió al joven Wittgenstein en una gran agonía y depresión que lo llevaron al borde de la desesperanza.
Sin embargo el deprimido joven juntó fuerzas y empezó a reunir obras que pudiera interpretar con la única mano que le quedaba. Así fue como se ganó el respeto y la admiración de toda la comunidad artística de ese momento.
Ravel recibió en su casa a Paul Wittgenstein, y conmovido por su historia y su fuerza de superación decidió escribir una obra especialmente para Wittgenstein, para su única mano. Se metió de lleno al piano, a crearla, durante nueve intensos meses, así fue que nació el Concierto para piano para la mano izquierda.
Este concierto, diferente a muchos otros clásicos, está basado en un solo movimiento. El recital comienza con una oscura escena musical, liderada por violonchelos, contrabajos y el contrafagot. Luego, toda la obra crece de un pianissimo a un inmenso fortissimo de la orquesta completa.
La obra fue estrenada en Viena el 5 de enero de 1932, con Wittgenstein en el piano y Robert Heger dirigiendo a la Sinfónica de Viena. En esa primera presentación no estuvo presente el creador, el generoso Ravel, sin embargo la obra siguió en cartelera musical en Europa. A finales de ese mismo año, Ravel pudo escucharlo, y con Wittgenstein en el piano.