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  • “A alguien se le ocurrió que si se dice en inglés, venderá más productos”: L. Villegas. FOTO sstock
    “A alguien se le ocurrió que si se dice en inglés, venderá más productos”: L. Villegas. FOTO sstock
26 de junio de 2017
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Es verdad que a la capital de Antioquia llegan cada día más extranjeros, pero ¿justifica eso que prevalezca el inglés sobre el español en nuestros avisos, cartas o cargos?

Cuando recorro la avenida El Poblado, la zona del Parque Lleras o el barrio Provenza en Medellín, es como si viajara a otro país. Es más, como si comiera en un lugar de habla inglesa. Food week, brunch, dinner, salads, cup cakes, hostess, fresh coffee, summer brunch, influencers, foodies y relacionistas públicos que ahora se conocen como PR (pi-ar), son más comunes que leer: la semana de la cocina, desayuno tardío, cena, ensaladas, café fresco, anfitriona, “influenciadores” o glotones.

No sé, pero a alguien se le ocurrió que si se dice en inglés, venderán más productos y su marca será recordada, estará a la moda y será muy “cool”.

A esto en México lo llaman malinchismo.

“Según la historia oficial, la Malinche era una indígena de habla náhuatl, compañera de Hernán Cortés durante la conquista de México. Aunque no se conocen a ciencia cierta sus datos biográficos con anterioridad a la llegada de los españoles, probablemente nació en Painala (región de Coatzacoalcos) y era hija de un cacique que la vendió como esclava en una localidad maya del estado de Tabasco. El 12 de marzo de 1519 fue regalada con un grupo de veinte esclavas a Hernán Cortés y bautizada poco después, recibió el nombre de Marina”. Malinche o doña Marina le sirvió a Cortés como traductora y tuvo con él descendencia.

Este texto de Cristina González Hernández, Doctora en Antropología, nos referencia a un personaje odiado por muchos, ya que se le asocia con la soberbia ante su pueblo y la humildad ante el extranjero. La maldición Malinche no es más que ese amor por lo de allende y la vergüenza ante lo propio, falta de identidad, pisotear lo heredado y alabar lo extranjero.

Cuando pregunto a los restauradores por qué llaman a sus eventos con palabras inglesas, me responden, molestos por demás, que tienen clientela extranjera y que se deben a ella. ¿Pero acaso el público natural no es el local? No recuerdo ningún país que haya visitado en el que escribieran en español la carta y debajo en inglés, francés o italiano, la explicación. Al contrario en los otros países, primero redactan en su idioma nativo y debajo, en paréntesis, el nombre en inglés. En Estados Unidos olvídelo, excepto en Miami y Los Ángeles, todo se escribe en inglés y punto.

Nuestra identidad cada vez está más corroída. Las clases altas son más propensas a demarcar en inglés sus productos o negocios, los “marketing specialist”, los “coaching” y los “Piars” promueven el uso de extranjerismos, a ellos les parece muy “cool” el hacerlo. Solo falta que le digamos a la arepa “cornflate”, al agua de panela, “panelatea” y a los frisoles, “freejoles”.

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