Cuando lo extraordinario se vive a diario, pierde su carácter excepcional y aquello que parecía una aventura, termina convirtiéndose en una rutina. Es lo que le ocurre, por ejemplo, con los que se la pasan montados en un avión, pues olvidan después de un tiempo de aeropuertos y salas de espera a todas horas, lo emocionante que es viajar.
Desde que Marvel decidió desarrollar un universo cinematográfico alrededor de sus personajes más conocidos y cada productora de cine importante sacó su propia franquicia de mutantes, súper humanos o como se les quiera llamar, las películas sobre estos seres dejaron de ser la excepción para convertirse en la norma. Capitán América: civil war llega entonces, precedida por el éxito de sus antecesoras y se basa en lo que ocurrió en ellas (aquí ya no hay tiempo para suponer que ustedes, amigos lectores, no conocen los antecedentes) para jalar la pita de la historia, con algunas novedades magníficas (como el regreso de Spiderman, en una secuencia entre Tony Stark y un jovencísimo Peter Parker que es lo más gracioso de la película), otro par de personajes invitados (¡Bienvenidos Black Panther y Ant-Man!) y varias sorpresas de guión.
Todo funciona bien. Incluso demasiado bien. Tal vez los diálogos sean menos punzantes que en Avengers, y la pregunta por lo que significa la justicia menos intensa que en los Batman de Nolan, pero digamos que hay un planteamiento creíble para llenar con frases que valen la pena, los espacios entre las secuencias de acción, que esta vez son especialmente fluidas y “realistas”, por más que la palabra no aplique mucho cuando alguien vuela. La trama es interesante, pues sugiere que si los superhéroes existieran, en algún momento las Naciones Unidas querría regularlos para que se conviertan en una fuerza bajo su mando. Las dos posiciones de los protagonistas (pensar según su propio criterio, del Capitán América, y tratar de minimizar los daños colaterales, cumpliendo órdenes, como piensa Iron Man) se enfrentan tanto en el terreno de las ideas como en el de los puños, azuzados por los poderes oscuros de turno, que esta vez son más humanos (y anecdóticos) que nunca.
Y sin embargo, a pesar de lo compacta que se siente la historia, de lo sólida de su estructura narrativa y de lo perfecto de sus efectos especiales, hay algo que no emociona en Capitán América: civil war: su falta de grandeza. Nada nos perturba, nada nos hace temer por nuestros héroes, porque todos en la sala sabemos que habrá otro capítulo, igual de perfecto, el próximo año, o dentro de seis meses. A lo mejor por eso Marvel intenta posicionar a nuevos personajes, como el Doctor Strange. Porque alguien en el estudio entiende que con tantos héroes juntos, no hay forma de profundizar dramáticamente en alguno de ellos y todo termina convirtiéndose en una bella y vacía pirotecnia.
El universo Marvel se sigue viendo brillante y pulido, como un sueño. Pero va siendo hora de que alguien comience a tener pesadillas.