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Puerto Candelaria lo vuelve a hacer. Acaban de liberar al mundo una nueva producción. Ocho canciones, veintiocho minutos de música y un corazón fiestero e iluminador consolidan su placa discográfica número catorce. Este disco es una celebración, un jolgorio, la fiesta más elegante y a la vez desenfadada. Su nombre es Fiesta Candelaria, una celebración musical que llega en un momento importante de la banda en el que celebran veinticinco años de existencia.
Este disco es un manifiesto sonoro retrofuturista que mezcla lo antiguo y lo moderno, lo orgánico y lo digital mientras invita a reflexionar sobre la transformación del mundo. Este no es solo un disco de música festiva, es una obra conceptual que abraza la nostalgia del pasado, pero al mismo tiempo proyecta un futuro lleno de esperanza y creatividad.
Luego de escucharlo, se puede deducir que el sonido de Fiesta Candelaria es un collage de influencias que van desde lo musical hasta lo estético. Chicha, fiesta, bullicio, cha cu cha, guarapo, felicidad, ritmo, melancolía, nostalgia, futuro y pasado, esperanza, Colombia, los andes y el mundo, el bombardino, el saxofón, las palmas, las mezclas, el juego, la tuba, los platillos, el pueblo y la ciudad, el realismo fantástico, los alquimistas y nigromantes, la imaginación y la realidad que nos tocó. Todo eso es este disco, una apuesta por la escucha completa, por el tiempo y el deleite de la obra.
En este disco, Puerto Candelaria sigue explorando locuras que los lleva a la experimentación. Mezclan el saxofón, el güiro, el bombardino y la tuba con samplers, loops y sonidos electrónicos y de esa manera construyen una atmósfera única, arriesgada y vanguardista.
Más allá de su innovador enfoque musical, el álbum también responde a las preocupaciones del presente. Fiesta Candelaria recoge las inquietudes y emociones de la época, tocando temas como el cambio climático, el amor, la naturaleza y la desigualdad. Es una obra que no solo invita a bailar, sino también a reflexionar. La banda propone una visión de futuro utópica en la que la música se convierte en un acto de resistencia y la fiesta en un refugio ante la adversidad. En este sentido, el disco se aleja de lo superficial y propone un diálogo profundo con el oyente. Cada canción no solo es un medio de expresión, sino una invitación a imaginar un futuro mejor, un futuro en el que la naturaleza tiene voz y la humanidad busca su redención a través del arte.
Puerto Candelaria nos lleva a un viaje sonoro que evoca la dualidad de la vida misma: la nostalgia del pasado y la promesa del futuro, el bullicio festivo y la calma reflexiva. La banda se permite jugar con las emociones humanas, desde la crítica social hasta la celebración de los momentos más sencillos.
La influencia evidente del realismo mágico llevado a la música –quizá por el paso de Juancho Valencia por la construcción de la música de la serie de Cien años de Soledad– le aporta a lo lírico una visión surrealista que invita a la imaginación de quién escucha, uno de los atributos de la música del Puerto. Por eso estas canciones están ancladas a la cultura colombiana, al sonido campesino y corralero y al beat frenético de las ciudades, así muchas de ellas hayan sido creadas a miles de kilómetros de distancia mientras la banda estaba de gira en Europa. Ahí nace el lenguaje universal del disco.
En tiempos de incertidumbre, este álbum ofrece una visión renovada del futuro, una visión que encuentra esperanza en la música y en la alegría que todos tenemos y sentimos de celebrar un nombre y un apellido que hoy cumple 25 años de una Fiesta Candelaria.