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“Donde hay música no puede haber cosa mala”, dijo Sancho Panza en el Quijote, aunque seguramente Cervantes habría borrado ese diálogo si viajando a través de las puertas de El Ministerio del Tiempo (la estupenda serie española creada por Pablo y Javier Olivares) hubiera visto Coda en algún cine de Madrid. Salvo unas pocas excepciones, el escudero tenía razón. La música como tema, como escenario o como excusa argumental, es uno de los mejores tópicos de cine, tal vez porque son las artes que mejor se complementan. Emmanuel Courcol demuestra que entiende muy bien esta idea, presentándonos una historia que podría haber sido muchas cosas: melodrama familiar, comedia de contenido social a lo Full Monty o tragedia de enfermedad terminal, y que gracias a la música es todo eso al mismo tiempo y también otra cosa: una historia conmovedora sobre las oportunidades que nos da la vida.
Si no vieron el tráiler ni leyeron la sinopsis, es mejor que sólo lleguen hasta acá. Porque no es posible elogiar las virtudes de la película sin hablar de su punto de partida: Thibaut Desormeaux es un gran director de orquesta, con cargos en sinfónicas de todo el mundo, que un día se desmaya en un ensayo. Cuando el diagnóstico de leucemia le obliga a buscar compatibilidad de médula con su hermana, descubre que es adoptado y que tiene un hermano que no conocía, Jimmy, que vive a duras penas en una ciudad pequeña, donde trabaja en la cocina de un restaurante industrial, mientras saca tiempo para tocar el trombón en una peculiar banda sinfónica de la zona, de las que escuchamos y vemos desfilar en los eventos populares.
A partir del contraste de los dos mundos y de las situaciones familiares de los hermanos (el uno no tiene tiempo para la bella mujer con la que aparece en algunas fotos, mientras que el otro está separado y no cree poder ganar lo suficiente para ofrecerle algo a alguien), la película nos recuerda que a veces el destino de las personas no depende tanto del talento sino de las oportunidades para desarrollarlo. Por fortuna, Unidos por la música (¡qué traducción horrible del original En fanfare!) no se estanca en esa idea, a pesar de lo cierta, sino que la desarrolla mostrando que en todas las vidas hay chances de encontrarse con la belleza (hay un dúo que hace rap que es conmovedor) a través de la música, y que la mayoría vamos por este mundo tratando de tocar lo mejor que podemos con los instrumentos que nos dieron.
Lo mejor del trabajo de Courcol, como director y coguionista, es lograr acompañar el tema principal de los hermanos con conflictos menores que llenan de vida la historia. El trabajo de Benjamin Lavernhe es extraordinario como Thibaut, y Pierre Lotin como su hermano no se queda atrás, pero es la orquesta entera de los secundarios la que consiguen que Unidos por la música sea una de esas películas que uno quiere ver cuando está triste, donde el final abierto será feliz en nuestra mente cada vez que lo necesitemos. Películas que son como música para oídos cinéfilos.