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¿Influencers abusivos? No hay problema, tan solo deje de mirarlos

27 de noviembre de 2020
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En el sexto especial de Halloween de Los Simpson, una de las historias se titula ‘El ataque de los anuncios’. Es la historia de cómo Springfield es destruida por figuras y vallas publicitarias de 15 metros de altura, que comienzan a moverse y dejan a su paso un rastro de devastación.

Como siempre, le corresponde a Lisa ser la voz de la razón y recordarles a los habitantes del pueblo que el poder de la publicidad está en la atención de las masas y que las figuras volverán a sus estado normal si ellos tan solo las dejan de mirar.

Cada vez que surge un nuevo caso que involucra conductas vergonzosas de una de esta figuras, ya sea la que destruyó a martillo una estación de TransMilenio en Bogotá o, más recientemente, los que regalaron paletas de jabón en Cartagena, me acuerdo de Lisa y de los anuncios gigantes.

Porque les digo: Apartar la vista de los asuntos no suele solucionar nada, pero este es un problema que se arreglaría si tan solo todos dejáramos de mirar.

Los ecosistemas de redes sociales están dominados por algoritmos que privilegian la capacidad de captar y retener la atención. Hay una minoría que trata de ofrecer contenidos relevantes y de calidad pero, aceptémoslo, la mayoría opta por las cartas marcadas de la estupidez y la transgresión.

Porque la indignación genera reacciones, y las reacciones, no importa que sean críticas o elogios, son engagement. Y el engagement, la interacción de la audiencia, es un bien escaso y por tanto valioso.

Entonces, no sé si los influencers cartageneros estarán sinceramente arrepentidos, pero sí sé que el modelo de redes como Facebook, como YouTube o como TikTok recompensa lo que hicieron. La atención de los usuarios, incluso de los que condenan su conducta, los beneficia.

Por eso a las propias redes también les corresponde corregir esto, con sanciones que impidan que imbéciles con smartphones se beneficien de su reprochable conducta. Pero, de nuevo, nada supera el efecto que tendría una máxima que de seguro han visto en Internet: Hay que dejar de volver famosa a gente estúpida.

Por supuesto, eso no significa no poder discutir sus conductas -de lo contrario esta misma columna sería opuesta a lo que plantea- pero sí asegurarse de limitar su exposición. Hablar del tema es importante, pero sin mencionar, etiquetar o -el pecado mayor- retuitear. Lo de los medios que condenan el video pero lo suben a sus redes ya es de reír o llorar.

Lo que hay que recordar es que cada estupidez online busca impacto y es precisamente eso lo que deberíamos negarles a sus autores. El día que uno de estos chistes les cause una avalancha de unfollows, los influencers dejarán de hacerlas. De lo contrario, ganan exposición con el insulto y ganan exposición cuando se muestran arrepentidos.

Probablemente sería mejor decirlo con una canción pegajosa pero, a falta de talento musical, permítanme escribirlo: no dignifiquen la idiotez con su atención. Simplemente dejen de mirarla.

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